En las entrañas de la gran gira de Vetusta Morla
El grupo ‘indie’ más importante de España arranca en grandes recintos el tour más ambicioso y espectacular de su carrera junto a dos bandas folclóricas
Todos dejan lo que están haciendo y se dirigen a un escenario imaginario en esta nave industrial del polígono de Arganda del Rey. “Vamos, chicos, última reunión antes de empezar”, grita Guille Galván, guitarrista y compositor de Vetusta Morla. Justo cuando Juanma Latorre, también guitarrista y compositor del grupo, se dispone a hablar, Guille salta en mitad del corro de más de 60 personas y alerta: “¡Esperad, falta realización!”. Se equivoca: los realizadores están justo a su lado. Todos ríen. Más que nervios, hay ganas de tenerlo todo bien atado, “atadísimo”, como dice Latorre, quien agarra unos papeles que son el guion de lo que supondrá la gira más ambiciosa y espectacular de Vetusta Morla. Este tour por grandes recintos tendrá su momento álgido en la actuación que el próximo 24 de junio darán en el Wanda Metropolitano de Madrid ante 45.000 personas.
Es viernes por la mañana, 29 de abril. Último gran ensayo de la banda indie antes de viajar a México para tocar en Guadalajara y arrancar, justo después, su gira española. El corro de personas escucha ahora a Pucho, cantante de Vetusta Morla, quien lanza unas palabras de agradecimiento al equipo, formado por 65 profesionales entre realizadores, escenógrafos, técnicos de sonido y de luces, estilistas y backliners.
Este es el batallón de Vetusta Morla para poder llevar al directo el disco Cable a tierra, una obra que, publicada en otoño de 2021, bucea en las formas y los sonidos tradicionales para integrar en un contexto contemporáneo el rito, la identidad o la comunidad. “En estos tiempos de globalización salvaje y después de la pandemia, nos hemos dado cuenta de la importancia de lo local y de la gente que tenemos a nuestro alrededor, y de cómo todo eso nos ata a nuestra vida y a nuestro entorno”, cuenta Latorre durante una conversación días después del ensayo. “Quisimos hacerlo de una forma orgánica. Que el grupo y ese acercamiento al folclore fueran naturales y no forzados”, añade Galván.
Esa forma orgánica, que en el disco se traduce en un sonido más atado a la tierra y de menos pegada eléctrica, se mostrará claramente en el escenario de su gira. Vetusta Morla se multiplica y el grupo pasa de estar formado por seis músicos a 12. Dos agrupaciones folclóricas se integran con la banda indie: el grupo palentino El Naán y las gallegas Aliboria.
Los 12 se distribuyen en ese escenario imaginario de la nave de Arganda de Rey con grandes pantallas audiovisuales y el enorme tapiz de dioramas en miniatura, inspirado en la obra de Laura Millán. Todos los elementos unidos ofrecen un asombroso cruce de emociones, en el que habrá fundidos a negro, momentos como de estar enjaulados entre píxeles, y otros muy teatrales como de representaciones campestres. Gabriel Scapusio es parte del equipo de escenografía y diseño y asegura que la idea de esta gira es “seguir un poco la portada del disco”. “Que haya una narrativa”, explica. “No queríamos que fuera solo visual, sino que hubiese algo más manual. Queríamos crear objetos físicos y reales, que acompañen a la tecnología”.
Integración es el concepto clave de esta gira. Integración entre tecnología y objetos físicos, pero también entre músicos de orillas artísticas distintas. María Montero de El Naán se suma al corro del ensayo unos minutos más tarde que el resto. Ha sido madre hace tres meses y ha tenido que amamantar a su bebé. Sobre el escenario su voz se funde con los cantos antiguos y muñeiras de Aliboria, que consigue impregnar el repertorio de Vetusta Morla de un aire ancestral, casi mitológico. Hacen resonar con fuerza sus pandeiras y sus latas de pimentón. Sucede lo mismo con El Naán, que incorporan tres cubano, timple canario, flautas mandingas, cedazos de trigo, panderos cuadrados o cántaros.
Antes del ensayo, Héctor Castrillejo, quien destaca por unos recitados campesinos de gran calado emocional durante las actuaciones, aparece con una quijada de burro. Es un instrumento sacado del hueso de la cabeza del animal y cuyos dientes desnudos resuenan al contacto de una cuchara. Lo toca. Vibra con una gracia fantástica. Sobre el escenario, la quijada de burro y el resto de instrumentos tradicionales adquieren una presencia distinguida.
La precisión rock de Vetusta Morla, esa máquina de ejecución abrumadora que les ha llevado a ser la gran banda española del siglo XXI, se adapta con naturalidad a un sinfín de caminos folclóricos, adornos bellos que convierten el concierto en un discurso reivindicativo de la pertenencia a la tierra y de mirar nuestro entorno. Con el guion en la mano, Latorre sigue hablando: “Después del recitado de Héctor…”. Se queda en pausa, revisa sus apuntes y añade con buen humor: “Pues después, ahí, no lo tenemos aún ensayado, nos tiramos a la piscina”.
Todo controlado
Es sábado por la tarde, 21 de mayo. Nadie parece tirarse a la piscina. Todo está ya controlado al milímetro. El Palau Sant Jordi es un trajín de personas concentradas en dejar todo listo para el concierto de la noche. Vetusta Morla tocará ante 10.000 personas. Uno de los que más se mueve es Kim Martínez, mánager del grupo y presidente de la Federación de Música en España. Comenta que el público ha descendido mucho tras la pandemia en todo el sector de la música en directo. “Es un mal que afecta a todos y en muchos casos hay una pérdida del 40 y 50% del público”, asegura en el backstage. Vetusta Morla apenas ha acusado esta bajada, cuenta Martínez, y solo desciende entre un 5 y 10% del público con respecto a antes de la pandemia.
“El problema que tenemos es incorporar a mucha gente que está pasándolo fatal con la economía actual: inflación, el precio de la luz disparado, el carburante también, los problemas de vivienda, el trabajo precario… La música es lo que a lo mejor más necesitan, pero no se lo pueden permitir como antes”, afirma Martínez. En este sentido, Vetusta Morla tienen todo un reto. Si venden las 45.000 entradas para su concierto del 24 de junio en el Wanda Metropolitano de Madrid, la banda conseguirá otro hito más para la música indie española después del alcanzado en 2018 en su concierto en la Caja Mágica de Madrid ante 38.000 asistentes.
Además, el grupo de Tres Cantos será el siguiente en tocar en el enorme estadio de fútbol después del concierto de The Rolling Stones el 1 de junio, mientras que esta gira en grandes pabellones se presenta como la más importante del año en la música española junto a las de C. Tangana y Rosalía.
Faltan unos minutos para la salida del grupo, la gente espera impaciente. De los camerinos aparecen primero los miembros de El Naán, luego los demás. Se juntan en el pasillo. Carlos Herrero de El Naán se pone a cantar un canto campestre. Le sigue Pucho y, al instante, todos con palmas y unos coros improvisados. “Corro contigo, hermano”, se escucha en la letra. Luego, hacen un corro, se abrazan y dan un salto.
Se apagan las luces. El pabellón enmudece y empieza a sonar la introducción que dará pie a Puñalada trapera. Vetusta Morla están enjaulados entre pantallas gigantes de colores rojos futuristas. El público está desconcertado hasta que, de repente, las pantallas se elevan y se ve a los seis de Vetusta Morla (Pucho, Latorre, Galván, el percusionista Jorge González, el bajista Álvaro B. Baglietto y el baterista David García) sobre el escenario. Estalla el júbilo con la furiosa interpretación de La virgen de la humanidad. Empieza el viaje, que en momentos como en Finisterre, Valiente o Saharabbey Road, alcanzará un territorio nuevo y fascinante con la integración perfecta de El Naán y Aliboria.
Se abre un territorio artístico en el que el pasado y el presente se dan la mano. Lo antiguo y lo moderno crean un paisaje fundido y excitante, lleno de posibilidades. Un lugar que, en definitiva, terminará por ser un espectáculo de primer nivel, donde la memoria se pone en valor y cabalga al galope rock de un pura sangre llamado Vetusta Morla.
Babelia
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