El Prado desata pasiones cruzadas con las ‘poesías’ de Tiziano
El museo reúne, por primera vez en cuatro siglos y tras su paso por Londres, las seis pinturas mitológicas que el artista hizo para Felipe II. El conjunto se completa con obras de Rubens, Poussin o Velázquez
Las seis poesías mitológicas que Tiziano pintó por parejas para Felipe II entre 1553 y 1562 llevaban cuatro siglos sin verse. Se juntaron en marzo de 2020 en Londres para una exposición que abrió un lunes y cerró el miércoles de la misma semana. Y allí se quedaron, en una National Gallery que estuvo clausurada siete de los nueve meses de la muestra debido a la pandemia, poniéndose al día, recuperando el tiempo perdido. La segunda parada del viaje de reencuentro de seis viejas conocidas es el Museo del Prado, donde se exponen en la plenitud de su belleza, sensualidad y crueldad en una majestuosa pared que es el principal reclamo de la exposición temporal Pasiones mitológicas (hasta el 4 de julio).
Los responsables del museo madrileño querían ir más allá del gesto de reunirlas y han acompañado el extraordinario conjunto con otras 23 obras maestras de Poussin, Ribera o Rubens en torno a la “polisémica” idea de la pasión, según el director de la pinacoteca, Miguel Falomir, que dobla como comisario junto al conservador Alejandro Vergara. “Es una reflexión sobre la pasión del coleccionista Felipe II, al que la crisis de 1568 le alteró el gusto por lo mitológico”, dice Falomir. “También sobre las pasiones que despertó Tiziano en los artistas que vendrían después y las que gobernaban las vidas de los dioses griegos y sus escarceos amorosos”. Hay pasión, también, por la Antigüedad. O más bien, por el modo en que los pintores del largo siglo XVI tradujeron con imaginación para la posteridad los ideales de Ovidio, Horacio o Filóstrato.
Las poesías pudieron verse en parte en 2014 en el Prado, ocasión que sirvió para colocar las cosas en su sitio: una Dánae perteneciente al museo quedó en recreación autógrafa hecha unos 10 años después, y otra, propiedad del duque de Wellington, salió reforzada como la original, gracias a las investigaciones de Paul Joannides y del propio Falomir. Esas seis pinturas están en el germen de la colección de la pinacoteca y tienen la capacidad de encender la imaginación de Falomir para los cruces, juego con el que a todas luces disfruta (ahí sigue la propuesta de Reencuentro, con la que la institución volvió a la actividad tras el confinamiento, para atestiguarlo). “Esas referencias cruzadas son el Museo del Prado”, se justifica.
“Esas referencias cruzadas ‘son’ el Museo del Prado”Miguel Falomir, director
En la muestra, montada con la ayuda de la Fundación BBVA, se establecen diálogos entre las figuras femeninas de Tiziano y las de Miguel Ángel (vía Hendrik der Broeck), que reciben en la primera sala contraponiendo de paso las escuelas veneciana y florentina; entre el monstruo marino del Perseo y Andrómeda, de Veronese, y el de Tiziano, la poesía que primero salió de España y la peor conservada de las seis pinturas de gran formato; o entre El rapto de Europa, la última del ciclo, que aparece con forma de tapiz al fondo de Las hilanderas de Velázquez. El sevillano, que con toda seguridad fue testigo de cómo Rubens copiaba el original, reprodujo en su cuadro el mito de Aracne, la tejedora a la que le perdió la inmodestia. Ese juego de espejos es seguramente el mejor resumen de lo que pretende la muestra. “Velázquez parece decir: ‘Yo pertenezco a una tradición pictórica, que es la de Rubens y Tiziano, y no solo soy la culminación de esa escuela: los he superado”, aclara Falomir.
En el catálogo, en el que la historiadora Sheila Barker aporta la perspectiva de género, Vergara, tal vez queriendo adelantarse a la polémica, aborda el tema de El rapto de Europa, que cuenta el mito del secuestro y violación de la hija de un rey por parte de Zeus, transformado en toro blanco. El comisario se pregunta cómo debe el historiador del arte enfrentarse a “un tema tan violento” y se responde a través de una conversación con Ruoxin Wang, una estudiante visitante china que ha colaborado en la muestra. “Este cuadro nos ha llevado a Ruoxin y a mí a reflexionar sobre el hecho de que muchas obras canónicas del pasado cuentan historias que justifican la violencia contra las mujeres”, escribe Vergara. “Durante siglos, mitos como este han contribuido a que la violencia sexual parezca natural. ¿Qué podemos hacer al respecto hoy en día? No creo que debamos juzgar demasiado el pasado. (…) Respecto de la actitud censora hacia cuadros que muestran historias semejantes a esta, me preocupa lo que nos perdemos si entendemos el arte de una manera demasiado racional. Para mí, el arte es algo más personal y privado que político; su propósito no es la justicia. (…) Ruoxin coincide parcialmente con lo que digo. Sin embargo, ella cree que es necesario abordar el hecho de que la historia de Europa trata esencialmente del rapto y la violación de una mujer. ‘La actitud de Tiziano hacia esta violencia es ambigua en el mejor de los casos’, me dice, y plantea un reto a los historiadores del arte”.
Falomir admite que algunas de las representaciones, como la de otro rapto, el de Ganímedes, de Rubens, hoy serían inadmisibles, “pero no más que las que abundan en series como Juego de tronos, con tantos desnudos y violencia gratuitos y que están hechas desde la perspectiva actual”. “Si uno lee las Metamorfosis, de Ovidio, se dará cuenta de que lo que ahí se describe está casi todo tipificado en el Código Penal. Son cuadros pintados hace 400 años, y basados en textos de hace 2.500. Es lógico que no compartamos esos valores. Pero es importante no intentar ver estas obras solo desde nuestro tiempo; a eso se le llama anacronismo, y es uno de los pecados peores del historiador del arte”. El tema mitológico, añade, alentó en los artistas de la época una libertad de la que no disponían en el terreno de la pintura religiosa y que emplearon en la representación del erotismo, el sexo, la violencia o la crueldad, rayana en el sadismo en el caso de las dos poesías que tienen como protagonista a la temible diosa Diana (“los cuadros más bellos del mundo”, según Lucian Freud).
Ambas son también ejemplos del estilo de madurez de Tiziano. Otra de las lecturas que admite la muestra trata de su evolución como artista ciertamente longevo (vivió 86 años), a medida que la pincelada se fue desmenuzando. Para Vergara, la comparación de estas dos pinturas y Diana y Calisto, de Rubens, colgada enfrente, vendría a demostrar la “dureza” del italiano frente a la actitud del flamenco, que nació un año después de la muerte de aquél y era, según el jefe de conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte hasta 1700, “un hombre más cálido de corazón”. Rubens era también más culto que Tiziano; “tenía la Antigüedad en la cabeza”, según el director.
‘Pasiones mitológicas’ será la primera muestra con visita virtual en la pinacoteca
Por último, Pasiones mitológicas, que será la primera exposición de la pinacoteca que permita una visita virtual (disponible en dos semanas con un precio de 2,5 euros), es también un canto a la colaboración entre grandes museos que la pandemia ha hecho parecer súbitamente cosa del pasado. Las seis poesías pertenecen, además de al Prado, a la Wallace Collection (Londres), las galerías nacionales de Londres y Edimburgo, y el museo Isabella Stewart Gardner, de Boston, adonde irán después, y han podido viajar por la relajación de las normas que, en el caso de las colecciones privadas, prohibían los préstamos en sus estatutos. Solo hay una pieza que no ha llegado: Cupido y Psique, de Van Dyck. Es propiedad de la Royal Collection, que no ha querido enviarla sin su preceptivo correo (la persona que viaja con la pintura para garantizar su seguridad), pese a que la covid está haciendo cada vez más frecuente hacer ese seguimiento de forma virtual. Llegará cuando se relajen las normas para viajar entre ambos países para colocarse en la última sala, que trata el impacto que Tiziano tuvo en los que vinieron después.
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