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La Hispanic Society reabre sus puertas y se suma a la celebración de los años dedicados a Sorolla y Picasso

La centenaria institución, sometida durante los últimos seis años a un proceso de renovación, es el buque insignia de la cultura hispanoamericana en EE UU

María Antonia Sánchez-Vallejo
El óleo 'Niños en la playa', pintado por Sorolla en 1908, en la Hispanic Society de Nueva York
El óleo 'Niños en la playa', pintado por Sorolla en 1908, en la Hispanic Society de Nueva York.Ángel Colmenares (EFE)

Solventado el conflicto laboral que en abril frustró el calendario previsto de inauguración, la Hispanic Society (HS), el buque insignia de la cultura hispanoamericana en EE UU, ha abierto por fin al público su ala principal, en la que se incluye la icónica galería de Sorolla, a tiempo para conmemorar el centenario de la muerte del pintor valenciano. La reapertura del edificio principal del viejo caserón del norte de Manhattan, a orillas del río Hudson, es la avanzadilla de un proceso de renovación que ha mantenido cerrado el museo durante años y que actualizará por completo la vetusta sede de una institución centenaria.

Junto a la monumental Visión de España de Joaquín Sorolla, pueden verse también una pequeña muestra del artista cinético venezolano Jesús Rafael Soto, en el centenario de su nacimiento, y una relectura del pintor afrohispano Juan de Pareja, pocas semanas después de la exposición que le dedicara el Museo Metropolitano de Arte (Met) de Nueva York. Una selección de joyas diseñadas por Luz Camino desde los años setenta completa la oferta inaugural, con la idea de mostrar en el futuro la desconocida colección histórica de joyería de sus fondos. En otoño, la HS se sumará al año Picasso con una muestra dedicada a la inspiración que La celestina ejerció en su obra y con programación suplementaria al respecto.

El plato fuerte de la renovación es, cómo no, la Visión de España, nombre que recibe la serie de 14 grandes óleos encargados por el fundador de la HS, el filántropo Archer M. Huntington, a raíz del éxito cosechado por dos exposiciones del pintor español en 1909 y 1911, y que Sorolla pintó entre 1912 y 1919. Desde entonces, la institución se convirtió en el hogar del valenciano en Nueva York y, por extensión, en EE UU, y de hecho fue incluso más popular en el país norteamericano. Pero la muestra va mucho más allá de esa descripción etnográfica, costumbrista, de las regiones españolas, para incluir al Sorolla retratista, al autor de las célebres marinas -se exhiben dos escenas de playa- y también del primer cuadro suyo adquirido por Huntington, el titulado Los pimientos, de 1903, no demasiado conocido pero impactante.

El director de la Hispanic Society, Guillaume Kientz, junto al retrato de Juan de Pareja.
El director de la Hispanic Society, Guillaume Kientz, junto al retrato de Juan de Pareja. Ángel Colmenares (EFE)

Lejos del circuito museístico de Nueva York, pero en el corazón de la comunidad hispana de la ciudad, la HS está obligada a reinventarse si quiere cumplir otro siglo más. Por volumen, es uno de los tesoros culturales de la ciudad (con 900 pinturas y más de 6.000 acuarelas y dibujos, sin contar libros, fotografías, escultura, artes decorativas… hasta un total de 750.000 piezas), pero atrae a pocos visitantes. Sus almacenes entrañan sorpresas, como el poco conocido retrato de Juan de Pareja de un gentilhombre, que se exhibe ahora en una sala adyacente al patio principal. Siempre en torno a Velázquez, de quien fue esclavo y aprendiz, el apasionante redescubrimiento del pupilo como un artista de primera categoría se desgrana en la muestra En busca de Juan de Pareja: de Arturo Schomburg a Jas Knight. Se trata de un diálogo entre una de las copias de su retrato -atribuido inicialmente a Velázquez, luego al estilo de Juan Bautista Martínez del Mazo, yerno del maestro- y una copia contemporánea del mismo, obra del artista y copista Knight. La presentación es muestra del creciente interés por Pareja y su reivindicación como pintor con nombre y apellidos, pero también como símbolo del mestizaje de la España del siglo XVII.

La ambiciosa tarea de renovación total de la HS “permitirá al museo atender a un público más amplio y apoyar la obra de artistas contemporáneos vivos, que era una parte vital de la misión de Archer Huntington cuando fundó el museo” en 1904, explica Guillaume Kientz, director la Hispanic Society. “Queremos fomentar más proyectos e iniciativas comunitarias en los espacios renovados. El museo será un recurso y una oportunidad para la comunidad circundante [mayoritariamente hispana] así como para los neoyorquinos en general”.

Autorretrato de Joaquín Sorolla en la muestra conjunta del pintor valenciano y el artista venezolano Soto.
Autorretrato de Joaquín Sorolla en la muestra conjunta del pintor valenciano y el artista venezolano Soto. Ángel Colmenares (EFE)

En el fomento de la obra de artistas vivos, destacan la citada incorporación de piezas de joyería de Luz Camino a los fondos de la colección, y la presencia de la copia de Jas Knight, que se parece como una gota de agua al original, que ha generado preguntas durante años: se consideraba obra de Velázquez antes de la aparición del auténtico, pintado en 1650 y que el Met adquirió en 1971. Comisariada por Madeleine Haddon, conservadora del Victoria & Albert Museum de Londres, la pequeña muestra dedicada a Pareja pretende resaltar “el enfoque transhistórico e intercultural de la colección de la Hispanic Society”. Como un símbolo del aggiornamento de la institución, la yuxtaposición de esa copia del retrato de Pareja realizada por alguien muy cercano a Velázquez, y la perfecta copia “de un artista vivo […] es un excelente ejemplo de lo que podría ser el futuro compromiso entre la colección del Museo y los artistas vivos”, ha explicado Haddon. Knight, afincado en Brooklyn, ha mantenido a lo largo de su carrera un diálogo con maestros de la pintura, incluidos algunos clásicos de la colección del museo, como Velázquez, Sorolla, el estadounidense Sargent y el propio Pareja.

Para finalizar la visita, la Galería de Esculturas del patio principal se ha abierto también al público por primera vez en seis años. Se trata de dos de los tres monumentos que componían el conjunto funerario que Beltrán de la Cueva, primer duque de Alburquerque, mandó erigir en la iglesia de San Francisco de Cuéllar, las llamadas tumbas de San Francisco. Tras la desamortización, el arte que albergaba el templo se dispersó y Huntington adquirió los relieves en 1906, dos años antes de que el museo abriera al público. De estilo renacentista, la visita a las esculturas justifica por sí sola la visita al viejo caserón a orillas del Hudson.

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