Soberbio De Manuel, imprescindible Roca Rey
Los dos triunfadores salieron por la Puerta Grande, al tiempo que Talavante, perdido y preso de desgana, se dejó vivo su segundo toro
Las más de veinte mil personas que abarrotaron la plaza de Las Ventas en el último festejo del año salieron encantadas a tenor de la eufórica algarabía que se apoderó de los tendidos en muchos momentos de la tarde, del entusiasmo con el que despidieron a Francisco de Manuel y Roca Rey, los grandes triunfadores, y del enfado monumental que les produjo la vulgaridad de Talavante, perdido, sin ideas, que se dejó vivo por propia desgana el cuarto toro. Pero hubo más: excelente toreo de Francisco de Manuel, poco toreado, pero en posesión de una tauromaquia de aroma muy caro, el mando poderoso e intratable de Roca Rey, y una corrida de Victoriano del Río, moderna donde las haya, desigual de presentación -el segundo de la tarde, que fue devuelto por inválido, era un novillo-, mansurrona en varas, muy blanda y noble. Una corrida de las que hoy se denominan artista, una comparsa de los toreros, a los que cede el protagonismo que debe lucir el toro de lidia.
Un espectáculo variado, largo -faltaron solo unos minutos para las tres horas de duración- pero, por fortuna, no aburrido.
Es difícil que lo fuera cuando estaba en el cartel el torero de más tirón taquillero, como es el peruano Roca Rey, un torero imprescindible, un prodigio de entrega, mando y transmisión con los tendidos.
Le costó un mundo entrar en faena porque su primer toro y el sobrero volvieron a los corrales por su evidente falta de fuerza. Al tercero fue la vencida, y Roca Rey quiso hacer honor a la expectación despertada: brindó a la concurrencia, esperó al toro en los medios y lo muleteó con dos pases cambiados por la espalda que enardecieron a un público ávido de triunfalismo. El animal mostró su nobleza por ambos pitones, y el torero ofreció todo un amplio repertorio de decisión, mando y poder, combinado con muletazos largos, de escasa hondura, pero de enorme repercusión. Terminó con unas bernadinas ceñidísimas y una estocada de efecto rápido, y paseó las dos orejas entre el arrebato popular. Discutidas o no, que pueden serlo, lo cierto es que este torero es la gran referencia del público actual, como es que no hubo lidia en ese toro, que no fue más que un convidado de piedra por su pastueña nobleza y el protagonismo insultante del peruano. Pasó el torero a la enfermería porque sufrió un pitonazo en la mano izquierda, y salió, mermado de facultades, para matar el sexto, un toro noble por el lado izquierdo, con el que estuvo solvente y profundo a ráfagas y al que mató mal.
Soberbio se mostró Francisco de Manuel, un chaval de 22 años, nacido en Colmenar Viejo (Madrid), donde tomó la alternativa en 2021. No ha tenido tiempo de aprender todos los vericuetos del oficio, pero en una tarde de tanta responsabilidad para él, ha estado muy por encima de lo esperado. Variado y profundo a la verónica y por chicuelinas con las manos muy bajas, y elegante, largo, hondo y emocionante con la muleta en dos trasteos cargados de sensibilidad y puro sentimiento. De rodillas comenzó su faena al tercero después del apabullante triunfo de Roca, y dibujó una magnífica tanda cargada de tensión ante un animal que buscaba con afán el engaño. Emotivos fueron los muletazos con la mano derecha, largos los de pecho, y extraordinarios los naturales. En el otro, puso la plaza en serio aviso con un preciso quite por templadísimas y preciosas chicuelinas, se lucieron en banderillas Juan Carlos Rey y Fernando Sánchez, y, muleta en mano, De Manuel ofreció un concierto de toreo despacioso, gustándose de verdad, ante otro toro artista dispuesto a dejarse el alma para el triunfo del torero. Hubo también naturales de cartel, y un derroche de buen gusto y empaque. Mató de una estocada fulminante y Las Ventas, con toda justicia, se cubrió de blanco.
El garbanzo, esta vez negro, del festejo fue Alejandro Talavante. Comenzó muy bien, con cuatro verónicas y dos chicuelinas al toro que abrió plaza, y ahí se acabó el torero. Brindó al público y el público lo recibió con la generosidad propia de la ocasión. Su decisión inicial se fue apagando poco a poco ante un toro escaso de fuerza que salió picado de chiqueros. Lo malo fue en el cuarto, que era ‘la tonta del bote’, con el que Talavante se mostró como un náufrago, desconfiado, sin gracia, despegado y vulgar. El desastre llegó a la hora de matar; preso de una extraña desgana y después de fallar reiteradamente con el descabello esperó paciente a que sonara el tercer aviso y la bronca tan ruidosa como justa de los espectadores.
Del Río/Talavante, Roca, De Manuel
Toros de Victoriano del Río, -el segundo, devuelto; sobrero del mismo hierro, también devuelto- desigualmente presentados, mansurrones en varas, blandos y nobles. Destacaron tercero y sexto por su calidad en el tercio final.
Alejandro Talavante: estocada baja (silencio); pinchazo, casi entera _aviso_ seis descabellos _2º aviso_ y _3º aviso_ (gran bronca).
Roca Rey: _aviso_ estocada (dos orejas); dos pinchazos y estocada (silencio). Sufrió en su primer toro una herida por el estoque en la región palmar de la mano izquierda con afectación de los nervios colaterales del tercer dedo, y una contusión en el pie derecho, de pronóstico reservado.
Francisco de Manuel: estocada trasera (oreja); estocada (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta Grande en unión de Roca Rey.
Plaza de Las Ventas. Quinta y última corrida de la Feria de Otoño. Corrida de la Hispanidad. 12 de octubre. Cierre de la temporada. Lleno de ‘no hay billetes’.
Babelia
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