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El Reino Unido irrita a Grecia al afirmar que recogió de las ruinas los mármoles del Partenón

El Gobierno de Johnson vuelve a lavarse las manos y asegura que las esculturas fueron adquiridas legalmente por el Museo Británico

La galería del Partenón en el British Museum en agosto de 2020.
La galería del Partenón en el British Museum en agosto de 2020.Chris J Ratcliffe (Getty Images)
Rafa de Miguel

El peor modo de encauzar una discusión tan pasional y cercana a la piel como la devolución a Atenas de las estatuas del Partenón, que exhibe el Museo Británico de Londres, es utilizar a los “expertos” como testigos de parte. El tono condescendiente que empleó la semana pasada Jonathan Williams, el subdirector del museo, en la reunión en París de la Unesco (el organismo de la ONU dedicado a la educación, la ciencia y la cultura) que debatía el retorno de los mármoles ha desatado la ira de las autoridades griegas.

“La mayor parte del friso fue recogido de entre las ruinas que rodeaban al Partenón”, aseguraba Williams ante los miembros de la comisión intergubernamental que debate y promueve la devolución a su lugar de origen de los bienes culturales. “Todos estos objetos no fueron arrancados del edificio como se ha sugerido”, intentaba rebatir el responsable del museo. Coronaba la faena con un consuelo paternalista dirigido a sus colegas griegos: “Nunca se producirá ese momento mágico de la reunificación de las esculturas, porque la mitad de ellas se perdieron para siempre a lo largo de un periodo de más de 2.500 años”, decía Williams. Era el modo de rechazar la posibilidad real de una devolución con la excusa de que el edificio nunca recuperará su esplendor original.

Y aunque es cierto que, durante siglos de guerras e invasiones el edificio pasó de ser un templo griego a una iglesia cristiana, una mezquita musulmana y hasta un barracón militar reventado a medias por una explosión en siglo XVII, la afirmación de que Thomas Bruce Elgin, “Lord Elgin”, recogió del suelo la mayoría de las estatuas que hoy se exhiben en la sala 18 del Museo Británico ha sido ampliamente rebatida. El entonces embajador del Imperio ante el Imperio Otomano, bajo cuyos dominios estaba Atenas, permitió el uso de sierras especiales y otra maquinaria pesada para poder extraer del friso muchas de las metopas y sus bajorrelieves. Así se deduce de la correspondencia entre Elgin y Giovanni Battista Lusieri, el pintor italiano que supervisó todas esas tareas en 1801. En 1816, arruinado, Elgin se las vendió al Museo Británico por 350.000 libras (310.000 euros) de la época.

“Para reducir la carta total de transporte, Lusieri cortó la parte de atrás de la mayoría de estos bloques y la descartó, pero mantuvo intacta la cara en la que estaban las esculturas”, ha explicado el profesor Anthony Snodgrass, profesor de Arqueología Clásica de la Universidad de Cambridge, y miembro del Comité Británico para la Reunificación de los Mármoles del Partenón. “Esto no quiere decir que todos los bloques fueran arrancados de la parte alta del templo, pero el estado de conservación de la mayoría de los bloques expuestos en el Museo Británico es lo suficientemente bueno como para demostrar que no se cayeron de una altura de doce metros, sino que fueron cuidadosamente arrancados y bajados, para serrar en el suelo su parte de atrás”, ha afirmado Snodgrass.

El Gobierno de Atenas ha reforzado en los últimos años una campaña que inició a principios de los ochenta la actriz y ministra de Cultura, Melina Mercouri, y que tiene una enorme carga sentimental para los ciudadanos griegos. En noviembre del año pasado, el primer ministro, Kyriakos Mitsotakis, visitó Londres, y apeló con astucia a la Gran Bretaña Global (Global Britain) que soñaba Boris Johnson para el tiempo pos-Brexit. ¿Qué mejor gesto para inaugurar esa nueva era de relaciones internacionales que la generosa devolución de los mármoles? Mucho más si se tiene en cuenta que Johnson es un amante de la Grecia clásica, que presume de recitar de memoria las cien primeras líneas de la Odisea. O que, como presidente del club de debate universitario Oxford Union, invitó en 1986 a Melina Mercouri, la actriz, cantante y ministra griega de Cultura que abanderó la campaña para el retorno de las esculturas. Y que, incluso como alcalde de Londres, llegó a defender en una carta a las autoridades griegas, en 2012, que “en un mundo ideal, los mármoles del Partenón nunca deberían haber sido retirados de la Acrópolis”.

La realpolitik se impuso en el momento en que Johnson se convirtió en primer ministro, y Downing Street remitió el asunto a los patronos del Museo Británico, que “operan de un modo independiente, ajenos al Gobierno”, como aseguró un portavoz gubernamental. Los responsables del museo no quieren ni oír hablar de una posible devolución. Consideran que los mármoles fueron adquiridos legalmente, en un momento en que ni siquiera existía la República de Grecia que hoy los reclama. Sin embargo, el apoyo popular a la restitución, sobre todo dentro del Reino Unido, es enorme y en aumento. Según la encuesta más reciente de YouGov, del pasado 23 de noviembre, un 59% de los británicos cree que las esculturas deben estar en la Acrópolis. Y apenas un 18% se manifiesta en contra. El resto, directamente, no tiene opinión al respecto.

Conscientes de la buena gestión del actual Museo de la Acrópolis, en Atenas, donde podrían ir a parar las estatuas en caso de devolución, los gestores del Británico sugieren la trampa de un préstamo de las obras. Saben que la oferta coloca en difícil posición al Gobierno griego. Aceptar algo así supondría admitir implícitamente que la propiedad es de otro. Hasta las palabras están cargadas de intención. Por eso sigue habiendo un sector de la prensa británica que habla de los “mármoles de Elgin”, y no de los “mármoles del Partenón”. Y el corresponsal de EL PAÍS sugirió en cierta ocasión al actual director del museo, el alemán Hartwig Fischer, que las actuales técnicas de copia en 3D permitían reproducir obras de arte con completa exactitud. “Esa sería una solución. Y enviar las copias a Atenas”, respondió.







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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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