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La herencia de Camarón tiene voz de mujer

Remedios Amaya, La Kaita, La Fabi y Montse Cortés cierran el Festival Flamenco Madrid con un homenaje al cantaor 30 años después de su muerte y reavivan el debate sobre la presencia de las mujeres en el arte jondo

Silvia Cruz Lapeña
Camaron
De izquierda a derecha, La Kaita, Montse Cortés, Remedios Amaya y La Fabi, durante el concierto.Fernando Tribino

El cartel de la gala de clausura del Festival Flamenco Madrid el pasado domingo no podía ser más atractivo: Remedios Amaya, La Kaita, La Fabi y Montse Cortés interpretando temas de Camarón de la Isla en el 30 aniversario de su muerte. Cuatro mujeres fundamentales en el panorama flamenco actual revisitando la leyenda. Días antes del concierto, La Fabi contaba a EL PAÍS sus impresiones por teléfono desde su casa de Jerez. A la cantaora se le notaba un deje de Arcos de la Frontera y “la ilusión enorme” que le hacía formar parte del homenaje. Es la única de las cuatro que no conoció personalmente a Camarón, a pesar de que es fan desde los nueve años y reconoce en él su principal influencia. De fondo, mientras hablaba emocionada de las camisetas que tiene con la cara de su ídolo, de las fotos enmarcadas y de todo lo que en su casa recuerda a Camarón, se podía oír a tres niños reclamándola, un sonido de vida doméstica que la periodista no suele escuchar cuando llama a un flamenco para preguntarle por su próxima actuación.

La escena es cotidiana y elocuente. Remite a algo que la catedrática en Antropología de la Universidad de Sevilla Cristina Cruces Roldán analizó en su investigación Mujeres flamencas: etnicidad, educación y empleo: la diferencia entre esfera privada y pública, una brecha que marcó y aún marca la vida de muchas artistas de lo jondo. En esa división entre los mundos se cuece también “una conciencia sobre lo doméstico que hace sucumbir incluso a las profesionales”, como cuenta la antropóloga recordando el caso de Pastora Pavón Cruz, La Niña de los Peines, que, a pesar de ser “la más grande”, acabó abandonando su carrera para dedicarse a su casa, su marido y su hija. Esa brecha también explica que algunas ni llegaran a profesionales, pues su talento era deseado y celebrado en fiestas familiares, pero no sobre un escenario.

Esa teoría, comprobada con cientos de casos, explicaría también por qué el mito al que se le rinde tributo en 2022 por el aniversario de su muerte actuara con tan pocas mujeres. Un ejemplo es Remedios Amaya, la única a quien se ha comparado hasta la saciedad con el cantaor de San Fernando y a quien se ha llegado a apodar “la Camarona de Triana”. Ella misma contó en una entrevista a Canal Sur que había cantado “tres veces” con él, cifra que Paco Cepero, uno de los guitarristas de Camarón, eleva a “miles”. De ninguna queda registro sobre las tablas.

Montse Cortés, durante su actuación junto con Joni Jiménez (izquierda) y Juan Vargas.
Montse Cortés, durante su actuación junto con Joni Jiménez (izquierda) y Juan Vargas.Fernando Tribino

En la sombra

Es cierto que en estos 30 años de ausencia tampoco ha aparecido otro Camarón, pues, como explicó el crítico Manuel Bohórquez, la mayoría de los que estaban llamados a sucederlo —Duquende o Potito, entre los más destacados— tampoco alcanzaron su nivel, ni su fama, “y se han dejado la voz intentando imitarlo”. Problemas de salud y malas decisiones están entre las causas principales, causas que también se encuentran entre las mujeres, pero a las que deben sumar unas dificultades extra. “En aquellos años había menos cantaoras en primera línea, les costaba más solo por ser mujeres, algo que por ley y por suerte está cambiando”, cuenta Ángel Rojas, director del citado festival y del homenaje, que tituló 30 años. Las mujeres cantan al mito.

Esa idea la comparte Montse Cortés, que aporta una experiencia personal que arroja aún más luz sobre el tema: “Cuando yo trabajaba en el Tablao de Carmen en Barcelona, había bailaoras que no querían que les cantara una mujer, preferían a un hombre porque les daba más fuerza y más seguridad”. Eran los años noventa y el rechazo que sentía la catalana por parte de otras compañeras da la medida de quién mandaba también sobre el escenario. Cortés es la que más conciencia tiene del agravio comparativo, de ahí que grabara en 2014 un disco titulado Flamencas en la sombra, donde rescató a artistas que no alcanzaron la notoriedad que merecían: María Peña, Isabelita de Jerez, Paca Aguilera, o Aurora Losada, entre otras.

Para La Fabi, sin embargo, las razones de ese agravio afectan por igual a los hombres y se hallan también en el momento que le tocó vivir al mítico cantaor: “Estaba tocado por dios, llamado a ser un número uno. Lo que él hizo, sacar el flamenco de las minorías y que lo conociera hasta quien no le gustaba, lo hizo primero. Por eso cuando apareció Remedios Amaya ya era menos llamativa”. Pero Cruces Roldán da otro dato que redunda en la desigualdad que explica ese “retraso” de las mujeres respecto a Camarón y otras estrellas masculinas del cante: históricamente, el ámbito de las flamencas ha sido el baile, el lugar más feminizado, más sexualizado, el que más tiene que ver con el cuerpo y la cosificación de la mujer. Y eso aún se arrastra. Como ejemplo, un libro fundacional: el que escribió Fernando el de Triana en 1935 titulado Arte y artistas flamencos. En ese paisaje humano y jondo de la época, aparecen el triple de bailaoras que de cantaores.

La Fabi, ante una imagen de Camarón, en un momento del concierto. Foto: Fernando Tribino.
La Fabi, ante una imagen de Camarón, en un momento del concierto. Foto: Fernando Tribino.

Maestro o cliché

A pesar de ese pasado y en estas tres décadas desde que murió Camarón, Cruces Roldán afirma que el flamenco ya “tiene nombre de mujer”, al menos en la rama más vanguardista, incluido el cante. En esa esfera aparecen nombres como el de Rocío Márquez o Rosario La Tremendita, pero ninguna de los dos puede llamarse camarona, ni camaronera. “Camarón sigue siendo un referente, pero hoy en las cantaoras jóvenes veo otra moda más marcada: la de cantar a más velocidad, con gorgoritos, mirándose más en Antonio Molina o Pepe Marchena que en Camarón, que estiraba muchísimo el cante”, opina Cortés de la tendencia de voces más blancas y más estudiadas.

Camarón fue un fenómeno irrepetible, un referente, pero no un maestro. A pesar de que las anécdotas y las leyendas en torno al genio son innumerables, no hay entre ellas ninguna relacionada con una escena de enseñanza. “Era el mejor cantaor, humilde y buen gitano”, dijo Amaya durante el concierto en una frase que es ya cliché y que contrasta con los apelativos de “maestro”, “creativo” o “innovador” con los que se habla de Enrique Morente, que más que morentianos o morentianas dejó discípulos. De distinto modo y ni siquiera al 100% en esa etiqueta, están en ese grupo Mayte Martín y La Tremendita. Que ni sus voces ni sus estilos se parezcan en nada también explica que, al revés que las camaroneras, lo que cogen del maestro no es algo físico (un timbre o un quejío) ni emocional, sino más bien una forma de entender el acto creativo en el flamenco.

Cruces Roldán habla de artistas que crean y de las que, aunque no sea poco, básicamente transmiten. Y es en el segundo grupo donde durante décadas estuvieron relegadas las flamencas, con excelsas excepciones como la de La Niña de los Peines, que hizo su carrera como quiso y también su vida. Pero no es en Pastora en quien se miran principalmente las camaroneras. Así lo reconoce La Fabi: “Mi principal referente es Camarón, a la Niña de las Peines la descubrí ya mayor, cuando empecé a investigar por mi cuenta. La figura de mujer que más me ha marcado y aún me marca es Remedios Amaya”, relata, lo que remite a lo que contaba Cortés sobre la mayor relevancia y autoridad que aún ostentan los hombres y que es la misma idea que lleva a expertos, periodistas e incluso a artistas a buscar al nuevo Camarón o “Camarona” pero nunca, desde que murió en 2004, a buscarle sucesor o sucesora a otra estrella del cante como fue La Paquera de Jerez.

La Kaita, durante su actuación.
La Kaita, durante su actuación.Fernando Tribino

El tirón del mito

Ángel Rojas explica que quiso hacer este homenaje al de la Isla con mujeres para dar cuenta del papel protagonista que están cogiendo las cantaoras y dejarlas a su aire. “La idea era igualar posiciones con el mito, ponerlas en un mismo escenario, no demostrar sumisión”. Algunas de ellas, en sus carreras, han intentado hacerlo, pero sin alejarse demasiado del fulgor del referente. En su disco Fruto y flores, La Fabi tiene un corte titulado El potro de Camarón y Montse Cortés hizo en su día una versión de Canastera, pero en la práctica, ni Amaya ha llegado a darle un aire que se pueda llamar propio a esa herencia recibida y, aunque sigue dándole las gracias a Camarón, lo cierto es que hizo más por su carrera el guitarrista Vicente Amigo al grabarle Me voy contigo (Hispavox, 1997) que el cantaor tantas veces homenajeado. Con él, la trianera resucitó para el gran público con aquellos tangos titulados Turu turai y alcanzó una fama mayor que la de sus compañeras, pero como la de ellas (a excepción de La Kaita, un verso libre que apenas sale de Badajoz) también ha sido una fama con altibajos.

Esa falta de continuidad y de acceso a las masas la explican Rojas y La Fabi con el mismo argumento: Camarón murió muy joven y si su talento lo convirtió en una estrella de un arte minoritario capaz de llenar estadios, su fallecimiento a los 41 años fue lo que lo transformó en mito. Hoy, a excepción de La Fabi, que acaba de cumplir 40 años, las demás superan ya la edad con la que Camarón falleció. Pero ni con esa ventaja de años vividos ni sumando las carreras de las cuatro alcanzan el reconocimiento que tuvo su maestro. Tampoco tienen sus hits, muchos de los cuales recordaron el domingo en la gala, en la que Ángel Rojas habló en todo momento de camaroneras y no de camaronas.

Esa palabra sí la pronunció Amaya en su actuación para referirse a ella y sus compañeras en un concierto que rozó el lleno. ¿Sería el imán de Camarón o el de ver, algo improbable, a cuatro voces camaroneras juntas? La cola para acceder al concierto atravesaba el recibidor del teatro Fernán Gómez de Madrid y llegaba hasta la calle, mientras que el público que fue a ver a Rosario La Tremendita el 18 de mayo en el mismo escenario no llegó a la mitad del aforo. En el homenaje, sin embargo, hubo gente de todas las edades, que aplaudió a rabiar la soltura y afinación que demostró La Fabi y la dulzura tan profunda de Montse Cortés, pero también jaleó con pasión la desubicación de La Kaita, a quien su incontrolable libertad vital y estética no favorece cuando actúa en grupo, y que Remedios hablara y bailara más que cantara. Porque aunque dice Cruces Roldán que en el flamenco del siglo XXI las mujeres mandan, es el mito, por encima incluso de la tradición, el que maneja esa barca.

Remedios Amaya, durante el concierto.
Remedios Amaya, durante el concierto.Fernando Tribino
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Sobre la firma

Silvia Cruz Lapeña
Periodista en EL PAÍS Audio. Ha publicado en los principales medios españoles, colaboradora en RNE o CADENA SER y ha sido jefa de Actualidad en Vanity Fair Licenciada en Periodismo, es autora del libro 'Crónica jonda', y de su podcast homónimo publicado en Podium Podcast, así como de la biografía de la boxeadora Lady Tyger.

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