Ethan Hawke: “La vida de los actores es aireada en la prensa, pero hay muy pocas novelas que hablen de ello”
El divorcio entre dos estrellas y la producción de una obra de Shakespeare en Broadway son el eje de ‘Un brillante rayo en la oscuridad’, el libro de ficción escrito por el intérprete y director
En 2003 el matrimonio del actor Ethan Hawke (Texas, 53 años) con la estrella Uma Thurman, madre de sus dos hijos, se venía abajo y él se subía al escenario de Broadway para formar parte de una producción de Enrique IV de Shakespeare, en la que interpretaba el papel del guerrero Hotspur. Los 20 años transcurridos desde entonces son aproximadamente los mismos que el intérprete de Reality bites, de la trilogía Antes de…, Gattaca o Boyhood tardó en escribir Un brillante rayo en la oscuridad, novela publicada en 2021 en Estados Unidos con una excelente acogida de la crítica, y cuya traducción española acaba de salir en el sello Berenice.
Los problemas matrimoniales con una esposa famosa, aireados por la prensa, y la producción en Broadway de esa misma obra de Shakespeare son solo dos de varios guiños biográficos que Hawke comparte con el protagonista de su libro: William Harding es un actor en plena crisis personal que acaba de rebasar la treintena, cuyos padres se separaron cuando él era muy pequeño, que se crio con su joven madre y que alcanzó la fama en la adolescencia gracias al cine. “Mi vida es la arcilla con la que he tratado de dar forma a una historia que tenga un sentido y que no sea una pérdida de tiempo para los lectores; que sirva para construir una ficción que les atrape y les permita sentir que están accediendo a algo importante y secreto, que refleja también algo sobre ellos mismos. El peligro al usar la propia vida es que se convierta en el diván de un psicólogo”, explicaba al teléfono este martes.
Un brillante rayo en la oscuridad es la tercera novela que Hawke publica —en otros géneros ha escrito el cómic Indeh. Una historia apache (Anaya, 2017) y el cuento Reglas para un caballero (Gaia, 2017), además de guiones— y la primera en la que se vuelca en narrar, con ritmo y humor, en qué consiste el arte de la interpretación. Estructurada como una obra de teatro (prólogo y cinco actos con varias escenas), en la novela los entresijos de la vida de los actores, sus nervios, inseguridades, egos, miserias y grandezas ante la extraña energía colectiva que se activa entre bambalinas corren en paralelo al descenso a los infiernos de Harding. Él, alojado en un hotel trasunto del Chelsea, trata de mantenerse a flote con éxito desigual mientras regatea el pánico vital y escénico. La respiración es una de sus obsesiones, una clave para poder llevar a buen término la función. “Muchas de las reglas que son clave para actuar bien lo son también para vivir bien, como la respiración o estar volcado en el aquí y ahora. Creo que la profesión de actor me ha permitido crecer también como persona”, afirma, y añade que eso le permite explicarse a sí mismo por qué sigue en el mundo de la interpretación después de tanto tiempo.
“Cuando publiqué mi segunda novela, en una cena en Alemania un editor me preguntó por qué huía del tema de la actuación en mis libros. Me dijo que yo sabía de eso y debía escribir sobre eso”, recuerda. “La vida de los actores es aireada en la prensa, pero hay muy pocas novelas con enjundia que hablen de esto y no sean libros autobiográficos en primera persona. Hay un libro de James Baldwin y alguna otra cosa, pero vi que ahí había una oportunidad”. Y fue ese tema, explica, lo que le llevó a estructurar el libro de esa manera: “Quería escribir sobre la vida de los actores y la única manera de crear el marco para hacerlo era a través de la producción de una obra, de los ensayos generales, los días con doblete, las funciones para escolares, la noche del estreno, eso estaba ahí desde el principio”. ¿También Enrique IV? “Pensé en El rey Lear, pero me decanté por esta otra obra porque la conozco a fondo y tiene que ver con la masculinidad, con la relación de padres e hijos”. Estas son cuestiones que a Hawke no le son ajenas, en las que ha trabajado en muchas de sus películas, como las que ha hecho con Richard Linklater. “Son asuntos a los que he dedicado gran parte de mi trabajo, pero lo interesante al tratarlos en un libro es que lo hago yo solo. Hay un gozo increíble en colaborar y hacer algo en equipo, pero en la literatura se produce algo muy íntimo”, reflexiona.
Harding, su héroe, cae en las drogas, el alcohol y el sexo. “Es muy difícil retratar el sexo en cine porque enseguida se vuelve pornografía, pero la literatura es un gran lugar donde intentar hacerlo. El protagonista va cayendo por los círculos del infierno, va perdiendo su autoestima y poniendo en cuestión qué es la masculinidad”. ¿El #Metoo ha influido algo en este libro? “Creo que quizá ha cambiado cómo los lectores lo leen, hace 20 años lo habrían hecho de una manera distinta. He querido escribir sobre qué es un buen o un mal tipo y me preguntaba cómo narrar la historia de uno malo”. ¿Ha guardado diarios? “Sí, llevé un diario hasta casi los 40 años”, reconoce. Ahora dice sentirse como “un viejo actor, pero un joven escritor, con la misma sensación de vulnerabilidad que un principiante”.
La fama es otro de los temas que toca en el libro desde el arranque, cuando un taxista recoge al protagonista del aeropuerto y le sermonea sobre su vida, ya que conoce su situación personal gracias a las revistas del corazón. ¿Pasa uno de aborrecer la fama a sentir pánico a ser olvidado? “Cuando era joven me daba más vergüenza lo que otra gente podía pensar de mí, pero al hacerte mayor te das cuenta de que el interés por ti tampoco dura tanto y me lo tomo con más humor”, dice. ¿Eso le ha permitido perder el miedo a exponerse no solo en el escenario sino también sobre la página? “Pensé que si Melville era capaz de escribir una novela apasionante sobre cazadores de ballenas, se podía hacer algo interesante sobre actores. Lo que resulta extraño con la fama es que nunca causas una primera impresión; cuando te presentan o te cruzas con alguien esa persona ya tiene una idea o una opinión de ti. Si no quieres vivir aislado y te gusta mezclarte, se produce esta dinámica extraña, y ahí puedes acabar tratando al intérprete que eres como si fuera otro y hablar de ti mismo en tercera persona. Eso es que te estás volviendo loco”, concluye con una carcajada. ¿A él le interesa la vida de otros actores? “Hubiera dicho que no, pero después de hacer el documental sobre Paul Newman y Joanne Woodward, Las últimas estrellas de Hollywood, supongo que sí, me interesa el oficio, la manera que cada uno tiene de contar historias y cómo los actores tratamos de comprendernos a nosotros mismos”.
La discusión sobre quién tiene derecho a interpretar qué papel o a escribir en un libro e imaginar la vida de una persona de otra raza o sexo ha ido escalando en estos últimos años. Como actor y escritor, ¿qué opina de esto? “Probablemente, esto se deba a que el mundo necesita algo de verdad, y hay algo emocionante en la autenticidad, pero habría que determinar qué es lo auténtico. Creo que el debate es importante, pero, como dijo Emerson, yo siento que nací en medio de una escalera y no acabo de ver lo que está por llegar”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.