Los símbolos del poder sobre ruedas: carruajes, sillas de montar y dos coches de Franco en la primera exposición de la Galería de las Colecciones
La muestra ‘En movimiento. Vehículos y carruajes de Patrimonio Nacional’ reúne medios de transporte usados para resaltar la magnificencia de quien ostentaba el poder
La monarquía española, como cualquier otra, no solo ha hecho ostentación de su poder en palacios con salones presididos por deslumbrantes tronos, sino que cuando esos reyes tenían que desplazarse, también querían que su majestad se exhibiese ante cualquier súbdito que se cruzase con ellos. Vehículos que han representado el poder, carruajes, literas, sillas de montar o dos Mercedes-Benz que pertenecieron al dictador Franco integran la primera exposición temporal de la Galería de las Colecciones Reales, el nuevo museo de Madrid, que abrirá al público el 29 de junio, con obras de Patrimonio Nacional que recorren cinco siglos de arte e historia de los reyes de España.
La primera pieza, más básica, de esta colección de “tronos rodantes”, como los ha descrito este miércoles la comisaria de la muestra y conservadora de carruajes de Patrimonio Nacional, Isabel Rodríguez, es la litera en la que se trasladaba al emperador Carlos V cuando la gota que sufría le impedía ir a caballo. Esta estructura, de madera, cuero, lino, hierro y cobre, se enganchaba con dos varales a dos mulas, una delante y otra detrás, para transportar al monarca. La mandó traer desde Alemania en 1552, cuando tuvo que salir de Innsbruck (Austria) enfermo de gota.
La exposición, titulada En movimiento. Vehículos y carruajes de Patrimonio Nacional, con medio centenar de piezas, podrá verse hasta junio de 2024 y es un paseo en orden cronológico organizado en tres galerías, con entradas desde la central a las laterales, lo que a veces dificulta seguir ese hilo temporal. “Es una colección poco conocida, con obras muy suntuosas, decoradas con elementos como el pan de oro y que formaban parte del protocolo”, ha señalado Rodríguez.
El hijo del glotón y gotoso Carlos V, el rey Felipe II, se aficionó a trasladarse en sus paseos por el campo y cacerías en carroza, un vehículo que había surgido en Centroeuropa en el siglo XV, se cuenta en una de las cartelas. Los carruajes tuvieron su razón de ser en la Edad Moderna, cuando las cortes europeas los incluyeron como parte de la escenografía para mostrar la magnificencia de sus monarquías; había que diferenciar al rey de todos los demás. Un motivo más allá de las propias necesidades de traslado. “Los realizaban los artesanos especializados de mayor nivel”, apunta la comisaria. Así, había un maestro de hacer y guarnecer coches, el pintor, el encargado de encerados... Con el tiempo aumentaron los oficios relacionados con las carrozas: ebanistas, guarnicioneros, encargados del cuero; escultores, doradores, broncistas, charolistas, miniaturistas... Nada que ver con la chapa y pintura de hoy.
La época dorada de los carruajes se sitúa entre mediados del siglo XVII y el XIX, especialmente durante el Barroco, con la creciente circulación en las ciudades de los coches de caballos. En París se desarrollaron en el último tercio del XVII las elegantes berlinas, carroza de gala para la nobleza, que además tenía una suspensión más moderna, que le daba mayor estabilidad. Se expone una, de entre 1730-1760, en madera tallada y dorada, hierro y con el interior en terciopelo bordado con hilo dorado. Las puertas están decoradas y la madera, tallada con motivos vegetales. Un delirio rococó.
Como aquellos que se exhiben hoy en un descapotable, en el XIX se estilaba el landó, un coche de caballos descapotable, que podía cerrarse si hacía rasca. Se muestra uno en elegante cuero negro decorado en bronce dorado. Es también una etapa que se beneficia de las innovaciones técnicas de los ingleses: lanzas de acero para hacer estos medios de transporte más resistentes, resortes con muelles y ruedas con llantas de una sola pieza. Junto a algunas carrozas hay también óleos, como El Palacio Real de Bruselas, de Pieter Brueghel el Joven, de hacia 1627, que representan comitivas, y pantallas táctiles para detenerse en el rico acabado interior de los vehículos.
Casi al final hay dos elegantes trajes de palafrenero, de la segunda mitad del XIX, en seda, lana, metal y cuero, para estar a tono con los vehículos; y el carruaje infantil, de 1831, en el que echó los dientes la reina Isabel II. Un cochecito pensado para ser tirado por perros o carneros y decorado con pinturas que representan a Apolo y Diana en sus carros.
Su padre, el felón Fernando VII, del que se expone una silla de montar de gala, quiso reverdecer las Reales Caballerizas, que habían perdido casi todos sus efectivos durante la Guerra de la Independencia. Mientras perseguía y encarcelaba a los liberales durante la década ominosa (1823-1833), encargó tres lujosos coches a los maestros carroceros madrileños Julián González y Fernando Rodríguez: el Landó de Bronces, el Coche de Caoba (una berlina de 1829 decorada en bronce dorado, que en su parte delantera presenta esculturas con una alegoría de la monarquía española) y el Coche de la Corona Real. “Se conservan espléndidamente”, según Rodríguez.
Ya en el siglo XX, durante el reinado de Alfonso XIII (1902-1931), se mantuvieron las carrozas, pero para ceremonias, como su boda con Victoria Eugenia de Battenberg en Madrid, en mayo de 1906, o para que los embajadores presentasen sus credenciales al monarca. Es la hora en que el automóvil desplaza a los caballos.
La presidenta de Patrimonio Nacional, Ana de la Cueva, ha explicado que “esta colección de carruajes es una de las mejores del mundo” y que algunas de estas obras pasarán al futuro Museo de Carruajes, que está en los jardines del Campo del Moro, en el recinto del Palacio Real, cuando esté acondicionado para reabrir. La fecha prevista para esta operación es 2027 y cuenta con un presupuesto de 10 millones de euros. La visita a esta exposición será gratuita pero incluida en la general de la Galería de las Colecciones Reales (14 euros, 7 la reducida).
La exposición, con la colaboración de la Fundación Santander, da un salto en el tiempo y finaliza en el siglo XX con dos cochazos que sobresaltan, después de tanta rueda refinada, al saber quiénes fueron sus fabricantes y quién los disfrutó. Ambos se exponen habitualmente en la Sala histórica de la Guardia Real (El Pardo). Un Mercedes-Benz Especial todoterreno, regalo que entregó el embajador nazi a Franco, el 24 de enero de 1940. Un ejemplo de propaganda para exhibir la potencia militar e industrial alemana. Y el Mercedes-Benz 770, de comienzos de los años cuarenta, blindado, que el Ministerio del Ejército compró a la Alemania de Hitler para Franco. De este modelo se fabricaron 88 y solo ocho blindados. Tiene siete plazas, ocho cilindros, 155 caballos de vapor de potencia y es de un color negro acorde con los personajes de su historia.
Babelia
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