Pierre Guichard, la pasión por la historia de al-Andalus
El estudioso francés contribuyó a dar una nueva visión de la sociedad andalusí, muy alejada de la imagen que le había adjudicado el nacionalismo histórico español
En los últimos días, las redes sociales y los correos de especialistas en historia de al-Andalus se han llenado de mensajes lamentando la muerte, el día 6, de un cáncer a los 81 años, de Pierre Guichard, una de las grandes figuras de este campo de estudios, que contribuyó a renovar en una serie de trabajos que describieron una sociedad andalusí muy alejada de la imagen que le había adjudicado el nacionalismo histórico español. Esa imagen era la de una España musulmana en la que un pequeño número de conquistadores, llegados en 711, habían sido absorbidos por la población indígena, algo que el arabista Julián Ribera comparaba con las aguas de un estanque a las que unas gotas de anilina roja cambian el color, pero manteniendo su composición intacta.
Guichard pulverizó esta idea en una obra publicada en 1976 en la editorial de Carlos Barral (un editor peu conformiste, como él decía), titulada Al-Andalus. Estructura antropológica de una sociedad islámica en Occidente. En ella demostraba la llegada de un número considerable de árabes y bereberes que, tras establecerse en la Península, habían creado una sociedad similar a otras araboislámicas. Su interpretación veía el año 711 como una ruptura, en la que unos conquistadores encuadrados en clanes tribales habían sido los artífices de esa nueva formación social. El suyo era un inédito enfoque de antropología histórica, que proponía, por ejemplo, una novedosa lectura de obras clásicas de la literatura andalusí, como el Collar de la Paloma, para desvelar cuestiones como el concepto árabe del honor, el papel social de la mujer o las formas del parentesco árabe.
En el ambiente de ebullición de las primeras décadas de la recién estrenada democracia, esta brillante interpretación animó a otros muchos a investigar la hasta entonces poco estudiada sociedad andalusí, cuyo funcionamiento y desaparición frente al empuje cristiano fueron temas a los que Guichard también dedicó obras más celebradas. Inspiró y colaboró así en numerosos estudios y excavaciones arqueológicas sobre fortificaciones, sistemas de regadío o poblamiento en al-Andalus, en una infatigable búsqueda de datos y enfoques que avalaran sus tesis. Su interés por estudios recién publicados ayudó a poner en valor los trabajos de muchos jóvenes de entonces, que hoy reconocen su magisterio tanto en España como en Francia.
Tal y como señalaba un tuit del Grupo Harca de medievalistas valencianos, de una forma u otra, todos los que estudiamos la sociedad andalusí partimos de la obra de Guichard, bien sea para confirmar sus tesis, para matizarlas o para rebatirlas. Él defendió siempre sus ideas con la convicción de quien es consciente de haber construido una interpretación histórica de largo alcance, a veces haciendo uso de la ironía, otras con una socarrona malicia, que desarmaba al provenir de una persona de una bondadosa timidez, pero que siempre resultaba ser, al menos, sugerente.
Aquejado de una penosa enfermedad reciente, había seguido trabajando, sin embargo, hasta el final. Su último artículo, escrito en colaboración con otro gran andalusista francés, Philippe Sénac, acaba de aparecer. Trata sobre monedas y sellos de plomo con inscripciones árabes de la época de la conquista, que están apareciendo con profusión y que nos tienen a todos fascinados por su novedad.
Eduardo Manzano Moreno es profesor de Investigación del Instituto de Historia del CSIC.
Babelia
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