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Un crimen entre plantas y aristócratas cierra la saga policiaca de José María Guelbenzu

Veintiún años y diez libros después el novelista culmina la serie protagonizada por la jueza Mariana de Marco con ‘Asesinato en el Jardín Botánico’

El escritor y crítico José María Guelbenzu, el 5 de julio en el Jardín Botánico de Madrid.
El escritor y crítico José María Guelbenzu, el 5 de julio en el Jardín Botánico de Madrid.INMA FLORES (EL PAIS)
Andrea Aguilar

En el principio hubo un libro atascado y la decisión de “hacer pluma” escribiendo otra cosa. Así nació el personaje de la jueza de instrucción Mariana de Marco, un secundario en No acosen al asesino, la primera novela policiaca de José María Guelbenzu (Madrid, 78 años), que acabó por tomar completamente la escena en la gran apuesta que lanzó el escritor y crítico. Ahora se cumplen 21 años desde que se propuso escribir 10 novelas con De Marco como protagonista, y el ciclo termina con Asesinato en el Jardín Botánico (Destino).

La semana pasada, en el mismo escenario madrileño donde transcurre la entrega final de la saga, Guelbenzu recordó que cuando empezó no había mucho policiaco femenino. Tampoco detectives privados “cultos y con mucho dinero” como en la tradición anglosajona, de ahí que apostara por una jueza de instrucción. Además, frente a la idea clásica de un investigador que nunca cambia, como Hércules Poirot de Agatha Christie, él ha querido que su protagonista evolucionara y la ha acompañado desde los 39 a los 50 años, “un periodo complejo de madurez para una mujer”. Ahí se ha detenido, y aunque la jueza no muere, el final es “duro y dramático”, adelantó el autor, y añadió divertido que, año tras año, se ha ido encontrando con lectores en la Feria del Libro de Madrid que le preguntaban con soltura por De Marco y sus amores como si ella fuera una persona de carne y hueso.

“Estaba harto de detectives cenizos que no acaban de creer en la justicia, no se entienden con su hija y su mujer les engaña”, comentó irónico el novelista. “Por eso Mariana de Marco es bastante optimista, decidida y peleona. No es guapa, pero tiene muy buena pinta y es muy alta, algo que incomoda al machista ibérico”. Es el tipo de mujer que habría entusiasmado a su gran amigo el novelista Juan García Hortelano, añadió en la charla con una decena de periodistas, y por eso Guelbenzu le dedica esta serie de novelas. La construcción del personaje, explicó, le ha preocupado más que la de las tramas que han transcurrido principalmente en un pueblo de Cantabria, aunque esta última sucede en Madrid en uno de sus lugares favoritos de la ciudad. “He venido mucho, incluso a ver cómo podaban para ver si aprendía yo a hacerlo”, contó.

José María Guelbenzu en le Jardín Botánico de Madrid.
José María Guelbenzu en le Jardín Botánico de Madrid. INMA FLORES (EL PAIS)

Ávido lector de novelas policiacas clásicas, director editorial del sello Taurus en los setenta y de Alfaguara hasta 1988, el veterano crítico de Babelia, describió la historia y evolución de este género nacido en la Europa de entreguerras. “Estos libros trataban de alegrar, establecían un juego con normas para que el lector pudiera descubrir quién era el asesino, lo que en el mundo anglosajón llaman Who Dunnit. En los años cuarenta, Dashiell Hammett saca los crímenes del círculo cerrado de un entorno familiar o de amigos y los lleva a la calle”, explicó. Aquello permitió con el paso de los años que las novelas negras se convirtieran en “la gran coartada para hacer crítica social” y que “gente con poca imaginación haya acabado por crear un barullo que, personalmente, no me gusta nada”, afirmó Guelbenzu. Él reniega de “lo sangriento, la perversión absurda y los psicópatas”.

En Asesinato en el Jardín Botánico el crimen es por envenenamiento, y los personajes “tienen posibilidades y casas con jardín”. Las sospechas recaen en un club de amigos del Jardín Botánico, presidido por un aristócrata y del que la víctima formaba parte. La narración de la novela intercala una crónica que escribe la pareja de la jueza, un periodista de investigación que lamenta el giro que han tomado los medios en la era cibernética, y la voz de la propia De Marco que habla en primera persona. “El diálogo es una de las cosas más difíciles en una novela, porque permite crear a los personajes, y ellos son quienes pueden coherentemente expresar las ideas. Como decía una editora que trabajó conmigo: las novelas tienen que tener pensamiento, pero no se tiene que notar. Yo huyo de la crítica social”.

En las dos décadas transcurridas desde que Guelbenzu arrancó con la historia de la jueza De Marco, la novela negra y criminal se ha convertido en un notable fenómeno editorial, repleto de propuestas y subgéneros y con una calurosa acogida por parte del público. Tras posar para las fotos, el autor reflexionó sobre este auge recordando la explicación que ha dado la novelista estadounidense Joyce Carol Oates: todo escritor contemporáneo tiene nostalgia de la novela tradicional y por eso escriben novela negra. “La novela del siglo XIX es de temas, en un sentido amplio. En el siglo XX, después de Joyce y Woolf, el problema central es el lenguaje. El género policiaco es la vuelta a lo convencional, el anhelo del paraíso perdido, de hacer novelas como Dickens”.

¿Y él no volverá a De Marco nunca más? “Enfrentarme al folio en blanco y pensar que voy a pasarme los próximos dos años dedicado a algo que quien lo lea lo terminará en un fin de semana no está en mis planes”, confesó, aunque admitió que está trabajando en dos borradores de novelas que tenía atascados, como hace 20 años.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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