‘Filomena’ y un tejón se aliaron para encontrar un tesoro arqueológico
Los investigadores creen que un mustélido desenterró en una cueva de Asturias el mayor conjunto de monedas romanas del norte de España, que varios expertos califican de “excepcional”
El invierno de 2021 fue cruelmente duro en la península Ibérica. La borrasca Filomena había cubierto de nieve buena parte de España, por lo que al tejón le resultaba sumamente difícil encontrar bayas, lombrices o pequeños invertebrados para comer. Salió entonces de su madriguera en el interior de la gruta de La Cuesta (Berció, Grado, Asturias) a escarbar e introdujo sus patitas en una pequeña grieta abierta junto a su refugio. No encontró nada para alimentarse, solo un conjunto de piezas metálicas. Estaban duras y frías, así que abandonó algunas frente a su guarida. Poco después, Roberto García, vecino de la zona, y dos arqueólogos que visitaban la cueva hallaron el resultado de la desesperada excavación del mustélido, según su hipótesis principal. El 5 de abril del año pasado comenzaron los trabajos de investigación con el apoyo de la Consejería de Cultura del Principado de Asturias. El informe El tesorillo tardorromano de la cueva de La Cuesta de Berció (Grado, Asturias). Primeras valoraciones en su contexto cantábrico desvela lo que el pequeño tasugo omnívoro halló realmente: el mayor tesorillo de monedas romanas del norte de España en una cueva. Un total de 209 piezas, de entre los siglos III y V d. C, algunas procedentes de las lejanas cecas de Londres o Antioquía, que alguien escondió en la cueva ante la inminente llegada de los suevos, un pueblo germánico que invadió la Península en el 409 procedente de las heladas aguas del Rin.
Señala el informe de los expertos Alfonso Fanjul Peraza, Alberto Ceballos Hornero, Antonio Juaneda Gavelas, Emilio Muñoz Fernández, Roberto García Flórez y Carmen Llamosas San Miguel, y que acaba de ser publicado por los Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, que la cavidad de Berció se adentra 16 metros en una pared del río Nalón. Esta oquedad, a la que se accede por una ladera arcillosa muy inclinada y cubierta de bosque, “siempre fue acosada por los llamados ayalgueros o cazatesoros, que buscaban lo que desde el siglo XVIII se conoce como la gruta de un rey bárbaro llamado Godulfo”, monarca que solo reinó en la imaginación popular.
Los especialistas creen que las piezas encontradas junto a la madriguera son solo “un depósito secundario, procedente de un depósito de piezas mayor, hoy inexistente, del cual una parte cayó a través de una grieta sumidero al suelo. Se encontraban, por lo tanto, en una poza vertical natural estrecha que, vaciada en su tramo inferior por el animal, había sacado desde la entrada de la madriguera parte del depósito, quedando más piezas en la parte profunda”.
El sumidero tiene una profundidad de unos 40 centímetros. Al excavarlo, los arqueólogos exhumaron más monedas, hasta un total de 209. Su cronología abarca desde mediados del siglo III hasta una pieza acuñada en época de Valentiniano III, en el año 430. “Este marco temporal nos permite”, sostiene Alfonso Fanjul, “fechar el depósito, de momento, y a falta de nuevas excavaciones en el interior y exterior de la cavidad, en la segunda mitad del siglo V d. C. Un momento interesante de la expansión sueva en el noroeste peninsular, siendo la zona de Grado un área límite del territorio astur-romano”.
En los años treinta del siglo pasado, también en el valle de Grado, se halló el llamado tesoro de Chapipi, 14 monedas de oro de la época de Constantino (reinó entre el 306 y el 337), así como un anillo del mismo material. “Esta acumulación de importantes hallazgos, siendo prudentes, podría responder a ese contexto de intensa conflictividad en un territorio de frontera”, añade Fanjul. Es decir, y como ocurrió en otras partes de la Península y en diferentes siglos, cuando el invasor o el enemigo se acercaba, los dueños de las monedas las ocultaban en los lugares más insospechados para, una vez pasado el peligro, recuperarlas. Pero no siempre lo lograban.
El conjunto desenterrado por el tejón está muy desgastado, “salvo en las emisiones de mayor calidad, como son las producciones orientales, y de forma excepcional uno de los tres follis encontrados [moneda de la Antigua Roma introducida alrededor de 294 por el emperador Diocleciano]. Se trata de una pieza de bronce, con un peso de entre ocho y 10 gramos, con un 4% aproximado de plata, que procede de la ceca de Londres”. El resto de las monedas, excepto tres, son centenionales, las de menores dimensiones del imperio. Proceden de cecas de Antioquía, Constantinopla, Tesalónica, Arlés, Lyon, Roma o el Adriático. Todo lo excavado está siendo sometido, en la actualidad, a un proceso de limpieza en el Museo Arqueológico de Asturias.
El informe añade que el depósito de piezas rescatado es, no obstante, una mínima parte de “un conjunto monetario mucho mayor, hoy desaparecido, tal como demuestra el haber encontrado varias monedas en distintas zonas de la cavidad. Su localización acumulada en el sumidero se debe al abandono, erosión natural o el uso ganadero”.
Los arqueólogos anuncian que el número de monedas en la cueva puede ser incluso mayor, ya que solo han realizado la primera fase del rescate de emergencia. De hecho, a falta de las pruebas de laboratorio, solo pueden asegurar que el tesorillo se ocultó a mediados del siglo V, aunque podría ser un par de siglos posterior. Si fuese del siglo V, tienen claro que se ocultó en “un contexto de inestabilidad política debido a la expansión sueva en la mitad occidental de la actual Asturias, donde el territorio entre el río Nalón y el Narcea parece constituir un espacio fronterizo entre el poder suevo y la sociedad astur-romana. Sea como fuere, la cantidad de monedas recuperadas, así como el indudable interés arqueológico del momento de transición a la génesis altomedieval, hacen del tesorillo descubierto en Berció un hallazgo excepcional”. Aunque, de momento, solo el tejón puede saber dónde se encuentra el resto del tesoro.
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