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María Pagés: “A los lugares cercanos se va a seguir yendo, pero a los lejanos… quién va a poder comprar los billetes”

La bailaora y coreógrafa está inmersa en la gira de su último montaje, ‘De Sheherazade’, antes de recibir en otoño el Premio Princesa de Asturias de las Artes

María Pagés, el 9 de junio en el centro coreográfico que lleva su nombre en Fuenlabrada (Madrid). Foto: JAIME VILLANUEVA | Vídeo: EPV
Rut de las Heras Bretín

María Pagés se retrata cuando piensa en el 28 de octubre, el día que recibirá el Premio Princesa de Asturias de las Artes junto a la cantaora Carmen Linares: “Tendré la cabeza en Bilbao, el 29 estrenamos De Sheherazade en el [teatro] Arriaga y es jornada de montaje. Estaré pendiente del móvil. ¡Me da coraje!”. Es una trabajadora de la danza flamenca, como le gusta decir a la bailaora, y esa tarde no será menos. Esta sevillana de 58 años tiene claro que el premio es para el flamenco, que es una manera de homenajearlo. Ella no solo lo homenajea, lo reivindica. Lo hace desde su posición de referente tras casi medio siglo de carrera. Se sabe responsable, con un papel de peso que no le pesa. Tiene un compromiso con la danza y con el flamenco. Lo asume, quiere hacerlo.

Pero esta responsabilidad no la ha adquirido con los años ―en todo caso, ha aumentado―, dice que la sentía desde antes de llegar a Madrid con 15 años. Se mudó a la capital procedente de su ciudad natal, donde ya tenía claro que quería dedicarse a la danza. “Era consciente de que quería ser bailarina. Bailaora. Cuando iba a clase pensaba: ‘Tengo que esforzarme, que superarme’. La disciplina y la seriedad las recuerdo desde niña, con ocho o nueve años; pero no como algo duro”. Ahí comenzó una trayectoria repleta de montajes, de giras, de maestros como Antonio Gades o de papeles en el cine, fue dirigida por Carlos Saura en Carmen, El amor brujo y Flamenco. Las distinciones empezaron a llegar hace años: el Premio Nacional de Danza, la Medalla al Mérito de las Bellas Artes… Y la más reciente, la Medalla de Honor del Festival de Granada, concedida a principios de junio por “su compromiso con la difusión internacional de la danza flamenca y su capacidad de renovar este arte con sus personales creaciones”, motivo similar al que arguyó el jurado del Princesa de Asturias para concederle el galardón. Es el reconocimiento a un trabajo que no cesa.

Un momento de 'De Sheherazade'.
Un momento de 'De Sheherazade'.David Ruano

Ahora está inmersa en sacar adelante De Sheherazade, estrenada en el Liceu de Barcelona a finales de mayo. “Es el momento posparto. La criatura acaba de echar a andar, necesita su crianza y eso conlleva una dedicación”, explica. Desde la capital catalana, la compañía voló a Salzburgo para participar en el Festival de Pentecostés con Oda a la flor del naranjo. Su directora, la mezzosoprano Cecilia Bartoli, dedicó la edición de este año a Sevilla y por primera vez en esas tablas austriacas, cuna de Mozart, sonaron palmas y zapateaos. Pagés destaca una frase que se publicó en la prensa después de su actuación: “Salzburgo demuestra que el flamenco también es arte contemporáneo”. Se sintió entendida. Ese es su objetivo: construir un puente entre tradición y modernidad. Ella tiene el lugar: el Centro Coreográfico María Pagés, en Fuenlabrada (Madrid), donde se realizó esta entrevista el 9 de junio.

Y, de repente, oír hablar a esta coreógrafa de la importancia de tener un sitio digno para crear, de que la danza ha de tener un espacio, una posición que no tiene, es retrotraerse a la habitación propia de Virginia Woolf. A la importancia de ese lugar propio para poder ser conocida y reconocida. A que es más difícil llegar a cualquier sitio si no hay ninguno de donde partir. “No conoceríamos a Velázquez si no hubiera museos que lo acogieran. Con la danza ocurre igual. Damos bandazos, aún se está buscando un lugar para la Compañía Nacional o para el Ballet Nacional. Se necesitan lugares propios para ensayar, que no dependa de la habilidad de cada uno para gestionar su precariedad. No puede quedar en un esfuerzo personal. Falta un entorno institucional que proteja, apoye e impulse la danza. Tenemos el talento, el bagaje cultural, una cultura dancística riquísima, pero no hay voluntad. En las campañas políticas no se habla de cultura y eso ya es un dato”, defiende con vehemencia Pagés. Tras recordar la concesión del León de Plata de la Bienal de Venecia a Rocío Molina ―que coincidió en el tiempo con el nombramiento a Tamara Rojo como directora del Ballet de San Francisco―, o el reconocimiento al flamenco, como ella considera su Princesa de Asturias, le apena pensar que solo sean ráfagas que se quedan en nada.

Un momento de 'De Sheherazade'.
Un momento de 'De Sheherazade'.David Ruano

El día después de esta charla con la bailaora, en el espacio que lleva su nombre y en cuyo desarrollo como lugar de encuentros, de ensayos, de creación, generador y agitador de ideas está totalmente inmersa, tuvo lugar un encuentro nacional de centros coreográficos. Pagés considera fundamental “crear comunidad”: “Para ser más fuertes, para tener un discurso más claro. Entiendo la danza como una creación de creadores, no solo es el coreógrafo y el bailarín, se alimenta de otros muchos profesionales”. Ella crea de manera orgánica: “Todos los elementos forman parte del mismo cuerpo”. Lo explica al contar del proceso de construcción de De Sheherazade: “Compusimos música, introdujimos una voz árabe…”. No hay un primero esto, luego… Los elementos se entremezclan. Como se entremezclan los montajes de su compañía que están de gira. Un engranaje que fundó hace 32 años y que se puede considerar una rara avis por la cantidad de personal que mueve. Su último espectáculo estará en los Teatros del Canal de Madrid del 22 al 26 de junio. El 28 de junio visitará el Festival de Granada ―”¡cómo va a ser esa Sheherazade con vistas a la Alhambra!”, exclama la creadora―. Actuará por primera vez en el Festival de Mérida (del 29 al 31 de julio). Pagés asegura que cualquier montaje en el teatro romano de esa ciudad extremeña es especial, “un reto”.

Tiene otras tantas piezas girando por Málaga, Londres… Habla de Brasil, donde iría con Una oda al tiempo ―como en la capital británica―, pero está en el aire: “Vienen tiempos difíciles, a los lugares cercanos se va a seguir yendo, pero a los lejanos… Se va a perder poder adquisitivo, quién va a poder comprar los billetes”. Como parte del centenario de José Saramago, este verano también en Canarias “bailará y moverá todo lo que la rodea”, como decía de ella el escritor. El 10 de julio homenajeará en Lanzarote la literatura del Nobel portugués con Las tentaciones de Blimunda, personaje de su libro Memorial del convento. Del 13 al 17 de julio estará entre Tenerife y Gran Canaria con Scheherazade.

Las intensas conversaciones sobre su futuro y la posibilidad de no subirse tanto al escenario ―”No es bajarse definitivamente de las tablas, pero quizá no seguir a este nivel, es un esfuerzo enorme. Tengo dolor siempre, pero es algo que forma parte de mí”, explica― se alternan en esta conversación con charlas acerca del aspecto empresarial de De Sheherazade (y las más de 20 personas que trabajan en la obra) y de la parte creativa de esta propuesta, que es vitalista pero aborda el miedo, la violencia, una sociedad cansada, la democracia en proceso de agotamiento. La entrevista se desarrolla en un marco que plasma gráficamente mucho de lo que quiere expresar Pagés: el vestuario que usaron en Salzburgo se seca recién lavado en el patio del centro coreográfico. Estos aspectos más mundanos, como un lugar para tender, un espacio para la lavadora y para guardar el material de la compañía, también forman parte fundamental de la creación.

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