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525 días

David de Miranda cortó dos orejas a una corrida blanda y sosa de Núñez del Cuvillo

Antonio Lorca
David de Miranda, ante el cuarto toro de la tarde.
David de Miranda, ante el cuarto toro de la tarde.Torostv

La cifra ―525 días― la ofreció Torostv, y se refiere al tiempo que llevaba el diestro Diego Urdiales sin vestir el traje de luces; concretamente, desde el 6 de octubre de 2019 en la plaza de Zaragoza. Ese es el caso del diestro riojano, pero son muchos los toreros de oro y plata que llevan más días sin ver un pitón de cerca delante del público; y los que le quedan.

Un verdadero drama pandémico para el escalafón taurino, que afecta al ánimo, la preparación y el bolsillo de miles de taurinos y sus familias.

Ha finalizado la Gira de Reconstrucción, y nada se sabe a ciencia cierta del inmediato futuro de la fiesta, a expensas toda ella del curso del virus que la mantiene prácticamente paralizada desde marzo del año pasado.

Acabó la gira con un toro de Cuvillo al que le dieron la vuelta al ruedo en la coqueta plaza gaditana de Ubrique; un toro con movilidad y casta, al que no se le vio en el caballo, pero ya se sabe que eso cada vez importa menos.

La corrida, correcta de presentación para un coso de tercera, y con fundadas sospechas de estar afeitada, como la del día anterior, no sirvió más que para constatar que la fiesta sigue viva, a pesar de todo, y de que hay toreros, como son los casos de Urdiales y De Miranda, que mantienen la llama del buen toreo por encima de la pandemia.

N. DEL CUVILLO/URDIALES, DE MIRANDA

Cuatro toros de Núñez del Cuvillo, correctos de presentación, blandos y nobles; complicados primero y tercero, y de gran movilidad el cuarto, al que se le dio la vuelta al ruedo.

Diego Urdiales: cuatro pinchazos, media estocada, un descabello _aviso_ y dos descabellos (ovación); pinchazo, estocada perpendicular y un descabello _aviso_ (ovación).

David de Miranda: estocada _aviso_ (oreja); pinchazo, estocada _aviso_ y dos descabellos (oreja).

Plaza de Ubrique (Cádiz). 14 de marzo. Decimoquinta y última corrida de la Gira de Reconstrucción. Quinientos espectadores.

 

Diego Urdiales no tuvo un lote a modo para su personal y artístico concepto taurino. Tras un periodo de tiempo tan largo sin oler a oro se encontró, primero, con un toro suelto y sin celo, corto de embestida y protestón, al que muleteó con corrección y voluntad, y mató mal. Careció de clase el segundo, áspero, soso y reservón, y solo quedó patente el deseo de agradar y la constatación de que Urdiales es un torero al que hay que seguir esperando porque atesora condiciones para la emoción.

David de Miranda tuvo más suerte; sobre todo, con el último, mejor presentado, noble, repetidor y encastado, al que le dio muchos, demasiados pases, los suficientes para que la faena llegara a ser cansina. Hubo un natural largo y templadísimo que destacó en el enjambre de muletazos acelerados y poco profundos.

Su primero hundió por dos veces el pitón derecho en la arena y quedó muy mermado físicamente. Comenzó el torero por estatuarios y ayudados suaves, pero todo se diluyó con rapidez por el escaso poder de su oponente.

Y no hubo más. Bueno, dijeron en la tele que solo se vendieron 500 entradas de las 760 entradas que se pusieron a la venta.

Si este fuera un sector responsable, estaría reunido esta misma noche para buscar soluciones al problema, pero no. Ante la desidia de la inmensa mayoría, serán muchos los toreros que tarden más de 525 días en torear; y algunos, ojalá sean los menos, no volverán a hacerlo por falta de festejos.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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