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CONVERSACIONES A LA CONTRA

Charles Lavaigne, músico: “Siempre fui un raro. Cuando íbamos a bailar merengue yo quería estar en casa escuchando rock”

Iba para cineasta pero acabó descubriendo su verdadera vocación en la música. Más de progresivo que de bachata, el compositor dominicano celebra el viernes diez años de carrera en la madrileña sala El Juglar

El cantante Charles Lavaigne, en Lavapiés, Madrid, el pasado lunes.
El cantante Charles Lavaigne, en Lavapiés, Madrid, el pasado lunes.Samuel Sánchez
Raquel Peláez

Carlos Castillo (República Dominicana, 42 años) se transformó en Charles Lavaigne por amor. Estaba a punto de dejarlo con una novia y decidió componerle una cinta llena de canciones para expresarse. Él que había venido a España para estudiar cine, acabó grabando su primer disco (The Birdfish, cuyo décimo aniversario se celebra este viernes con un concierto en la sala El Juglar) con ese alter ego. Vendrían después otros cuatro, a cada cual más ecléctico e indescriptible: como influencias cita desde los franceses Magma (“un grupo de rock progresivo que inventó un idioma propio para cantar sus canciones”) hasta Caroline Polacheck (“es el último disco que me he comprado”). Nada es previsible en su música, que no tiene nada que ver con lo que los prejuicios indicarían que haría un dominicano, ni en su biografía, tan extraordinaria como su obra. “Acabo de estar en Macedonia porque mi cuñado, que vive en Dubái, tiene una casa allí, en las montañas”, dice como si fuese lo más normal del mundo.

Pregunta. ¿Funcionó la cinta?

Respuesta. Pues seguimos juntos y ahora tenemos dos hijos. Yo creo que funcionó.

P. ¿En qué marmita se cayó usted para que su gusto musical sea el que es?

R. Siempre fui un rarito. Ya en el colegio, cuando íbamos a fiestas de merengue, era el típico que estaba pensando a quién iba a sacar a bailar cuando nadie lo pensaba. Sacabas a alguien y punto. Pero a mí lo que me gustaba era estar encerrado en mi habitación escuchando rock. Luego conocí a un cubano mayor que yo en una farmacia a la que iba a comprar una revista heavy que se llamaba Hit Parader. Era pianista y me enseñó a escuchar las canciones por partes: “Mira lo que hace este instrumento, mira este otro”. Me daba cintas y me decía: la semana que viene me las devuelves. Yo me lo tomaba como si fueran mis deberes. Cuando volvía a casa allí estaban, con la radio comercial, escuchando a Luis Miguel.

P. Con lo eclécticos que son sus gustos es raro que no haya más bachata en los cinco discos que ha publicado… ¿Qué pasa ahí?

R. La bachata quizá me da más respeto porque es lo que forma parte de la tradición musical de mi país, pero si todo sale según lo previsto mi próximo trabajo coqueteará con ella e incluso con el reguetón, un estilo que ha venido para quedarse, aunque no me interese mucho.

P. ¿Le da rabia que Colombia le haya robado el reguetón a Dominicana?

R. La verdad es que eso no es del todo así. Bad Bunny es de Puerto Rico y es el gran rey de la escena… Aunque la verdad que no he escuchado lo último que ha hecho (risas).

P. Tokischa ha contado que Juan Luis Guerra ni siquiera la mira, porque la música de la calle le da vergüenza. ¿Le preocupa lo que piense de su trabajo?

R. Juan Luis Guerra es una persona importante para mí. Fue el primer concierto al que fui, con seis años, y todavía recuerdo hasta lo que llevaba puesto. Es cierto que él es quizá purista. Yo sé que le han pasado mi trabajo y me haría sentir muy orgulloso su aprobación. También me ha dicho que es muy importante no imponerle que escuche algo. Lo tiene que elegir él. Sobre Tokisha: no me interesa, pero tiene un par. Olé por ella.

P. Parece ser que su incapacidad para hacer un solo género no es buena para su éxito comercial…

R. Al parecer me afecta, sí, pero así es como sale. Soy incapaz de hacer otra cosa porque de lo contrario me aburro.

P. Su último trabajo, La niebla, nació durante la pandemia. ¿Le trae malos recuerdos?

R. Nació de un período muy difícil para mí. Hacia finales de 2019 había tenido una depresión muy fuerte que me llevó a volver a Dominicana unos meses para intentar curarme. Cuando regresé nos encerraron y bueno, usé ese tiempo para componer, que es lo que de verdad me hace feliz. Pero en la desescalada vi que para grabarlo en serio había que lidiar con la gente, hacer salvoconductos para el estudio. Me peleé con el productor… Muy, muy complicado porque además estaba en un proceso con mi pareja para intentar tener hijos. Justo terminando de mezclar mi hermana me llama: que mi padre estaba en la UCI, que se desangra. Y conseguir sangre allí significa pagar mucho dinero. En fin, es un milagro que el disco se haya terminado y que mi padre se curara.

P. ¿Y cura las depresiones República Dominicana?

R. Las cura, pero porque yo hice un proceso consciente allí. Desde hace mucho años estoy en una escuela filosófica que se llama el Cuarto Camino, que ayuda a buscar caminos creativos. La descubrí leyendo Relato de Belcebú a su nieto, de Gurdjieff, su fundador. Ocurrió hacia 2006, estaba pasando por otra crisis personal muy profunda y me ayudó. Fue precisamente su influencia, y no solo la cinta que le grabé a mi novia, lo que me llevó a ponerme a componer. Hay muchos músicos que están ahí metidos. King Crimson, Battiato y su centro de gravedad permanente, por ejemplo, están totalmente inspirados en Gurdjieff.

P. ¿Se nota la influencia del Cuarto Camino en sus conciertos?

R. Pues eso dicen, yo no sé. Tengo fans muy intensos. Algunos dan hasta un poco de miedo (risas).

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Sobre la firma

Raquel Peláez
Licenciada en periodismo por la USC y Master en marketing por el London College of Communication, está especializada en temas de consumo, cultura de masas y antropología urbana. Subdirectora de S Moda, ha sido redactora jefa de la web de Vanity Fair. Comenzó en cabeceras regionales como Diario de León o La Voz de Galicia.

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