Revive en Madrid ‘El Chochonismo ilustrado’ de Costus
Una galería madrileña recuerda la mítica muestra en Vijande de la pareja artística que forjó el imaginario de la movida
1. “Estarás agarrotada de los nervios”.
2. “Comerás mariscos por lo menos una vez al año”.
3. “Serás adicta a la mesa camilla”.
4. “Tendrás un royo patatero”.
5. “Estarás obsesionada por tu marido”.
6. “Hablarás las 24 de novios”.
7. “Aspirarás a lujos ¡Lurdes!”.
8. “Dudarás constantemente entre quemarte a lo gonzo o el harakiri”.
9. “Serás alérgica a las chirlas y a los mejiyones”.
10. “Considerarás el vinagre panacea universal”.
Estos son los 10 mandamientos chochonis que rigieron, casi como una religión, las andanzas de la tribu de la movida madrileña. Aparecen en el catálogo Costus, que surgió de la que está considerada la primera exposición pop de Madrid. Era 1981, y en la galería Fernando Vijande, Enrique Naya y Juan Carrero Galofré, la pareja artística y sentimental conocida como Costus, expusieron El Chochonismo ilustrado. Una serie de pinturas figurativas, saturadas de colores y de referentes populares y folclóricos que retrataban un país que salía del gris de la dictadura franquista. Cuatro décadas después, algunos de esos cuadros se exponen en la galería madrileña Maisterravalbuena para cerrar el ciclo expositivo Encuentro, ideado en pleno confinamiento.
La inauguración de la exposición de Costus a principios de los ochenta significó la consagración de una pareja de artistas, de familia conservadora y de militares, que se había conocido a mediados de los setenta en Cádiz y que llegaron a la capital en busca de una carrera —y un reconocimiento— difícil de encontrar en el sur. En Madrid construyeron un imaginario propio, fluorescente, kitsch, desde el sincretismo ideológico apolítico a la altura de la música de Alaska y del cine de Pedro Almodóvar en la escala de la movida.
Aquellos dos jóvenes artistas, con cuyo nombre querían rendir un homenaje a las costureras, contribuyeron a transformar la aletargada, en ese momento, cultura española retratando a las protagonistas de la revista Hola como Carmen Polo, la duquesa de Alba o Grace Kelly. Sus obras salieron de las revistas y se llenaron de colores —sin abandonar sus solemnes poses— sobre los lienzos para trascender el papel cuché. Nunca posaron para ellos, como tampoco lo hizo Marilyn Monroe para Andy Warhol. El artista estadounidense fue el siguiente en exponer en la galería de Vijande, que intentó construir en torno a su local una suerte de centro cultural que aunara la vanguardia española del momento como ya se hacía en entonces en Nueva York.
Todo estaba por hacer en España y Costus reinterpretaron los clichés para resignificar y convertir a la gitana que coronaba las televisiones de muchas casas y las postales flamencas en estrellas pop. A las folclóricas, dos de las cuales se pueden ver en la galería Maisterravalbuena, las llamaron las marinas. Las colas de sus vestidos las pintaron de colores flúor en juegos de abstracción. Les hicieron las pieles de plástico para diferenciales de las bailaoras y de las macarenas, otras de las mujeres a las que versionaron.
A veces se acompañan de toreros. Otras, son observadas por los chulos. Esos jóvenes de dos metros y cuerpos canónicos que Costus retrataron desnudos. Aunque eran modelos desconocidos, formaron parte de la población flotante que pasó las horas en su casa-estudio de la calle la Palma, en el barrio de Malasaña de Madrid, conocida como Casa Costus. Fue el escenario de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, la película de Almodóvar. No solo fue lugar de rodaje, era el refugio de Tino Casal, Fabio McNamara, Carlos Berlanga, y tantos otros.
Olvido Gara, nombre real de Alaska, aparece en uno de los cuadros que cuelgan en Maisterravalbuena y que se expuso en la galería de Vijande. “O eso se cree, no está muy claro”, apunta Pedro Maisterra, codirector de ese espacio. En la obra se ve a una mujer, tumbada en la playa de Caños de Meca (Cádiz), con un bañador de estampado animal. Da la espalda a las marinas, las paredes de pulcro blanco de la galería sirven de respiro, como para tomar aliento por un momento entre la amalgama de colores.
Pocos años después de aquella exposición que concentró la cosmogonía de una generación en una galería, Naya falleció en 1989 por causas derivadas del sida. Un mes más tarde, Carrero, se quitó la vida. Para entonces, y pese al breve recorrido artístico, ya habían escrito un capítulo de la historia del arte de España. Y lo consiguieron desvinculándose de las costuras que les sirvieron para conseguir el reconocimiento que buscaban cuando salieron de Cádiz. Ahí está su retrato de Carmen Polo, en el museo del ICO de Madrid, trascendiendo la coyuntura de los ochenta.
Babelia
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