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Hans Ulrich Gumbrecht: “No vivimos un momento fuerte de la literatura, ni en el mundo ni en España”

El filósofo estadounidense de origen alemán, flamante ‘honoris causa’ por la Universidad Complutense, ha dedicado tres décadas a enseñar las literaturas romances en Stanford

El ensayista Hans Ulrich Gumbrecht, el 29 de abril, en el hotel Riu de Madrid.
El ensayista Hans Ulrich Gumbrecht, el 29 de abril, en el hotel Riu de Madrid.INMA FLORES
Manuel Morales

“Puede llamarme Sepp [Pepe], como Sepp Maier”, el portero de la República Federal de Alemania que ganó el Mundial de fútbol de 1974. No lo dice un futbolista, sino el filósofo Hans Ulrich Gumbrecht (Wurzburgo, Alemania, de 73 años). Es el indicio de que no es un pensador al uso. Vive desde hace más de tres décadas en Stanford (California), de cuya celebérrima universidad es catedrático emérito de Literatura Comparada. Habla francés, portugués, italiano, español... El 28 de abril fue investido doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid. Admirador en su juventud de la China y la Cuba comunistas, es una autoridad en el epicentro del capitalismo tecnológico, Silicon Valley. Quizás por esto viste como los millonarios de las puntocom: camiseta negra y pantalón vaquero del mismo color y chaqueta gris a rayas negras, una informalidad que rompen sus zapatos marrones. Gumbrecht es autor de libros sobre teoría e historia de la literatura traducidos a más de 20 idiomas. Pese a ser bávaro, ha comentado alguna vez que le gusta más una copa de vino tinto que una cerveza.

Pregunta. De nuevo en España. ¿Qué le ha llamado la atención?

Respuesta. Vengo regularmente dos veces al año porque tengo una hija en Valencia que, por razones de salud, no debe viajar. La primera vez llegué en 1969 a Salamanca. Hoy quizás me sorprende el tuteo generalizado. En este viaje, el aduanero, cuando vio mi pasaporte, me preguntó: “¿Tú eres americano?”. Yo le dije: “¿Por qué me lo pregunta usted?”. Pero la historia más grotesca me pasó en Valencia, cuando fui a comprarme unos vaqueros y como no me entraban pregunté a la dependienta: “¿Los tiene más grandes?”. Y ella me dijo: “Con el tipo que tú tienes, no”. Se ha perdido el usted y los subjuntivos que conlleva, no digo que sea malo, es solo una transformación lingüística.

P. ¿Por qué le interesaron desde su juventud las lenguas romances?

R. En Alemania elegí estudiar romanística porque el último año de bachillerato lo había pasado en París y me encantó el francés. Tenía simpatía por esas culturas. Luego tuve una beca del Estado de Baviera de un año y entre las cuatro opciones elegí España porque pensaba que tenía que apoyar a la gente contra Franco [afirma con gesto irónico, con los puños cerrados]. Yo estaba en una organización socialista de estudiantes. No sabía ni una palabra de castellano y pensaba que Salamanca era el barrio universitario de Madrid… Como mis padres tenían dinero, iba en un BMW rojo por la ciudad. La gente me paraba.

P. ¿Qué distingue a la literatura española de otras que ha estudiado?

R. Había un hispanista alemán, Werner Krauss, que dijo que la literatura española se había parado tras la muerte de Calderón [1681]. El patrón de la literatura castellana es, por un lado, la subjetividad, con sujetos que toman riesgos, como los Reyes Católicos, por eso España fue el primer imperio moderno. Pero en el Concilio de Trento [1545], España se hace defensora de la fe católica, y esa ortodoxia se impone a la subjetividad, aunque no la elimina. El ejemplo es el Lazarillo, porque para mejorar su vida es un sujeto moderno, pero cuando sabe que su mujer se acuesta con el arcipreste, como eso le sirve para ascender, dice que en realidad no pasa. El siglo XVIII fue flojo, aunque Jovellanos y el padre Feijoo están bien; en el XIX, Clarín me parece un realista de la categoría de Flaubert, y en el XX, Poeta en Nueva York es fantástico.

P. ¿Quiénes son sus autores españoles favoritos?

R. Teresa de Ávila, el segundo nombre de mi hija es Teresa. Ahora estoy impartiendo un seminario en Jerusalén sobre ella. Calderón me fascina; recientemente he traducido a Gracián al alemán, y uno infravalorado en España es Luis Martín-Santos, el equivalente al Ulises de Joyce o En busca del tiempo perdido, de Proust. Hoy no es un momento fuerte en la literatura, ni mundialmente ni en España.

Gumbrecht, antes de la entrevista del 29 de abril.
Gumbrecht, antes de la entrevista del 29 de abril.INMA FLORES (EL PAIS)

P. ¿Cuándo se cayó del caballo del comunismo?

R. Soy un demócrata en el contexto estadounidense, por lo tanto, de izquierdas. Casi todos los millonarios de Silicon Valley lo son. En 1968, en Alemania, un alumno de Humanidades estaba obligado a ser de izquierdas. Yo parecía un marxista feroz. Luego se atenuó, pero no fue realmente una conversión porque nunca fui realmente marxista. Marx es uno de los pensadores sin los que no nos podemos imaginar en Alemania, junto a Freud y Nietzsche. Tuve la oferta para trabajar en Stanford y esa universidad ha cumplido mis sueños.

P. Su visión de la tecnología está en el ensayo El espíritu del mundo en Silicon Valley (Deusto en español).

R. Hegel estaba obsesionado por ver dónde estaba el espíritu del mundo. Él dijo que lo había contemplado cuando vio a Napoleón a caballo en Viena. Hoy, el trabajo de los programadores informáticos ha transformado el mundo, imagine si no tuviéramos ordenadores. Sin embargo, puede que ese espíritu ya esté en otro lugar, pero durante al menos 20 años ha estado en Silicon Valley por varios factores: la casualidad y también porque hay dos universidades muy competitivas a solo 40 kilómetros, Berkeley y Stanford. Otra razón es que en los últimos 150 años ha habido invenciones increíbles en California, incluido Hollywood. También el que la región sea rica.

P. ¿Qué se cuece en Silicon Valley?

R. Mire, a la cena de anoche vino un exalumno, el mejor de mis últimos años, que acaba de vender su startup por 3.000 millones de dólares [2.858 millones de euros]. Ahora lo pasará bien un par de años y luego hará otra cosa. Por cierto, se volvió loco en Lhardy, ¡cómo estaban los riñones, y el postre…! Estos jóvenes te dicen que no vas a ninguna parte si tienes un proyecto trascendental, si piensas en diseñar un programa para algo… No. Tienes que seguir tu intuición y si no te lleva a ningún sitio, paras y empiezas otra cosa. La paradoja de Silicon Valley es que la electrónica es la tecnología que ha eliminado la importancia del espacio y, en cambio, está lleno de gente de India, que podría hacer su trabajo desde Bombay.

La literatura española se para después de la muerte de Calderón”

P. ¿Qué supone la compra de Twitter por Elon Musk?

R. Musk siempre tiene proyectos locos. Mi mujer tiene un tesla. Antes, los coches eléctricos eran poco sexis. Musk dijo: “¿Por qué no pueden ser elegantes y rápidos?”. Cada vez vende más y Volkswagen y Mercedes se sienten amenazadas. Conozco a los millonarios de Silicon Valley, todos admiran a Musk, pero no lo dicen. Es un genio. Lo fuerte de estos tíos es que saben dar por terminado algo cuando se dan cuenta de que no funciona. No dicen: “Tengo que probar que tengo razón porque es mi idea”.

P. ¿Está Facebook acabado?

R. Está desapareciendo. Metaverso puede ser la próxima revolución o la nada. Conozco algo a Zuckerberg y si se da cuenta de que Metaverso no tiene la resonancia que espera, inventará otra cosa.

P. Otra de sus publicaciones fue Elogio de la belleza atlética. Insistía a sus alumnos en la importancia de practicar deporte.

R. Hay un estatus por la práctica del deporte en EE UU, ni siquiera por salud, y también que las universidades tengan un buen equipo de baloncesto o de fútbol. Esto es aún más importante en California, donde ves pocos gordos. Cuando hablo con mi nieto alemán, de 11 años, su héroe es Benzema. Son figuras físicas, te identificas con ellos.

P. Por curiosidad, ¿por qué siendo de Baviera no es hincha del Bayern, sino del Dortmund [del Estado de Renania del Norte-Westfalia]?

R. Mi madre y mi abuelo materno eran del Dortmund. Él tenía un restaurante al que iban los jugadores después de los entrenamientos. El Bayern no tiene mucha popularidad en Baviera, ni en el resto de Alemania. El más querido de la ciudad es el Múnich 1860, que juega en tercera, pero era el equipo de los nazis. El Bayern era el de la alta burguesía judía. La antipatía hacia el Bayern de otros bávaros viene de ahí.

Los jóvenes de Silicon Valley dicen que tienes que llevarte por la intuición y si el proyecto no funciona, haces otra cosa”

P. Con una guerra a las puertas de la UE, ¿por qué no hay intelectuales que alzan su voz?

R. Es una amenaza no solo para Europa, también para EE UU. Ha sido una invasión medieval, que rompe las mínimas reglas que se habían conseguido en la política internacional. Qué va a aportar que los intelectuales protesten, mi protesta no va a ser más importante que la que pueda hacer Benzema. No me siento cualificado para decirle a la gente cómo debe llevar su vida. La UE ha sido muy pacífica, con inversiones militares ridículas, y ahora, hasta Alemania va a invertir más, por triste que sea. Pero pienso en mis nietos y es tristemente razonable.

P. ¿Y el aumento de populismos y la extrema derecha?

R. Soy del país que eligió a Trump, pero también del que lo derrotó con un candidato tan poco interesante como Biden. Por alguna razón han surgido esos movimientos que ni siquiera son de derechas, no tenemos un concepto para definirlos. La democracia es el mejor sistema político que ha existido, pero ha perdido vitalidad. Hay muchas personas que creen que los políticos no las representan.

P. ¿Sacaremos algo bueno de la pandemia?

R. No creo que aprendamos grandes cosas. Para mí ha sido una sorpresa que en Europa las dos sociedades que mejor se adaptaron fueron España y Portugal. Sin embargo, critico que a mucha gente le gusta que el Estado se responsabilice por ellos: que te diga “ponte mascarilla”, y me la pongo; “trabaja desde casa”, y lo hago. Quizás la pandemia sirva para repensar la relación entre el Estado y la ciudadanía. Es extraño que la gente no se sienta feliz con los políticos, pero estén a gusto en un Estado tan materno que quizás en el futuro echen de menos.

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Sobre la firma

Manuel Morales
Periodista de la sección de Cultura, está especializado en información sobre fotografía, historia y lengua española. Antes trabajó en la cadena SER, Efe y el gabinete de prensa del CSIC. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster de Periodismo de EL PAÍS, en el que fue profesor entre 2007 y 2014.

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