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Duelo entre arqueólogos por la ubicación del templo de Hércules-Melqart en Cádiz

Investigadores de las universidades de Cádiz y Córdoba rebaten la hipótesis respaldada esta semana por la de Sevilla junto con el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico que ubica el santuario bajo el agua en el caño de Sancti Petri

Vista hipotética que el arqueólogo García y Bellido hizo del templo Hércules Gaditanus, en 1968, basándose en el de Jerusalén.
Vista hipotética que el arqueólogo García y Bellido hizo del templo Hércules Gaditanus, en 1968, basándose en el de Jerusalén.

Los expertos solo se ponen en una cosa de acuerdo: Julio César lloró de emoción al descubrir la estatua de Alejandro Magno en el interior del templo del dios Hércules-Melqart, edificado en algún lugar de la bahía de Cádiz. Pero sobre el punto exacto donde eso ocurrió, no hay consenso científico. La tesis presentada esta semana sobre la posible localización del santuario bajo el agua en el caño de Sancti Petri, una zona costera e intermareal de la bahía entre Chiclana de la Frontera y San Fernando, ha abierto un debate entre dos grupos de investigadores. La idea explicada públicamente el miércoles por un estudiante de doctorado de la Universidad de Sevilla, Ricardo Belizón, respaldado por un equipo de científicos de la Universidad de Sevilla y del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, colisiona con la hipótesis que sostienen investigadores de las universidades de Córdoba y Cádiz, que lo ubican en el cerro de los Mártires, un área del Ministerio de Defensa en San Fernando alejada 300 metros de la línea de costa.

Para llegar a conclusiones tan dispares, ambos grupos de expertos han utilizado la llamada tecnología LiDAR, que a grandes rasgos es un sistema de medición de posiciones de forma remota, basado en un sensor de barrido láser que registra los retornos contra la superficie; es decir, un sistema que permite medir la distancia entre el punto de emisión hasta un objeto. Con los resultados obtenidos, se puede elaborar así un mapa en 3D de alta resolución. Los arqueólogos, entre otros grupos profesionales, lo usan para ubicar objetos bajo la superficie terrestre.

Pero Antonio Monterroso-Checa, profesor del Área de Arqueología de la Universidad de Córdoba y cuyo estudio La ubicación del santuario de Melqart en Gadir: aportación de los datos PNOA-LiDAR sostiene que el templo está en San Fernando, advierte de que “el LiDAR no es un radar. Con el agua, la luz emitida por el LiDAR hace efecto espejo, no traspasa, y el procesamiento informático genera un pixelado aleatorio como solución. El radar, en cambio, es una onda radio que sí puede, en determinadas bandas de frecuencia, atravesar superficies. Son cosas distintas”.

Es decir, el choque con el agua de la luz del LiDAR genera lo que se llama un “artefacto”: una mala triangulación de los puntos y un pixelado en forma de triángulos, que puede resultar de lo más heterogéneo. O lo que es lo mismo: los datos de la Universidad de Sevilla serían erróneos, según Monterroso-Checa, y bajo el caño de Santi Petri no habría nada. Los resultados de ese estudio “que por desgracia se pasea en los medios estos días”, considera el experto de la Universidad de Córdoba, solo muestran “una incapacidad de triangulación de la luz rebotada en una lámina de agua por parte de un software. Nada de realidad”.

Ortofoto de Google Earth, en 2015, donde se distingue el arrastre arenoso del caño, donde supuestamente se ubica el templo de Hércules.
Ortofoto de Google Earth, en 2015, donde se distingue el arrastre arenoso del caño, donde supuestamente se ubica el templo de Hércules.Universidad de Cádiz

Al otro lado, Milagros Alzaga, jefa del Centro de Arqueología Subacúatica (CAS) del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico y partícipe del posible hallazgo en Sancti Petri, prefiere guardar silencio y no entrar en acusaciones cruzadas. Antonio Sáez Romero, profesor del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla, mantiene la misma postura que Alzaga y remite a los datos aportados en la presentación pública de este pasado miércoles, apoyada por la Junta de Andalucía y elaborada tras una ponencia científica la semana pasada en la Universidad Sapienza de Roma. En ella, los científicos dejaron claro que tras descubrir esas “aberraciones” en el territorio —que dibujan el posible templo, embarcaderos, un puerto interior y una gran masa de construcciones aún por definir—, contrastaron con los expertos del Instituto Geográfico Nacional por si podía tratarse de un error en triangulación, y estos lo descartaron. Sin embargo, los técnicos de Teledetección de la Universidad de Cádiz piensan justo lo contrario. Para ellos, las imágenes que aparecen en las pantallas de los ordenadores no muestran ninguna construcción ni templo alguno bajo los caños de Santi Petri. De hecho, detallan que si emplean los programas de visualización Arcgis o Global Mapper para interpretar los datos, el resultado es negativo. No hay nada de nada.

Pero los defensores de la posibilidad de que el templo se encuentre bajo el caño sostienen que sus suposiciones están sustentadas también con averiguaciones combinadas con fuentes históricas, el mapa de hallazgos arqueológicos y varias visitas al lugar. La superposición de toda esta información geoposicionada muestra coincidencias destacadas, dicen, como es el caso del resto de una columna bajo el agua —documentada hace años— que coincide en su situación con los datos reflejados en el LiDAR. Con toda esa información y tras más de un año de pesquisas, los científicos de la Universidad de Sevilla se han animado a presentar sus resultados preliminares, a modo de hipótesis, que solo se podrán confirmar tras campañas y prospecciones arqueológicas que pueden durar años.

Ortofoto digital donde se distinguen los restos de cauce y sus arrastres, según el estudio de Monterroso-Checa.
Ortofoto digital donde se distinguen los restos de cauce y sus arrastres, según el estudio de Monterroso-Checa.Universidad de Cádiz

Monterroso-Checa replica, sin embargo, que Sancti Petri nunca pudo ser el lugar donde se levantó el templo porque, debido a su fondo rocoso, los barcos que intentasen aproximarse a él en la Antiguëdad habrían necesitado entre seis y ocho metros más de profundidad para mantener una navegación segura. Eso habría hecho que el templo sobre el islote estuviese directamente bajo las aguas, algo que no ocurriría en el caso de San Fernando, que siempre estaría por encima de este nivel.

Lázaro Lagóstena, catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Cádiz, vaticinó el pasado marzo a EL PAÍS: “Todo es discutible y habrá un gran debate. La tecnología no invasiva nos permitirá confirmarlo pronto. La bahía de Cádiz es una caja de sorpresas arqueológicas”.

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