Janet Malcolm, la escritura intimidante
La periodista, que ha muerto a los 86 años, aplicó las técnicas narrativas más sofisticadas
Janet Malcolm, que ha muerto a los 86 hoy jueves de un cáncer de pulmón, pertenecía a la gran escuela norteamericana que no distinguía entre los recursos de la ficción y los del periodismo, consistente en aplicar las técnicas narrativas más sofisticadas del ámbito de la novela al territorio de la no ficción, en una tradición que tuvo entre sus máximos exponentes a gigantes como Truman Capote, Norman Mailer o Gore Vidal. Compartía con ellos (y con Gay Talese y Tom Wolfe, pero de estos la separaba su exquisita delicadeza y sensibilidad) la capacidad para diseccionar los asuntos que le correspondía tratar con una precisión que rayaba en la brutalidad, pero en cierto modo llegó más lejos que ellos, sabiendo inocular en su escritura una manera de entender la crónica periodística que alcanzaba niveles inigualables de intimidad.
Esto es algo que solo logró también la gran dama del ensayo personal, Joan Didion. Las contradicciones la estimulaban. Leyendo a Janet Malcolm, el lector no está nunca seguro del lugar al que ha sido arrastrado. Ello le causó problemas entre los colegas de la profesión. Era una maestra del arte de la entrevista y del perfil, dentro del más puro estilo que sancionó The New Yorker, la publicación donde perfeccionó sus armas literarias.
Indudablemente, son reportajes, como El periodista y el asesino o Ifigenia en Forest Hills donde mejor se percibe su solvencia como cronista, pero lo que explica la altura que alcanzó es su talento literario en estado puro. Son magistrales sus meditaciones biográficas sobre grandes nombres de la literatura. Es el caso de La mujer silenciosa, sagaz disección del mito trágico de Sylvia Plath o Leyendo a Chéjov, perfil genial del dramaturgo y cuentista ruso (una de sus influencias).
El mismo modo de operar brilla a gran altura en Dos vidas, radiografía de la relación entre Gertrude Stein (otro de sus modelos) y Alice B. Toklas, compañera sentimental de Stein. La influencia mayor de Janet Malcolm fue Joseph Mitchell, escritor que resume en su figura la manera de entender el periodismo que entronizó The New Yorker.
A lo largo de los años accedió en numerosas ocasiones a ser ‘entrevistada’, pero poniendo una condición imposible: sus palabras no se podían ni grabar ni publicar
Tuve el honor y la fortuna de entrevistar a Janet Malcolm para este periódico en 2004. Le gustaba prolongar las conversaciones más allá del tiempo acotado por lo que sus editores le asignaban y quiso seguir tratando los temas discutidos en la entrevista más adelante, pero así como nadie la superaba a la hora de saber meterse en lo más profundo de la persona cuyo perfil debía trazar, no había nadie más escurridizo que ella si se le proponía que fuera ella misma el objeto de la entrevista.
A lo largo de los años accedió en numerosas ocasiones a ser entrevistada, pero poniendo una condición imposible: sus palabras no se podían ni grabar ni publicar. Cada vez que nos veíamos me prometía que la siguiente vez me daría permiso para publicar el contenido de nuestra conversación, pero los años pasaron y nunca llegó a suceder. Ahora es ya imposible.
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