Alicia Ramos: “Es muy fácil construir un argumento desde el odio”

Cantante, escritora y premio Benito Pérez Armas de novela por El último vándalo (que yo sepa), Alicia Ramos nació en Güimar (Tenerife) en 1969 y estudia primer curso de Ciencias y Lenguas de la Antigüedad en la Autónoma de Madrid. “Mis compañeras y compañeros (y une compañere) tienen en torno a los 18 años”. Enamorada del mundo clásico y de la alegría. Hablamos en la cafetería del Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Pregunta. Viene de clase. ¿Qué sensación le produce?

Respuesta. Una maravilla. Una persona contándote a ti movidas que ella ha investigado… La universidad es una pasada y a esta edad es un regalo. Bueno, no es un regalo: cuesta bastante dinero.

P. ¿El alumnado?

R. Refutan todos mis prejuicios estúpidos crecidos desde el desconocimiento de estas generaciones. Los de mi grado son gente muy despierta, de su tiempo. Tienen muy asumidas las identidades, las orientaciones, las corporalidades diferentes. Todo eso se respeta de base. Eso no ocurría cuando estudié por última vez. Me tratan en un plano de igualdad que no esperaba, y eso me encanta. La diferencia es que yo tengo que trabajar para poder estar ahí.

P. ¿Eso le da buenas noticias acerca de cómo está este mundo o la universidad es un gueto?

R. Considero que es una minoría, y aunque esto me diera noticias carezco de herramientas para convertirlas en datos. Tampoco tengo mucho interés en analizar el devenir del mundo desde una perspectiva generacional. Hay otros factores que construyen el ser humano y definen a las personas más allá de si han nacido en Güimar o en Boston… Nunca pensé que estuviera en un grupo de wasap con chicos de esa edad. Usan las mismas palabras que yo, pero para mi su sintaxis es impenetrable. Esto sí que es un hecho generacional.

P. ¿Cómo ha evolucionado el mundo al que pertenece?

R. Mi generación no ha luchado por merecer lo que tenía. No ha aprovechado ese capital de libertades que tenía para afianzarlas sino para gastarlas. Como si no mereciéramos un Estado de Derecho, una sociedad basada en las libertades públicas, sino como si fuera un regalo que nos han hecho y que alguien nos retirará.

P. El mundo clásico es su pasión. A partir de ello ha escrito una novela, estudia.

R. Imagine que el mundo estuviera escrito en una lengua que desconocemos. Haría lo posible por aprenderla. Creo que la cultura está escrita en griego y quisiera descifrarla. Hablo en sentido figurado, porque ya se sabe que la cultura está escrita en alemán, como Dios manda… Busco el mayor rango de herramientas para desentrañar la trama de la realidad. Lo intentaré mientras viva, porque sin eso no sale la pena vivir.

P. Ríe mucho…

R. Es una forma de mostrarse amable. Significa: “Estoy aquí, no te voy a disparar, no te voy a tirar piedras ni lanzas. Estoy aquí, soy igual que tú y te tiendo la mano”. Después está la sonrisa cínica. “Ven aquí, te voy a contratar y te voy a pagar muy mal”. La risa es algo muy humano. Otros animales tienen gestualidades parecidas, pero no dan confianza… Hay otras emociones igualmente válidas. Recomiendo mucho dormir. La ternura, la admiración, la sorpresa.

P. En su cuenta de Twitter dice que se llama Alicia Ramos “y lo que me ha costado”…

R. Es un guiño. No es un país en el que las cosas sean fáciles, porque los hay mucho peores. Pero es un proceso que puede ser complicado, costoso, e injusto, porque convierte un trámite registral, burocrático, en un itinerario médico sin que se explique muy bien por qué. Esto lo convierte en una cosa pesada… La única ley vigente a la que agarrarse es la ley 3/2007, impulsada por mi paisana Carla Antonelli, una modificación de la Ley de Registro Civil. Se está hablando de la derogación del aborto, hay un discurso que impugna los valores fundamentales. De repente que las personas trans, que existen desde Heliogábalo, tengan derechos parece que se los quitaran a otros. Es muy fácil construir un argumento desde el odio.