_
_
_
_

Enorme, mutable e inesperado: así es el nuevo icono cultural del Reino Unido

Mánchester acoge la inauguración del mayor edificio dedicado a las artes en Gran Bretaña desde la Tate Modern, un lugar transformable capaz de acoger danza, teatro o música ante 5.000 personas

Exterior del edificio Aviva Studios, en Manchester, en una imagen cedida por OMA y Factory International.
Exterior del edificio Aviva Studios, en Manchester, en una imagen cedida por OMA y Factory International.Marco Cappelletti
Anatxu Zabalbeascoa

The Matrix bailado. Así imaginó el director Danny Boyle el espectáculo que el pasado sábado sirvió para presentar en Mánchester, además de inaugurar, un edificio con dos escenarios conectados. Se trata de un espacio inesperado, tan versátil que se siente vivo y que, como las personas, tiene en su naturaleza el ser muchos a la vez. Aviva Studios, la nueva sede de Factory International (la productora detrás del bienal Mánchester International Festival) es, con 13.350 metros cuadrados, el mayor edificio cultural que se inaugura en el Reino Unido desde la apertura de la Tate Modern en el banco sur del Támesis londinense. Acogerá todo tipo de artes escénicas en dos recintos: The Hall, un auditorio con 1.600 asientos y capacidad para 2.000 personas de pie, y The Warehouse, un sorprendente espacio donde cabe “un Boeing 747 a lo largo y cuatro autobuses double decker apilados a lo alto”, señala John E. McGrath, director artístico de The Factory. Traducido a coordinadas espaciales, el mayor de esos recintos mide 75 metros de ancho, 35 de profundidad y 21 de altura. Ambas estancias están unidas por un escenario de profundidad variable. Y de altura también variable. Y eso, la altura cambiante, es la clave para su adaptación como espacio musical o teatral.

La transformación la consigue un techo móvil. “Pero la movilidad no es aquí el espectáculo”, se apresura a anotar su arquitecta Ellen Van Loon, una de las ocho socias del estudio de Róterdam OMA. Lo que cuenta es que el movimiento del techo no es un espectáculo en sí mismo —como sucede en algunos edificios recientes firmados por Calatrava o Diller Scofidio—; es, específicamente, un servicio. Y necesita tiempo —dos horas— para materializarse. El proscenio del escenario puede también desaparecer convirtiéndose en foso para una orquesta de 80 músicos. Pero, de nuevo, de forma mecánica, con grúas más que con botones. Las butacas de la platea pueden desaparecer tragadas por el suelo para despejar ese espacio y multiplicar su aforo. Con todo, es importante entender lo que aclara Van Loon: “En este edificio la movilidad no es una atracción en sí misma”. “El espectáculo es lo que se puede hacer dentro con un edificio tan mutable que se puede comparar con un lienzo en blanco”, señala.

Uno de los espacios interiores del edificio Aviva Studios, en Manchester, en una imagen cedida por OMA y Factory International.
Uno de los espacios interiores del edificio Aviva Studios, en Manchester, en una imagen cedida por OMA y Factory International.Marco Cappelletti

Y tiene razón. Es cierto que la versatilidad es el motor, no la forma, de Aviva Studios. “Convertir el movimiento en reclamo resulta caro. Se presta a demasiados fallos y transforma los edificios en un espectáculo circense”, insiste. La verdad es que aquí todo se mueve mecánicamente. Estamos en un espacio sorprendente, repleto de posibilidades que funciona con tecnología low tech, en sus cambios, y high tech en las proyecciones, iluminaciones y espectáculos que acoge. El movimiento de las partes (muro aislante, asientos desplazables y doble cubierta interna) es un recurso para ampliar el uso del edificio y hacerlo casi ilimitado en sus posibilidades espaciales y acústicas. “Lo más importante de Aviva Studios es lo que no se ve”, continúa diciendo la arquitecta. Y, aunque la marca del diseñador Ben Kelly queda patente en la singular convivencia de colores que subrayan escaleras o delimitan la tienda, es cierto que no es solo que la movilidad sea un recurso interno, entre bambalinas. En este inmueble, el espectáculo está más en lo que permite la arquitectura —convertida en artefacto— que en lo que formalmente han levantado los arquitectos. La nueva sede de Factory International es, se podría decir, un edificio sin arquitecto. Al menos sin arquitecto visible.

Por eso es un inmueble preparado para el futuro. Esa disposición a servir a los que están por llegar fue clave en el concurso —abierto— que ganó el estudio holandés fundado por Rem Koolhaas. Ellen Van Loon, por su parte, se estrenó en dicho estudio firmando A Casa da Musica de Oporto, un hito tanto musical como urbano y arquitectónico. Y la sombra de ese inmueble se intuye en una de las caras de este nuevo edificio. Una, porque otra de las sorpresas del inmueble es que el conjunto no tiene una fachada principal. Son varias partes las que dan la cara y contribuyen a mostrar, a la Mánchester, una personalidad dinámica, vibrante, poliédrica.

Así, aunque notable y vistoso, exteriormente el edificio es más una respuesta urbana que un inmueble monumental. Tiene una fachada expresiva, compuesta por un collage, una suma de chapa corrugada de acero inoxidable que forma una expresiva cara junto al río Irwell y otra, más institucional, de fibrocemento con, una celosía de columnas que ensalzan la entrada principal volcada hacia el nuevo barrio residencial de St. John’s.

Uno de los espacios interiores del edificio Aviva Studios, en Manchester, en una imagen cedida por OMA y Factory International.
Uno de los espacios interiores del edificio Aviva Studios, en Manchester, en una imagen cedida por OMA y Factory International.Marco Cappelletti

Si en el interior la versatilidad y la capacidad de los espacios para transformarse —con la marca Koolhaas de cortinajes, colores y dinamismo: el acceso es el bar y a la vez puede ser otro escenario—, fuera el clima lo marca la invitación a entrar. Convencidos de que un edificio puede cambiar la actitud de las personas, se diría que Aviva Studios es una invitación a entrar. En lugar de disuadir, levantando un muro entre la alta cultura y la vida de barrio, los recursos gráficos, de mobiliario y arquitectónicos —asientos públicos, espacios para pasear, mesas de picnic coloreadas— casi ambicionan cambiar el clima lluvioso de Mánchester para lograr cercanía con su nuevo centro de artes escénicas. El color es clave en los subrayados de este inmueble. Y denota colaboración entre los arquitectos, el Ayuntamiento y los diseñadores. No sólo el río de la ciudad bordea el edificio, también una calle, hoy peatonalizada, lo atraviesa en su planta baja. De modo que la forma, llamativa, nace de la necesidad de adaptarse, levantarse y dejar pasar. Esa posición, humilde, de servicio, marca el carácter del edificio.

Eso, y la tecnología oculta, insiste Van Loon: “Este es un centro para la próxima generación. Ofrece la oportunidad de atreverse a ser diferente”. Es incompleto porque está plagado de posibilidades. Ha privilegiado lo que quieran hacer con él que ser algo.

Nacida y criada en Róterdam, Van Loon ha vivido en Pekín —donde trabajó en la sede de la televisión china en 2012— o en Catar, donde dibujó la Biblioteca Nacional en 2013. Por uno de sus primeros proyectos en OMA, la sede de la Embajada holandesa en Berlín (2003), obtuvo el Premio Mies van der Rohe. Con todo, siendo de Róterdam, explica que su relación con Mánchester ha sido cercana. “Mi ciudad ha vivido, como Mánchester, un proceso de regeneración industrial. Eso cambia las reglas. Uno puede ver zonas abandonadas y edificios en desuso u oportunidades para reconectar y reformular la ciudad”.

Eso es lo que Aviva Studios ofrece: reconexión. En medio de una urbe ecléctica en la que los tranvías ruedan por un centro urbano peatonalizado a la vez que atraviesan edificios. En una ciudad donde la huella industrial, y los edificios fabriles de ladrillo del siglo XIX, convive con los nuevos rascacielos de muro cortina, este centro de artes escénicas ha sabido hacer del collage una herramienta, del eclecticismo una distinción y de la versatilidad, y la capacidad para adaptarse, una marca. Sirve para lo que todavía no está pensado. El sábado 18 estaba lleno. El espectáculo —Free your mind— tenía nivel internacional. El público era local. La gente vibraba con una versión vanguardista de The Matrix. Y el edificio parecía hecho a la medida de esa ambición.

Otra fotografía del edificio Aviva Studios, en Manchester, en una imagen cedida por OMA y Factory International.
Otra fotografía del edificio Aviva Studios, en Manchester, en una imagen cedida por OMA y Factory International.Marco Cappelletti

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_