Bjarke Ingels, autor de la nueva sede de la Comisión Europea en Sevilla: “Hemos creado una nueva arquitectura vernácula para Andalucía”
El proyectista danés ha diseñado un edificio que adapta las edificaciones islámicas a los principios de la Nueva Bauhaus Europea para albergar el Centro Común de Investigación
Sevilla contará en los próximos años con un nuevo espacio público que pretende ser ejemplo de innovación y sostenibilidad en la isla de La Cartuja, el entorno que el Ayuntamiento tiene el firme empeño de descarbonizar para convertirlo en un referente mundial. Lo hará de la mano del Centro Común de Investigación (JRC) de la Comisión Europea, que este jueves ha presentado el diseño de la que será su nueva sede. Un edificio diseñado por el estudio del arquitecto danés Bjarke Ingels conforme a los principios de la Nueva Bauhaus Europea y que, como es habitual en sus proyectos, combina la estética con la tecnología, no solo para conseguir un mayor eficiencia medioambiental, sino también para mejorar la vida de sus 400 trabajadores y del resto de los sevillanos.
El proyecto de Ingles, que se ha alzado como ganador en un concurso internacional de arquitectura en el que se han presentado 66 estudios, integra los conocimientos ancestrales de la arquitectura islámica característica de una Andalucía ―que él conoce muy bien por sus viajes cuando estuvo estudiando en Barcelona― con materiales modernos como el hormigón con bajas emisiones de carbono o el acero reciclado para crear lo que él llama “nuevo ambiente andaluz”. Sobre la parcela del antiguo pabellón de Los Descubrimientos se alzará una cúpula blanca de porches solares que recogerá la luz del sol, reciclará el agua de la lluvia y a la vez proporcionará sombra al edificio de oficinas que separará una plaza pública y un jardín para sus trabajadores.
En la presentación de la nueva sede han intervenido el director general del JRC, Stephen Quest, y su director en Sevilla, Mikel Landabaso; la directora de la Oficina de la Representación de la Comisión Europea en España, María Ángeles Benítez; la ministra de Ciencia e Innovación del Gobierno de España, Diana Morant; el consejero de Transformación Económica, Industria, Conocimiento y Universidades de la Junta de Andalucía, Rogelio Velasco; y el alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz. Horas antes, Ingels hablaba en exclusiva con EL PAÍS desde Nueva York sobre este proyecto, el primero que su estudio Bjarke Ingels Group (BIG) diseña en España. “Estamos muy ilusionados y esperamos que después de este vengan muchos más”, señala.
Pregunta. ¿Qué destacaría de su proyecto?
Respuesta. Yo conocía Sevilla muy bien porque cuando estuve estudiando en España pasé dos meses en el sur, conociendo los pueblos blancos y la arquitectura islámica. Hemos tratado de hacer un edificio que no solo se fije en el rendimiento sostenible y medioambiental, sino que se adapte al entorno, en este caso al tiempo soleado y caluroso de la ciudad. Además, debía tener espacios abiertos al público y por eso hemos desarrollado una arquitectura que combine la luz del sol con la sombra. Hemos diseñado una cúpula de paneles solares que evoca las de los edificios islámicos y, aunque el edifico es transparente, el juego de sombras evita que los trabajadores se cuezan dentro. A la vez hemos conseguido que sea económicamente autosuficiente y que reduzca las emisiones al medioambiente.
P. En la construcción se han utilizado materias primas de origen local como la piedra caliza o la cerámica. Siendo usted conocedor de la arquitectura andaluza, no es casualidad.
R. Por supuesto. La piedra caliza y la cerámica de terracota es el material del que está construida la mayor parte de la ciudad de Sevilla. Además, el edificio es muy ligero. La cúpula de placas solares atrapa el sol y las columnas son huecas, y cuando llueve se traslada el agua que se recoge en esa cúpula. De lo que se trata es de manejar de manera inteligente los recursos locales, maximizar el disfrute del espacio para las personas y aprender e incorporar la arquitectura local. Muchos de los elementos de la arquitectura islámica que de alguna manera definen Andalucía han evolucionado empíricamente a lo largo del tiempo para adaptarse a la climatología. Podríamos decir que lo que hemos tratado de crear es un lenguaje arquitectónico que pueda percibirse como una nueva arquitectura vernácula para Sevilla y Andalucía.
Se trata de manejar de manera inteligente los recursos locales e incorporar muchos de los elementos de la arquitectura local”
P. Su edificio afianzará el objetivo de la ciudad de descarbonizar la isla de la Cartuja y convertirla en un referente de sostenibilidad. Hace 30 años, precisamente en ese espacio, con motivo de la Expo 92, también se desarrollaron proyectos muy novedosos desde el punto de vista de la sostenibilidad medioambiental, aprovechando también los conocimientos de la arquitectura islámica, pero todo ese conocimiento cayó en el olvido. ¿Están las ciudades y la sociedad más concienciadas ahora de la importancia de apostar por proyectos sostenibles medioambientalmente?
R. En 1993 hice mi tesis de Ciencias Políticas basándome en la Conferencia de Río de Janeiro de 1992, donde se definió el término sostenibilidad. Quizás lo que se inició en Sevilla pasó en un momento muy prematuro. Ahora la arquitectura sostenible ocupa un lugar prioritario y la UE ha impulsado la iniciativa de la Nueva Bauhaus Europea. Creo que el mundo en general no solo es consciente, sino que está ansioso por aprender y contemplar otras formas exitosas de construir que nos permitan abordar este problema. Nosotros en las últimas dos décadas hemos trabajado con el concepto de sostenibilidad hedonista, la idea de que el pescado sostenible o la construcción sostenible no solo son buenos para el medio ambiente, sino que hacen más agradable el entorno a las personas que lo habitan.
Nuestra esperanza es que se convierta en un punto de encuentro de la vida social de la ciudad y un intercambio con el trabajo y las ideas del JRC”
P. ¿Esa idea de sostenibilidad hedonista es la que subyace en el proyecto para el JRC?
R. El JRC es otro ejemplo de que la arquitectura sostenible no es solo buena para el medio ambiente de Sevilla porque produce más energía de la que consume, sino que también creará un entorno vibrante, habitable y agradable a su alrededor. El mundo está ansioso por ver este tipo de ejemplos funcionando.
P. Lo acaba de decir y es una constante en sus diseños: crear un entono más habitable y atender a cómo quiere vivir la gente. ¿Cómo va a mejorar en ese sentido su nuevo edificio el entorno laboral de los trabajadores del JRC y de los ciudadanos?
R. En Andalucía y en verano será uno de los lugares más cómodos de la ciudad, por la sombra y la brisa. Y cuánto mayor éxito tenga el espacio público, mayor será la exposición al público del trabajo que se realiza en el JRC. Nuestra esperanza es que se convierta en un punto de encuentro de la vida social de la ciudad y un intercambio con el trabajo y las ideas del JRC.
P. ¿Cambia su forma de encarar un proyecto en función del destino del edificio, si es un museo como el Lego, una sede empresarial como la de Google o una institucional como el del JRC?
R. Las actividades que se desarrollarán dentro y alrededor del edificio son uno de los principales impulsores de cada proyecto. En este caso, al tratarse de una institución pública, la apertura y la transparencia se convierten en un elemento importante. Por eso, cuando dimos con la idea de la cúpula solar que cubriera todo el recinto y que el interior y el exterior se pudieran abordar de manera similar, fue un gran avance para nosotros. Pero también nos preocupa el entorno, la continuidad del espacio público… Siempre hay una especie de sinergia entre las consideraciones urbanas, las sociales, las financieras, las históricas y las climáticas... y a veces tenemos la suerte de dar con una idea que parece resolverlas todas.
Siempre hay una especie de sinergia entre las consideraciones urbanas, sociales, financieras, históricas y las climáticas”
P. A través de sus edificios hace que parezca sencillo combinar la sostenibilidad con la belleza, la espectacularidad y, a la vez, que todo tenga una utilidad para el ciudadano. ¿Hay alguna receta, porque no parece ser la tónica general?
R. Como arquitecto, sé lo difícil que es hacer algo diferente. Cuesta mucho tiempo y mucho dinero construirlo, así que muchos no quieren cambiar y eso limita significativamente la capacidad para experimentar. Cuando intentas hacer algo de manera distinta, como en este caso, tomando principios de la arquitectura islámica, pero también realizando una propuesta que sea diferente al típico edificio de oficinas, se necesita un cliente que tenga ambición y valentía, como el JRC. Pero también se necesitan arquitectos e ingenieros que sepan colaborar para poner en común los aspectos técnicos del edificio, los aspectos sociales y estéticos… En realidad estamos intentando integrar todas las preocupaciones en diseños holísticos, donde lo económico, lo ecológico, lo social y lo estético se unan para mejorar el resultado final.
P. ¿Ese papel aglutinador es el que debería desempeñar la arquitectura de hoy en día para resolver la encrucijada entre cultura, arte, sostenibilidad, ciencia y tecnología?
R. Absolutamente.
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