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Los Beach Boys eran dos bandas y eran únicos

Un documental de Disney reivindica al grupo californiano con más foco en su talento que en sus desdichas. En su mejor momento, Brian Wilson trabajaba en el estudio y los demás salían de gira

The Beach Boys, en un concierto en 1964 en California. Desde la izquierda, Dennis Wilson, Al Jardine, Carl Wilson, Brian Wilson y Mike Love. Foto: MICHAEL OCHS ARCHIVES (DISNEY ESPAÑA)
Ricardo de Querol

Nada más empezar The Beach Boys, el documental, aparece en pantalla Brian Wilson, ya octogenario. Eso es noticia, porque el que fue el líder de la banda de las voces angelicales no se deja ver en público desde hace un par de años. Apenas dice un par de frases y al final se reúne con los demás supervivientes. Asegura que recuerda bien la música, las letras y lo bien que se lo pasaban. No lo dice, pero también hay amargura en la historia de los Beach Boys, pese a la estampa festiva de esos chicos rubios con camisas a rayas. El cruel destino ha querido que el estreno del documental en Disney+ coincida con la noticia de que Brian Wilson, un genio frágil en su salud mental, ha quedado bajo la tutela de su manager y de su gestora financiera debido a la demencia. Los documentos aportados al juzgado por sus siete hijos prueban que desde la muerte de su esposa, Melinda, no sabe cuidar de sí mismo ni “mantener el decoro”.

En su momento de mayor éxito, mediados de los sesenta, los Beach Boys eran en realidad dos bandas. Una, sin Brian Wilson, salía de gira y daba la cara ante el público. La otra, con Brian al mando, se quedaba en el estudio de Los Ángeles con los músicos profesionales de The Wrecking Crew (mucho mayores que él), para avanzar con los discos, que quedaban solo pendientes de que los otros cuatro pusieran sus partes vocales cuando volvieran de sus bolos. Cuando Brian empezó a trabajar en Pet Sounds, su mejor disco, de 1966, los otros estaban en Japón. Porque él podía hacer casi todo solo: la composición, los arreglos, la producción y la interpretación de distintos instrumentos. Pero le faltaban las otras voces, que se ensamblaban en las mágicas armonías que los hacían únicos.

Era la forma muy particular en la que funcionaba la banda que puso en el imaginario colectivo el sueño californiano, esa estampa de playas soleadas, chicos musculados con tablas de surf, chicas en bikini, coches descapotables. Pero, según avanzaban los años sesenta, quisieron ir alejándose del tópico y evolucionaron hasta un pop mucho más complejo, con ambición artística. Brian no se sentía a gusto en los escenarios, ya consumía LSD y había sufrido alguna crisis de ansiedad; sin embargo, su talento no encontraba freno en el estudio. El que había sido elegido como su sustituto para una tanda de conciertos, Glen Campbell, se llevó una gran sorpresa la primera vez que viajó con ellos: las fans le arrancaron la camisa y mechones de pelo. Hubo más sustitutos, pero el núcleo fundador se mantuvo.

The Beach Boys, el documental es un recorrido por los altibajos del grupo más emblemático del pop vocal en EE UU, “la banda de América” los llamaban, y sobre sus complicaciones personales, que fueron muchas y no todas se cuentan en detalle. Todo empezó en familia, pero la historia no es nada ejemplar. Los tres hermanos (Brian, Dennis y Carl) solían cantar en el asiento de atrás del coche de sus padres. Estos, Murry y Audree, tenían afición por la música: había un piano en casa y un magnetófono en el que Brian empezó a grabar sus ensayos en el garaje. Los tres hermanos, su primo Mike Love y su amigo Al Jardine formaron el primer quinteto. Murry vio su potencial y fue su gran impulsor, pero tenía un lado muy oscuro: era un hombre violento con los suyos, a los que aterrorizaba y golpeaba. Como productor, en 1964 fue expulsado por Brian, que había demostrado de largo su valía. Como gestor hizo una operación desastrosa: en 1969 vendió todas las canciones a una editorial por la ridícula cifra de 700.000 dólares. Vamos entendiendo los traumas que se le acumulan a Brian y sus hermanos.

Brian Wilson
Brian Wilson, durante las sesiones de 'Pet Sounds', en Los Ángeles en 1966. Michael Ochs Archives (Disney+ España)

Los Beach Boys consiguen empezar a sonar en la radio en 1961 con su primera canción, de muchas, sobre el surf. Era un tema oportuno porque las discográficas lo demandaban: ya existía un género musical asociado a ese deporte, pero era instrumental. Ellos, con sus tremendas voces, lo convierten en un fenómeno nacional. Brian, aunque protagonista absoluto del documental, no era el único talento presente allí. Mike participó mucho en las composiciones y Dennis, el más apuesto, el único verdadero surfero, tenía el carisma sobre el escenario, era al que más chillaban las fans.

Cuando estaban en su punto más alto, 1964, llega a Estados Unidos la beatlemanía, a partir de su actuación en el Ed Sullivan Show, y les quita protagonismo. El documental abunda en la relación entre Beatles y Beach Boys, de muy sana rivalidad. Se admiraban e influían mutuamente, y estaban picados. Se conocieron cuando los Boys van de gira al Reino Unido y se dejan guiar en Londres por Keith Moon, el batería de los Who. La conexión fue rápida.

Cuando Brian escuchó Rubber Soul, a finales de 1965, quedó deslumbrado por lo mucho que estaban evolucionando los Beatles y quiso que su banda diera también pasos adelante. Se puso a trabajar en Pet Sounds, que era tremendamente innovador en lo musical, que hoy se considera su obra maestra, pero que tardó un tiempo en ser entendido en EE UU. Su discográfica no lo promocionaba mucho: les disgustaba que se hubieran salido del cliché surfero. Sin embargo, Paul McCartney quedó a su vez impactado: dijo que era “el mejor disco que se ha hecho”, y los de Liverpool afrontaron con esa poderosa influencia su Sgt. Pepper’s (en medio habían sacado Revolver, otro derroche de creatividad, qué buenos años aquellos). Aunque la prensa estaba empeñada en enfrentar a los Beatles y los Rolling Stones, los primeros preferían compararse con los Beach Boys, una banda eminentemente vocal como ellos. Con su single Good Vibrations, de 1966, los californianos recuperan el número uno que los ingleses le habían negado durante un par de años.

En los años siguientes, la explosión de la cultura hippy pilla a los Boys fuera de juego. Empieza a llevarse un rock más pesado y psicodélico, al estilo de Jimi Hendrix, Frank Zappa o Led Zeppelin, y las dulces voces de los Wilson no encajan ahí. Para colmo, el siguiente proyecto a Pet Sounds, que se iba a llamar Smile (no confundir con Smiley Smile), fue abandonado por Brian, que se vio incapaz de acabarlo y acusaba el desgaste. Ese álbum no se publicó hasta 2004.

Estaban en declive, pero esa tendencia se da la vuelta en 1974, cuando se edita un recopilatorio de las canciones playeras y festivas de sus primeros discos (Endless Summer) y resulta un éxito descomunal. Había nostalgia de sus melodías inocentes y simples: seguirían muchos más recopilatorios. Vuelven entonces a los escenarios, llenan enormes estadios como nunca antes, y hasta Brian acepta volver a participar en las actuaciones, aunque su gesto (se ve en un concierto de 1976) es bastante serio. A partir de ahí, Brian tuvo idas y venidas: en algún disco apenas participa; recuperan a Bruce Johnson para que haga de productor y la tarea de componer está más repartida entre todos.

El documental elige no continuar la historia: la decadencia fue a más en los ochenta y noventa, pero la marca siguió facturando discos y conciertos. Hubo pleitos entre sus miembros por el reparto de los derechos y la autoría de las canciones. En 2012, por el 50º aniversario, la banda se reunió con Brian al frente (y sin Carl ni Dennis, fallecidos) para un último disco y una nueva gira que no sería la última, porque algunos de ellos (liderados por Mike) se resisten aún hoy a colgar el micro. Esta película no rehúye los momentos oscuros, pero tiende a pasar por ellos de refilón: por ejemplo, se menciona muy brevemente el vínculo entre Dennis y la Familia, la secta de Charles Manson que cometió el terrible crimen de Sharon Tate. Uno más de los muchos golpes que encajó Dennis: después de aquello probó en solitario, pero no levantó cabeza, cayó en adicciones, se arruinó y murió ahogado en la playa en 1983 con 39 años. Carl también tuvo una muerte prematura, a los 51 años, por el cáncer, en 1998. Pero los Beach Boys no serán recordados por sus desgracias, que fueron muchas, sino por su obra. Una música que ha quedado esculpida en el imaginario popular de todo el mundo.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).
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