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Cuando el cine de Berlanga se veía en todo el mundo, pese a ser “un mal español”, según Franco

Una exposición en Valencia repasa la huella internacional de las películas del director, su afición por el término “austrohúngaro” y sus problemas con la censura

Ferran Bono
Berlanga
Los carteles en serbocroata de 'Bienvenido, mister Marshall', y en japonés de 'Tamaño natural', que se exhiben en la exposición.

Un motocarro coronado con una estrella de Navidad y unas banderitas de una fiesta de pueblo colgadas de un balcón reciben al visitante. Cualquiera que haya visto dos hitos del cine español, Plácido y ¡Bienvenido, mister Marshall!, identificará en seguida el mundo propio de un creador tan singular y popular que su apellido se convirtió en adjetivo, berlanguiano. Una reproducción del garrote vil de El verdugo con que se penaba con la muerte en España completa la trilogía de obras maestras de Luis García Berlanga (Valencia, 1921-Pozuelo de Alarcón, Madrid, 2010), que dirigió 17 largometrajes en 50 años, desde Esa pareja feliz (junto con Juan Antonio Bardem), en 1951, hasta París-Tombuctú, en 1999. En todas ellas aparece en sus diálogos la palabra “austrohúngaro”, salvo en una, Tamaño natural, en la que, sin embargo, se oye un vals austriaco.

Un monumento fallero dedicado a Berlanga.
Un monumento fallero dedicado a Berlanga. BIEL ALINO (EFE)

Era un guiño, una palabra fetiche, una broma privada del cineasta tal vez motivada porque el padre de un amigo suyo del colegio fue el último cónsul austrohúngaro en Valencia, o porque simplemente consideraba que le daba suerte, desde el éxito de Bienvenido... Lo cuenta el periodista Joan Carles Martí, comisario de la exposición ¡Viva Berlanga! Una historia de cine, que se ha inaugurado este jueves en el Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat (MuVIM). En él se han recopilado algunas de las desopilantes escenas en que se menciona el término, de manera siempre un tanto extemporánea. Es el primer acto en Valencia del programa de celebraciones del Año Berlanga, con motivo del centenario de su nacimiento.

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La exposición, que se puede ver hasta el 19 de septiembre, focaliza buena parte de su atención en el impacto internacional hasta los años ochenta que tuvieron los filmes de Berlanga, considerado uno de los renovadores del cine español. No solo ganó premios internacionales en los principales festivales de cine, como Cannes, Venecia, Montreal y Berlín, o fue candidato al Oscar a la mejor película de habla no inglesa por Plácido, en 1961, sino que sus filmes se estrenaban regularmente en numerosos países, a pesar de que su cine se suele asociar al retrato satírico y burlesco de unas situaciones y unos personajes muy característicos de España y de una época determinada.

Prueba de ello son los carteles de las películas que se exhiben en polaco, sueco, japonés, rumano, serbocroata, italiano, inglés o francés. “Hasta finales de los setenta, sus películas tienen una gran repercusión internacional y hemos querido reflejar esa parte más desconocida, sobre todo desde el punto de vista del diseño gráfico”, explica Rafa Company, director del museo de la Diputación de Valencia, especializado, precisamente, en la ilustración.

Último espacio dedicado al Berlanga erotómano.
Último espacio dedicado al Berlanga erotómano.BIEL ALINO (EFE)

La muestra también se detiene en los problemas que tuvieron el cineasta y su excepcional guionista, Rafael Azcona, con la censura franquista. Martí indagó en los archivos en Alcalá de Henares y ha resumido algunas perlas de las mentes calenturientas de los responsables de la censura. Uno de ellos exigió “suprimir la sombra del maletín sobre unos fenomenales cuerpos de mujer en bikini” de la película El verdugo. Otro mandó eliminar “íntegramente el sobeteo de [los personajes de] Carmen y José Luis en el campo”. Un tercero ordenó “aligerar el Rosario y los planos de la señora poniéndose medias”, que era la actriz Emma Penella en el papel de Carmen. También se recuerda la frase de Franco que al ácrata Berlanga le gustaba repetir. Se dice que en un consejo de ministros, el generalísimo dijo: “Yo sé que Berlanga no es comunista; es algo peor, es un mal español”.

El último espacio expositivo alberga al Berlanga más erotómano, precedido por un texto de la cineasta Josefina Molina sobre la misoginia del promotor de la ya extinta colección de literatura erótica La sonrisa vertical, de la editorial Tusquets.

La exposición incluye varias alusiones al espíritu valenciano de Berlanga, que vivió la mayor parte de su vida en Madrid, como Joaquín Sorolla, otro creador que ha marcado el imaginario artístico de Valencia desde la pintura. Fue retratado por el mundo fallero e inspiró alguna falla innovadora, como se recoge en la exposición, que reúne piezas sobre todo del gran coleccionista berlanguiano Santiago Castillo. “Esto ha de servir para dar a conocer la figura de Luis García Berlanga a aquellas generaciones más jóvenes que, teniendo en cuenta cómo circulan en nuestros días los flujos de comunicación de la historia cultural, desconocen la trascendencia de este valenciano en la historia del cine”, apunta Company.

Los políticos y cargos públicos, no obstante, sí conocen bien el legado y la proyección de Berlanga, como prueba la nutrida comitiva que ha inaugurado la muestra, encabezada por el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y los ministros de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, y Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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