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Dorantes, cómo hacer un disco de piano flamenco al revés

El músico estrena en Madrid su nuevo álbum, ‘Identidad’, grabado en directo en Sevilla tras dos años de rodaje

El pianista Dorantes, retratado en Sevilla el pasado lunes.
El pianista Dorantes, retratado en Sevilla el pasado lunes.Alejandro Ruesga

“La idea de este disco era, desde el principio, hacerlo al revés”, sorprende Dorantes (Lebrija, Sevilla, 53 años) al referirse a su nueva grabación, Identidad (Flamenco Scultura), un disco de piano solo registrado en riguroso directo durante un reciente concierto en Sevilla, que presenta hoy sábado en los Teatros del Canal de Madrid, dentro de la programación del festival Suma Flamenca. Con ese “al revés”, el pianista alude al proceso creativo de una obra que tuvo un primer avance hace dos años en la XXI Bienal de Flamenco de Sevilla. “A partir de ahí”, continúa, “empecé a girarla y he estado en muchos sitios de Centroeuropa, también de aquí, en lugares de música clásica y de jazz, pero siempre con una exigencia: que fueran espacios acústicos, para que se escuchara el sonido directo y natural del piano”. Tras una veintena de conciertos, el autor ha sentido que había hecho suyo el proyecto y ha decidido grabarlo.

Explica Dorantes que con Identidad ha querido ir al centro, a la raíz: “Me apetecía darle al público lo más natural, lo más puro del ser humano, de la creación, de la improvisación, de buscar la nota adecuada en el momento, y ello a través de un viaje hacia mí mismo y hacia mis recuerdos y, a la vez, hacia la gente. Puede existir una necesidad de recogimiento, pero también necesitaba abrirme a la audiencia. He querido hablarles con la música de la forma más natural posible y desde dentro”. La obra, así, se presenta con una decidida desnudez en forma y fondo, y una cierta espiritualidad que el autor confirma: “Desde que yo tiro de mi ser más interior, se convierte en algo muy espiritual. Juego con los silencios, con los volúmenes y con todo lo que me permita expresar esa sensibilidad”.

El concierto se estructura a través de seis piezas que se corresponden con estilos flamencos concretos. Cada uno de ellos sirve de vehículo para la expresión y recreación de momentos escogidos de la propia biografía del músico. Un descubrimiento de la niñez, como una escapada en bicicleta, se expresa con los redondos arpegios de una rondeña, La hazaña. La soleá y la bulería de La Corredera recrean las vivencias de las fiestas familiares en Lebrija con sus tíos Vicente y Juan (El Lebrijano), su abuela María (La Perrata), su padre Pedro Peña…. Con la granaína Arriba en el monte nos encontramos con el segundo hallazgo, el de un bandoneón hallado entre los objetos encontrados en una mudanza. La Puerta es la que se abre con la llegada de una antigua pianola a la casa familiar y va en clave de unas alegrías con tiempo cambiado, mientras que la seguiriya El Paso simboliza un tránsito decisivo, el que va de la guitarra flamenca, en la que se había formado, al estudio del piano académico con su ingreso en el Conservatorio. Por último, los tangos La ciudad suponen una abstracción de sus vivencias por ciudades de medio mundo. En la grabación, a modo de bonus track, se incluye una versión del tema Orobroy, todo un himno, de su primera grabación del mismo nombre (1998), que fue improvisada a modo de bis al final del concierto en el que se registró el disco.

Aunque el pianista afirma haberse sentido libre con sus obligaciones rítmicas y armónicas, son estilos muy concretos los que alimentan las composiciones de la obra. La interpretación que hace Dorantes trasciende, sin embargo, el propio flamenco y sugiere una aspiración de universalidad al combinar “lo particular con lo universal”, en sus propias palabras. “Tiene que ver con mi forma de ser, con mi actitud ante la música y ante la vida. Parto de la raíz, pero creo mucho en el diálogo, en un pensamiento universal ante la música”. Algo que no resulta extraño en un compositor que absorbió de forma natural un lenguaje flamenco al que se suma la formación académica clásica y, también, la más vanguardista, junto a una permanente curiosidad y una predisposición abierta para con toda clase de culturas musicales. En la conversación aparecen, así, de forma casual, nombres que van de Béla Bartók a Stravinsky, de Debussy a John Cage o a pianistas como Keith Jarret o Brad Mehldau, por los que confiesa admiración.

Dorantes durante su concierto en el Festival Internacional de las Minas de La Unión de 2021.
Dorantes durante su concierto en el Festival Internacional de las Minas de La Unión de 2021.Marcial Guillén (EFE)

“Tengo mucho de todos ellos”, reconoce. “Son cosas que están ahí y que van saliendo. Como suelo decir, tengo muchas melodías y armonías en el saco y tiro de ellas en el proceso de improvisación, porque, aunque en cada tema hay una columna vertebral y tengo unos puntos a los que me dirijo, de un punto a otro es todo improvisación, y ese ejercicio de crear sobre la marcha se nutre de muchas fuentes, algunas de mi cosecha, otras prestadas”.

Con Identidad, Dorantes alcanza su séptimo trabajo de creación propia, dos años después de la publicación de La Roda del Viento (2020), una obra dedicada a la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano, que —con acompañamiento de orquesta de cámara, coral y percusión— tuvo un tono diametralmente opuesto a la presente. Con esta, además del cambio de registro (piano solo acústico, desnudez…), el creador intuye un camino muy atractivo: “La actitud de ponerte ante el piano y empezar a construir y a componer en el momento, sin tener demasiadas cosas planificadas, siempre me ha interesado muchísimo. Es un camino muy natural y este proyecto tiene mucho de eso. Quizás sea el primer paso en ese sendero”.

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