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FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El flamenco le canta a la memoria histórica

El cantaor David Lagos presenta en la Bienal de Sevilla una obra musical en la que los estilos denuncian hechos de nuestro pasado

David Lagos, en un momento de su actuación en 'Cantes del silencio', el 11 de septiembre en la Bienal de Sevilla.
David Lagos, en un momento de su actuación en 'Cantes del silencio', el 11 de septiembre en la Bienal de Sevilla.RuizCaro

Resulta difícil definir la propuesta de un cantaor que no se limita a ofrecer un recital —lo que le sería propio— y presenta un espectáculo que lo contiene (el recital), pero dentro de un concepto musical muy definido y un discurso comprometido hasta la médula. La historia demuestra que el cante es libre y abierto, y que en él pueden caber muchas cosas, que es cuestión de trabajarlo, de no limitarse a los esquemas prefijados y de crear con una libertad que no tiene por qué suponer infidelidad a una tradición que se respeta. Ese difícil equilibrio —con su gravedad y compromiso, con sus músicas experimentales que no olvidan la raíz, con dolor y unas gotas de alegría— se pudo percibir en Cantes del silencio, el perfilado trabajo que David Lagos presentó este domingo en la Bienal de Sevilla.

Este cantaor jerezano ya sorprendió en la Bienal de 2018 con el avance de lo que iba a ser su tercera grabación, Hodierno, un disco conceptual con fuerte presencia de música electrónica. La grabación se convertiría en la inspiración y sustento sonoro del espectáculo ¡Fandango!, de la compañía del bailarín y coreógrafo David Coria, que, presentado en la anterior edición de la cita sevillana, consiguió tres premios Giraldillo. Cuatro años después, Lagos ha vuelto a Sevilla para presentar su cuarto proyecto discográfico, que aborda con un registro musical distinto y con una narración que, posiblemente, suponga el más valiente y flamenco alegato reivindicativo sobre la memoria histórica que recordamos. Todo ello construido sobre la base de una rica variedad de cantes que se encuentran insertados en un relato que no deja de sorprender.

Nada más empezar, evocó las ejecuciones a garrote vil de la Mano Negra en el Jerez de finales del XIX con una trilla que luchaba con la gravedad creciente del saxo barítono en un ejercicio que buscaba la extenuación. Sin apenas descanso, tras la denuncia del silencio de las cunetas, se entregó a una creación que resultó central: rescató luctuosos hechos de la Guerra Civil, como la denominada Desbandá de Málaga o los fusilamientos de El Saucejo (Cádiz), para reivindicar, en clave de soleá apolá, que “el Sur tiene su Guernica del que nadie quiso hablar”. Una nueva referencia al silencio dio paso a la danza de Isabel Bayón, íntima y recogida, dolida y muy en sintonía con la atmósfera creada, intensa y de emociones cruzadas.

Isabel Bayón en una escena de 'Cantes del silencio'.
Isabel Bayón en una escena de 'Cantes del silencio'.RuizCaro

A esa altura de la obra, se hacía necesario un respiro. La salida de Bayón moviendo ya la cadera al son que le marcaba el saxo pudo ser el puente. David añadió aires alegres con fandangos del folclore de Málaga y, tras el toque de Alfredo Lagos, concluyó la tanda con una malagueña. La distensión, sin embargo, no olvidaba el tema principal y los dos Lagos abordaron una creación libre del autor sobre el poema No quitadme la memoria. Sorprendentemente, la interpretación concluyó con un juego de voces inquietante: un extracto de discurso de Queipo de Llano posterior al golpe de Estado de la Guerra Civil. La voz del general retumbaba aún en la sala cuando apareció Melchora Ortega para poner por rumba un tono festivo en tiempos tan sombríos. Nadie como ella para el propósito. Pero el cantaor no cejó en el empeño: con el acompañamiento del clavicordio de Rojas-Marcos (sus cuerdas pulsadas sonaban a guitarra añeja) se lanzó al cante de la seguiriya para quejarse a La Virgen Macarena y al Jesús de la Sentencia por la permanencia de los restos del general franquista en su basílica. Las cantiñas acercaron el final con el sabroso baile de escuela que representó Bayón, un elevado trabajo de brazos que dio gusto volver a ver. Llegaron por fin las bulerías de Jerez, con un juego verbal ininteligible del cantaor (Requetereich) y un alegato final contra el silencio y el miedo.

La obra había sido intensa, dura por momentos, pero la satisfacción artística aligeró cualquier peso. Con estos Cantes del Silencio, David Lagos ha vuelto a construir una nueva obra con un concepto radicalmente distinto al anterior. Juegan en ella un papel fundamental las aportaciones de Alejandro Rojas-Marcos, Juan Jiménez y Antonio Moreno, que constituyen un sostén fundamental en un trabajo con vocación experimental. La guitarra de Alfredo Lagos supone el ancla con la tradición y el cante, pero no solo. En su puesta en escena, las demás contribuciones enriquecen el resultado.

Cantes del silencio

David Lagos, cante. Alfredo Lagos, guitarra. Alejandro Rojas-Marcos, piano y clavicordio. Proyecto Lorca: Juan M. Jiménez, saxofones. Antonio Moreno, percusiones. Melchora Ortega, artista invitada al cante. Isabel Bayón, colaboración al baile. Miguel Téllez, palmas. David Coria, asesoramiento escénico. Miguel González, guion, documentalista e historiador. Antonio García Barbeito, colaboración literaria. Daniel Muñoz, audios en off. José Amosa, sonido. Rubén Camacho, luces.

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