Loles León “He sido muy ‘sex-symbol’ de siempre, y lo sigo siendo”
La actriz, de 71 años, estrena ‘Una noche con ella’, una función teatral sobre su vida en la que una mitad es verdad, y la otra, mentira
Son las seis de la tarde en el salón de la suite de un hotelazo de Madrid y Loles León, inmersa en la promoción de su nueva función teatral, aún no ha comido. Lo confiesa porque, dice, le rugen las tripas, aunque solo las oiga ella, y no quiere que nos vayamos a pensar que es otra cosa. Antes de venir, he ojeado por curiosidad un reportaje de la revista Harper’s Bazaar en el que León posa con un vestido negro maravilloso y el pecho al aire a sus 71 años. No puedo evitar empezar la entrevista confesándole mi opinión al respecto.
Me da usted envidia asesina.
Yo qué quieres que te diga, hija. Ya me lo decía Sara Montiel: que tenía el pecho como ella, que lo tenía precioso, la verdad. Y no, lo tengo como mi madre. Mis tetas son mi tesoro. Fui yo la que quise mostrarlas en las fotos: el vestido era muy cerrado y le di la vuelta. Las cosas están para disfrutarlas.
¿Qué le da pudor, entonces?
Pues a lo mejor más una palabra que una imagen. Me da mucho pudor cuando me halagan. A veces quedo como antipática, y la gente no se da cuenta de que no sé dónde meterme cuando me halaga un trabajo, o el aspecto. Me gusta mostrar y demostrar, pero sin que luego me digas nada.
A los 60 puso cara a una campaña sobre la menopausia. A los 71 enseña el pecho en una revista. ¿Orgullo, activismo o ganas de dar la nota?
Provocar es un sello de identidad. Lo hago porque me gusta y porque es una manera de reivindicar nuestro sitio. Hoy, las mujeres de 70 y las de 80 se arreglan, ligan, tienen relaciones sexuales esporádicas. Me gusta que las mujeres rompamos tabúes que aún tenemos. Yo los rompo. Para eso estoy yo ahí, para que me insulten unos y me lo agradezcan otras.
¿No le ofenden los insultos?
Algunos, cuando la gente no te conoce y te hiere con adjetivos que no van contigo. Pero hay algo importante que me ha sucedido: a los 71 te resbala casi todo. Y esas cosas son las primeras que te resbalan. Es tan corta la vida. En los momentos malos he sacado la cara sola para seguir luchando y me he reinventado continuamente. ¿Te va a importar lo que diga quién? Nadie. Lo único que no me resbala es mi familia. Mi hijo, mi hermana, mi nieto. Están sanos, me quieren, ¿qué más quiero?
Eso, ¿qué más quiere?
Pues siempre quiero más, como Corinna. Mientras hay vida hay cosas que pedir y que desear. A mí me gusta mucho desear.
¿Y ser deseada?
También, pero eso no depende de mí. Deseo lo que puedo, quizá, conseguir. Con eso voy tirando.
Decía Bibiana Fernández que se había retirado del ‘mercado’ del sexo hace años. ¿Usted no?
Ella tampoco, que miente más que habla. Yo me sigo emocionando e ilusionando, por alguien que te dice que le gustas, me revuelve cosas. El sexo es el mayor placer de la vida. Siempre me ha gustado estar muy viva y muy latente en ese sentido. He sido muy sex-symbol de siempre, y lo sigo siendo.
¿Se siente un sueño húmedo a los 71?
Sí, y me lo dicen. Tengo fans niños y adolescentes. En La que se avecina hago de Menchu, La Tanqueta, una tía que está todo el día a ver dónde puede pegar un polvo. Y en la calle, los chicos me llaman ¡Tanqueta!, y me encanta.
Estrena una función sobre su vida. ¿Es su mejor obra de arte?
No, la mejor obra de arte he sido yo misma: haberla vivido. He vivido lo que se me ha puesto por delante, me he metido en todos los charcos, me he mojado y en alguno casi me ahogo, pero siempre he tenido una cuerdecilla a la que agarrarme. Arrastrada, pero saliendo. Luego me he secado, me he lamido las heridas y he tirado adelante.
¿De qué fibra es esa cuerda?
Del entusiasmo que he tenido siempre por mí y por vivirlo todo. Yo no me quiero morir. Quiero vivir 150 años. ¿A quién tengo para confiar? A mí. Soy la que rige mi vida, aguanto, y quiero cuidarla.
¿Cuántas veces ha tropezado en la misma piedra?
Continuamente. Casi siempre soy mi peor enemiga, pero he sabido rectificar y volver a empezar y cometer los mismos errores. Eres lo que eres, pero aprendes.
¿Qué piedras son las peores?
La vida es muy difícil, pasan cosas importantes: perder a tu gente, sentir las traiciones de amigos, de amores. Los cuernos nunca me han afectado, pero las deslealtades, sí. Las impotencias, las soledades. Todo eso te puede hacer llegar a un momento donde no sabes por dónde tirar. A veces te invade, no voy a decir la depresión, pero sí una desolación, porque no tienes una mano amiga, y sales sola, porque salir, sales sola. La vida te pega fuerte, y, a lo mejor, por su fragilidad, hay gente que dice no puedo más y aquí me quedo. Y creo que también tiene derecho a no seguir, si no quiere.
¿Lo ha pensado alguna vez?
Lo he superado, pero lo he pensado, sí. Tengo hecho testamento vital. Tengo las cosas claras.
¿Habla por la herida?
Hay que saber vivir tu vida, es lo que pienso. No puedes vivir la vida de tu hija o de tu padre o de tu hermano o de tu novio. No puedes entrar en una pendiente en la que vas a salir mal parado porque no entiendas que tus seres queridos te estén dando una vida que tú no quieres y no sabes cómo reaccionar o hacer reaccionar a esa persona. Cuando tienes a alguien muy jodido, quieres ayudarle, pero no puedes. Tienes que decir: busca ayuda, voy a ayudarte pero no puedo meterme en tu cabeza. No voy a desdoblarme y que todo lo que te pase a ti me lo esté yo también metiendo en mi vida.
¿Ha cargado mochilas ajenas?
Muchas, hasta que la edad te enseña que tú solo tienes la potestad de tu vida. Puedes ayudar, pero no meterte en esa piel. Es incomprensible lo que te digo, pero hay que trabajárselo. Yo me lo he trabajado muchísimo.
También ha disfrutado de la vida, del amor y de lo otro...
Muchísimo. Me quedan muchas cosas por comer, por beber y por... no me gusta esa palabra, no la utilizo nunca, aunque parezca que sí, que tengo fama de ordinaria. Prefiero decir gozar, y, sí, ese es el máximo placer. Juan Luis Iborra, el autor de la función sobre mi vida, me puso varias veces en el libreto la palabra “follar” y “coño”. Y le dije que eso yo no lo decía. No me gusta decir coño.
En esa función, la mitad de lo que cuenta es verdad, y la otra, mentira. ¿El episodio con Jeremy Irons es verdad o mentira?
Mira, eso es verdad. Estábamos en un hotel como este, íbamos a hacer un trío, porque, como te he dicho, a mí me encanta el sexo y no tengo que dar explicaciones a nadie. La cosa es que me caí por las escaleras y me rompí todo. Él será muy caballero, pero se portó fatal conmigo.
LEONA LEÓN
Loles León (Barcelona, 71 años) lleva más de medio siglo en escena. La inolvidable chica Almodóvar que cantaba a pleno pulmón con Victoria Abril y Antonio Banderas el Resistiré de la escena final de Átame, ha pasado a ser, según autodefinición, la “abuela de España” en las comedias familiares de Santiago Segura. A León nunca se le ha puesto nada ni nadie por delante. Ahora, Loles, recordada por sus papeles en televisión en series como Aquí no hay quien viva y La que se avecina, y presencia habitual en Tu cara me suena, estrena Una noche con ella, de Joaquín Iborra, una función teatral sobre su vida en la que el espectador tiene que adivinar qué es verdad y qué es mentira.
Babelia
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