‘Pan y toros’, la zarzuela que dirige Juan Echanove, como emblema de un país fallido
Es mérito de Echanove contar la historia sin deslocalizaciones absurdas, en donde se dan la mano la citada referencia goyesca con momentos corales a lo Valle Inclán
En el siglo XIX se llegó a considerar a Pan y toros como la obra cumbre del gran Barbieri. Ejemplo de zarzuela de amplia ambición, con una temática que combinaba la visión histórica de España con algunos de los arquetipos clásicos de las historias de amor entre intrépidos capitanes y valerosas princesas. Completaba la visión el protagonismo de Goya en un papel hoy inverosímil, pero eficaz en su momento. El tiempo ha modulado tales entusiasmos, si la música de Pan y toros es espléndida (Barbieri siempre lo es), no supera al brío y la inspiración de El barberillo de Lavapiés, por ejemplo. En cuanto a la historia que cuenta el libreto de Picón, sus logros se han ido difuminando ante la evidencia de que ni Goya pudo ser así ni tampoco Jovellanos, ni los toreros Romero, Costillares y Pepe-Hillo. Ni, por supuesto, la época.
Permanece, no obstante, un impulso, casi una furia regeneracionista compañera de una frustración ante los males casi incorregibles de nuestro país. Y si habíamos pensado que nuestro presente había dejado atrás tales fatalidades, la última década parece haber resucitado a esos reyes tarambanas, esas camarillas cortesanas siempre conspirando, ese pueblo tan bueno por las mañanas como despistado por las tardes y alucinados por las noches.
Así que parece que los males crónicos de un país que ya no se distrae con pan y toros, pero sí con otras cosas es de nuevo “el problema de España”. Así lo ha entendido Juan Echanove que, partiendo de la iconografía de Goya, recrea una realidad negra que, no por ubicada en el final del siglo XVIII, resulta menos actual. Es mérito de Echanove contar la historia sin deslocalizaciones absurdas, en donde se dan la mano la citada referencia goyesca con momentos corales a lo Valle Inclán. Un acierto de alto calado que solo peca de algunos excesos en la aglomeración de bailarines, mucho más modernos que el resto, y algún movimiento de grupos que sobrecarga de símbolos una historia ya muy llena de significados.
La pertinencia de esta recuperación es muy notable. Pan y toros nació en este mismo Teatro de la Zarzuela en 1864, y pese a su gran éxito, no se ha prodigado en el teatro que casi nació como un sueño de Barbieri, su última aparición fue en 2001. Es un hecho que es una zarzuela difícil y de amplios medios, pero, ¿dónde si no aquí debe reponerse un título como este con más frecuencia?
La presente producción tiene muchos aciertos y pocos lunares. Además de la ya citada puesta en escena de Echanove, hay que elogiar la labor del director musical García Calvo, así como del coro titular, tan presente en Pan y toros. García Calvo maneja, además, una edición crítica del más significado barbierista español, Emilio Casares en colaboración con Xavier de Paz.
En cuanto al reparto destaca la homogeneidad. Si se exceptúan las dos voces femeninas principales, que tienen unos delicados momentos de agilidad al final de la zarzuela, el reparto es muy coral. Quizá por ello destacan los variados conjuntos vocales, piezas maestras de Barbieri, en los que hasta ocho voces nos recuerdan que para el compositor madrileño la zarzuela era ante todo un teatro musical no muy alejado de la ópera. En cuanto a la calidad vocal del reparto (hablo del primer reparto, por supuesto), es muy de agradecer, aunque haya que señalar los sobresaltos del tenor característico, Enrique Viana, que hace suyo uno de los personajes de mayor fantasía, el Abate Ciruela, y que sale airoso de casi todos los registros, pero que adolece de carencias en agudos que lastran un papel de mucho brillo en la partitura.
Pan y toros
Música, Francisco Asenjo Barbieri; libreto, José Picón. Dirección musical, Guillermo García Calvo. Dirección de escena, Juan Echanove. Escenografía y vestuario, Ana Garay. Reparto: Doña Pepita: Yolanda Auyanet / Raquel Lojendio; Princesa de Luzán: Carol García / Cristina Faus; Capitán Peñaranda: Borja Quiza / César San Martín; La Tirana: Milagros Martín; Goya: Gerardo Bullón; Duquesa: María Rodríguez; Abate Ciruela: Enrique Viana; Corregidor Quiñones: Pedro Marí Sánchez; Pepe-Hillo: Carlos Daza; Pedro Romero: Pablo Gálvez; Costillares: José Manuel Díaz; El General: Pablo López; Ciega: Lara Chaves; Padre ciego: Sandro Cordero; Santero: Alberto Frías; Jovellanos: César Sánchez; Niño ciego: Julen Alba. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela. Director: Antonio Fauró. Del 6 al 23 de octubre. Teatro de la Zarzuela, Madrid.
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