‘Adeu’, Oriol
Fue tanta y tan intensa la dedicación de Oriol Bohigas, que me atrevo a afirmar que su nombre formará parte de la larga lista de prohombres catalanes y quedará grabado en la piel de Barcelona
Hay personas que, con su sola presencia, inundan el espacio. Sea el de un reducido coloquio, el aula o el coliseo. Incluso la ciudad. Así recuerdo a Oriol Bohigas, cuya amistad he podido gozar, superando la distancia y los largos silencios, durante décadas, que arrancan en los primeros años sesenta del siglo pasado.
Su cuerpo, su rotunda cabeza emanaban fuerza, energía y cordialidad. Su voz y su palabra transmitían pasión y sabiduría. Imposible ignorarlo. Difícil eludir su abrazo. Cerrar los oídos a su discurso sosegado o vehemente. Siempre atento al quehacer de cada momento. Comprometido con lo que consideraba justo y necesario, en defensa del bien común.
En ello puso su saber, como lanza esforzada, en múltiples batallas. En la rigurosa indagación en la cultura catalana, inserta en la cultura europea. Contra la dictadura franquista y la conquista de la democracia. En la enseñanza de la arquitectura, desde el libro o el artículo coyuntural. En múltiples conferencias y debates, polémico y polemista, siempre respetuoso con el contrario. En la Escuela de Arquitectura de Barcelona, de la que llegó a ser director y renovador.
Un compromiso con lo público, que le llevó a poner su profesión de arquitecto al servicio de su ciudad, asumiendo la responsabilidad de Concejal, siendo alcalde Pasqual Maragall. Desde este puesto fue inductor, promotor y gestor de un renacer de Barcelona. Renacer que encontró en las Olimpiadas de 1992 la ocasión para brillar y manifestarse más allá de nuestras fronteras.
Clausurados los Juegos, empezó a hablarse por el amplio mundo de la política urbana, el urbanismo y la arquitectura del “modelo Barcelona”. Una expresión elogiosa que rechazaba el propio Oriol, quien afirmaba que, más que un modelo, lo que Barcelona ofrecía, como ejemplo exitoso, era un modo de hacer ciudad. Hacer ciudad en y con la ciudad existente, descubriendo el potencial de futuro que escondía. Un modo dirigido, en gran medida, por el propio Bohigas, con el apoyo político y humano de Maragall.
Cataluña, geografía y cultura y, de forma especial, Barcelona, fue el territorio en el que encontró la tierra fundamental donde hundir sus raíces y alimentar su pensamiento. El mismo territorio sobre el que proyectó sus ansias y volcó su asombrosa capacidad de trabajo.
Fue tanta y tan intensa su dedicación, que me atrevo a afirmar que el nombre de Oriol Bohigas formará parte de la larga lista de prohombres catalanes y quedará grabado en la piel de Barcelona.
Adeu, Oriol.
Eduardo Mangada es arquitecto y fue concejal de Urbanismo de Madrid entre 1979 y 1982 y consejero de la Comunidad de Madrid, entre 1983 y 1991.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.