Las mejores novelas negras de 2021
Un grupo de expertos elegidos por EL PAÍS seleccionan y comentan su obra preferida del género. No es una lista democrática, pero es una buena fotografía del panorama editorial de este año que termina
Un año excelente para la el género se alza con un claro vencedor: Tokio Redux, de David Peace, elegida por dos de los expertos que han colaborado en esta edición. Se trata de un grupo variado en el que hay escritores, libreros, periodistas y organizadores de festivales. La lista, claro, no es democrática, ni sirve de prueba demoscópica. Pero la selección es buena, variada y sirve de radiografía del género en este año. Pasen, lean, compren en su librería y disfruten.
Lorenzo Silva (escritor y comisario de Getafe Negro. Padre de Bevilacqua y Chamorro)
Morir es un color, Mario Marín (Ediciones del Viento). Es una novela muy negra, con un crimen —o dos— en su mismísima médula que la narración va desvelando de la forma más original: a través de la relación que surge entre un hombre y una mujer internados en el pabellón psiquiátrico de un hospital en Huelva. No es un interrogatorio, no es una confesión, y a la vez es las dos cosas, dos seres humanos a los que el motor vital se les ha gripado y que se indagan y se confían el uno al otro, en un crescendo que hace imposible soltar el libro y que al final se vive con verdadera ansia por seguir pasando páginas, mientras a uno de los dos personajes, el que guarda el oscuro secreto, lo va consumiendo su enfermedad.
Pero para mí lo mejor de todo es que este año no he leído otro libro tan feroz y tiernamente humano a la vez, tan elegante y tan verdadero en la descripción del dolor y de lo difícil que es sobrevivir a él, cuando se clava en el centro del alma y la conciencia de quien lo padece. Escrito además con una tersura y una potencia que desarman, y con las que no puede competir ese montón de novelas del género servidas en lenguaje rutinario y sin apenas voluntad de estilo.
Marta Marne (crítica de El periódico)
Tokio Redux, David Peace (Hoja de Lata, traducción de Ignacio Gómez Calvo). La desaparición real del presidente de los ferrocarriles japoneses, Sadanori Shimoyama, acontecida el 5 de julio de 1949 es el punto del que parte David Peace para cimentar la novela que cierra su última trilogía: Tokio Redux. Con un estilo más depurado, poético y evocador que en sus obras anteriores —lo cual ya es mucho decir—, Peace elabora una narración a tres tiempos con la que viajamos por 1949, 1964 y 1988; un recorrido sentimental por algunas de las etapas más críticas de la historia de Japón cuyas heridas no han terminado de cerrarse del todo. Estamos ante un libro cuyo uso del lenguaje está medido tan al milímetro que incluso a través de una traducción podemos apreciar la musicalidad del texto. Quizás su obra más brillante y, a su vez, una magnífica puerta de entrada al universo narrativo de Peace. Con Tokio Redux el autor de Yorkshire se consagra como uno de los mejores escritores contemporáneos.
- Mis compañeros de Icon publicaron este interesante reportaje sobre el maestro inglés.
Ángel de la Calle (autor de cómic y director de la Semana Negra de Gijón)
Tokio Redux, David Peace (Hoja de Lata, traducción de Ignacio Gómez Calvo). Un año en que nos llegan novelas de Jo Nesbo (El reino. No está Harry Hole pero no importa. El mejor Nesbo, el fácil de amar, al teclado). Petros Markaris (Ética para inversores. El último representante del trío de la novela negra mediterránea nos trae de regreso al Comisario Jaritos para recordarnos orígenes y consecuencias de la visible crisis que aún vivimos. Y siempre está bien escuchar sobre banqueros e inversionistas. Necesaria). John Connolly (Antigua sangre. Charlie Parker está de regreso. El Mal tiene nombres y Parker va a identificar algunos de esos nombres. Los seguidores de Connolly van a disfrutarlo). Michael Connelly (Advertencia razonable. El periodista Jack McEvoy tiene que encontrar a un asesino de mujeres. Ejemplo de la enorme habilidad de Connelly para sacar jugo de una fruta exprimida hasta el ocaso. Para disfrutarla) me decanto por Tokio Redux (Hoja de Lata), del británico residente en Tokio David Peace, novela con la que cierra la trilogía de Tokio que inició con Tokio, año cero y siguió con Ciudad ocupada. El caso de la desaparición de Sadonari Shimoyama, responsable de los ferrocarriles japoneses tras el fin de la guerra, hará converger tres tiempos y tres investigaciones para desentrañar el misterio. Como siempre en Peace, lo social tras el crimen. Imprescindible.
Berna González Harbour (Escritora y periodista de EL PAÍS. Su última novela es El pozo)
El invencible verano de Liliana, Cristina Rivera Garza (Literatura Random House). El combate de Cristina Rivera Garza ha sido a vida o muerte y ha ganado. El invencible verano de Liliana es más que un libro, es una pelea contra el olvido, contra los velos que el tiempo y nosotros mismos vamos poniendo para tapar las desgracias como la que sufrió su propia hermana pequeña, asesinada por un mal novio cuando apenas empezaba su vida adulta. Es duro, es sagaz, es necesario y está cosido con alta literatura. Y ya solo esto debía bastar para merecer una lectura entregada y concentrada. Pero además tiene ternura y transmite la hondura de sentimientos de dolor y culpa que solo el hallazgo y la búsqueda intentarán paliar en un entorno nocivo que ha hecho de los feminicidios una rutina demasiadas veces callada. Rivera Garza (Heroica Matamoros, 1964), una de las mejores plumas de la negritud literaria —concepto un millón de veces mayor que el de la literatura negra— ha bordado una gran obra.
- Aquí pueden leer un reportaje que profundiza en esta sobrecogedora historia.
Laura Fernández (Escritora y periodista. Su última novela es La señora Potter no es exactamente Santa Claus)
El Gabinete de los Ocultistas, de Armin Öhri (Impedimenta). Imaginen un clásico whodunnit, una novela de misterio con cadáver a las puertas del castillo, en la que la acción, esto es, la sucesión de asesinatos, la precipita una sesión de espiritismo durante una fiesta de fin de año. Luego imaginen a la prensa de Berlín, el Berlín de finales del XIX, perdiendo la cabeza, y a dos invitados a esa fiesta, un jovencito que estudia leyes, y un dibujante de la policía, y detective aficionado, fundando algo llamado “el Gabinete de los Ocultistas” para dar caza al asesino. Imaginen también frío, nieve, y delicioso absurdo, que juega no desmontar sino a reconstruir los tópicos del género desde un humor, por momentos, tan oscuro como la época. Porque sí, todo lo que se lee es reconstrucción. Armin Öhri no nació hace dos siglos, sino en 1978, y no lo hizo en el Reino del Whodunnit, esto es, la Inglaterra de Agatha Christie, sino en Liechtenstein, y lo que obra, cada vez, es un milagro especialmente apto para los amantes del cluedo literario con un gusto, en este caso, germánico —y he aquí su principal virtud, crear algo que nunca existió—, exquisito.
Letras corsarias (Librería independiente de Salamanca. Parte de La conspiración de la pólvora, premio al Fomento de la Lectura 2016)
Letra torcida, letra torcida, Tom Franklin, (Dirty Works, traducción de Javier Lucini). En algún momento de este libro se produce una escena perturbadora: un adulto borracho incita a dos niños a pelearse entre sí para ganar un rifle. Un niño es negro, el otro blanco. Ninguno de los dos quiere pelear, pero pelean. El daño que se hacen no tiene que ver con los puños, va a quedar sepultado por capas de sucesos y tiempo. Pero ahora, va a reaparecer. En la línea del rural noir o grit lit del sur norteamericano, encontramos aquí un sentido casi bíblico de las afrentas, un latir a flor de piel de los prejuicios, unos cuantos asesinatos que no parecen complicados de resolver en un pueblo pequeños donde todo el mundo se conoce o cree conocerse. Porque en todas partes hay secretos. Tiene fuerza y negrura para regalar. ¿Ese padre borracho nos ha recordado al personaje que interpretaba John Houston en Chinatown? Sí. ¿Es un libro de San Wasson sobre Chinatown titulado El gran adiós nuestro libro-negro de no ficción del año? Pues también. ¿Qué eso no nos lo ha preguntado nadie? Verdad. Pero ya que estamos, queda dicho.
Juan Carlos Galindo (Periodista. Coordinador del blog Elemental)
Aprovecho mi condición de organizador de este asunto para elegir tres, uno por categoría: en español, traducido y no ficción.
Páradais, Fernanda Melchor (Literatura Random House). Una ventaja del género que nos ocupa es que no tiene fronteras, que autores de distinta causa y condición lo transitan sin querer. A través de la mirada de Polo, un joven que trabaja en una urbanización de lujo, alguien harto de su condición mísera, de malvivir de un empleo que le muestra a diario lo que nunca tendrá, Fernanda Melchor construye un relato de desigualdad, de violencia directa y estructural, de mundos sin futuro. Franco Andrade, chico obeso y adicto al porno, pijo malcriado de manual, es el contrapunto, la fuente de conflicto. La presencia difusa y amenazante del narco completa un universo construido con una prosa oral, soberbia. ¿Es una novela negra? Muy negra. ¿La mejor? Pues ustedes dirán.
Piel quemada, Laura Lippman (Black Salamandra, traducción de Jofre Homedes). Polly Costello es misteriosa, pelirroja y acaba de dejar a su familia tirada en la playa. Quiere cambiar de vida y se instala como camarera en un pueblo perdido de Delaware. ¿De qué huye? Es la primera pregunta que se hace el lector, que no parará de hacerse preguntas y pasar páginas de esta novela que lo tiene todo: una trama bien trabada, personajes cuidados al extremo (no se crean que porque Polly sea descrita así va a caer en el cliché, para nada), asesinatos, chantajes y buenos giros, basados en todo caso en la calidad de la historia, más que en trucos de feria. Lippman es una clásica del noir estadounidense contemporáneo, es inteligente y sabe jugar con el género para hacer otra cosa sin salirse de sus fronteras.
Agente Sonya, Ben Macintyre (Crítica, traducción de Efrén del Valle). Poco queda por decir del maestro de los ensayos de espías, esos libros con personajes fascinantes que funcionan como novelas. En este caso nos presenta a Ursula Kuczynski, alias Ruth Werner, alias Agente Sonya, una oficial del Ejército Rojo, experta en comunicación por radio, saboteadora, espía de primer nivel y escritora de gran éxito. Toda su actividad clandestina se vio favorecida por el machismo de sus rivales, que no creían que una mujer (ama de casa, madre, excelente cocinera) pudiera ser su gran enemigo. ¿Se conocía esta historia? Pues, como casi todas las que cuenta Macintyre, sí. Pero nadie lo había relatado así antes. Es una de las mejores historias para adentrarse en su mundo o, si ya lo conocen, disfrutar de la vida y las aventuras de la mejor espía de todos los tiempos.
- Aquí va una entrevista con el autor para quien quiera saber más.
Babelia
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