Un torero a caballo llamado Aurelio Cruz
Román corta una oreja de poco peso a una corrida de Pedraza de Yeltes con calidad pero justa de fuerza
Los heroicos aficionados que aguantaron hasta el final sentados sobre el frío granito de la plaza de Madrid tuvieron su recompensa. Y no fue el chocolate caliente que a esas alturas de la tarde todos anhelaban. El premio a exponerse a una pulmonía durante casi dos horas y media fue un tercio de varas para el recuerdo.
Lo protagonizaron Aurelio Cruz, picador de la cuadrilla de Francisco de Manuel, y Niñoso, el sexto toro de la tarde, que llevaba el hierro y divisa de Pedraza de Yeltes. Por unos segundos, los espectadores se olvidaron del frío invernal que padecieron y se rompieron las manos a aplaudir, puestos en pie y con la emoción a flor de piel.
¡Qué lección de picar la de Aurelio Cruz! Con el temple de los buenos toreros, el piquero movió al caballo, colocó al toro, lo llamó echando el palo arriba, aguantó la acometida y dejó tres puyazos medidos en todo lo alto. Para que luego digan eso de que picar bien es “muy difícil”. Claro que lo es; si no lo fuera, todos seríamos picadores.
Y hay que ver la alegría con la que se arrancó el de Pedraza, que luego apretó de lo lindo bajo el peto. Una pena que, tras el tercer encuentro, el más breve, se repuchó, cantando la gallina. Qué importaba ya; el milagro se había consumado.
La alegría, sin embargo, duró poco. Rápidamente, el frío y el aburrimiento se volvieron a adueñar del ambiente. Francisco de Manuel, que ya se había mostrado incapaz y fuera de sitio frente al noble y soso tercero, tampoco se acopló con este y su faena se tornó en un constante quiero y no puedo. Lo mejor de su actuación fue el quite que realizó al segundo y que contó con una verónica y una media de categoría.
Una oreja cortó de ese segundo Román, tan animoso como siempre, pero que no llegó a estar a la altura del magnífico pitón izquierdo que tuvo su oponente. Un astado que, como toda la corrida, cumplió sobradamente en varas y tuvo nobleza y calidad en el último tercio, aunque la fuerza justa.
El valenciano comenzó dándole mucha distancia al toro y no encontró el secreto hasta que se echó la muleta a la mano izquierda. Fue entonces cuando surgieron las dos tandas más celebradas, al natural, con muletazos largos ejecutados sin la rectitud, verticalidad y naturalidad deseables. La buena estocada —lo mejor, sin duda, de su labor— terminó de animar a la gente a sacar los pañuelos.
¡Cómo son las cosas…! A la hora de matar al cuarto pegó un sainete. Primero, con la espada, y luego con el descabello, a punto estuvo de escuchar los tres avisos tras una faena larga y vulgar a un animal noble que pareció estar lastimado de los cuartos traseros.
Tras casi nueve años de alternativa, confirmó su doctorado en Madrid Manuel Dias Gomes. Y, pese a sus lógicas carencias técnicas, el portugués dejó buenas sensaciones. Primero, frente al titular de Pedraza y después ante un sobrero de Carmen Valiente, ambos nobles y sosos, —sobre todo, el descastado quinto bis—, se colocó en el sitio y demostró poseer un buen corte de torero, muy clásico. El manojo de bellos adornos que firmó bien merece una nueva oportunidad.
Pedraza de Yeltes / Román, Dias Gomes, De Manuel
Toros de Pedraza de Yeltes, bien presentados, cumplidores en el caballo, nobles y con calidad, aunque justos de fuerza la mayoría; destacó el notable pitón izquierdo del 2º y la movilidad del 6º; y un sobrero 5º (bis) de Carmen Valiente, bien presentado, noble, soso y descastado.
Román: _aviso_ estocada (oreja); tres pinchazos _aviso_, media estocada atravesada, ocho descabellos _segundo aviso_ y tres descabellos más (silencio).
Dias Gomes, que confirmaba la alternativa: estocada baja (palmas); pinchazo hondo y tres descabellos (silencio).
Francisco de Manuel: bajonazo _aviso_ (silencio); pinchazo y estocada contraria y caída _aviso_ (silencio).
Plaza de toros de Las Ventas. Domingo de Resurrección, 31 de marzo. Alrededor de un quinto de entrada (7.998 espectadores, según la empresa).
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