Blues ácido del Magreb
El grupo franco-marroquí Bab L’Bluz debuta con ‘Nayda’, un arrebatador artefacto sonoro anclado, no atado, a la cultura gnawa
Bogart dijo en la ficción que fue a Casablanca “a tomar las aguas”, pero Brian Jones, primigenio rolling stone, viajó en cuerpo mortal a Jajouka, al sur del Rif, en busca de trance y terminó cocinando con psicodelia la grabación que hizo a los sufís Masters Musicians of Jojouka (eran Jajouka, cambió la a por la o). Y Jimi Hendrix, tras asistir a una ceremonia Lila (gnawi) en Esauira, le dijo al músico que tocaba el guembri: “Eres un sanador de almas”. Otros músicos de rock buscaron solaz e inspiración en tierras del Magreb en los años sesenta y setenta del siglo XX, de la misma forma que los creadores marroquíes absorbieron, en mayor o menor medida, las envolturas ácidas de esa época. Bob Jalil, Abdou El Omari, Nass El Ghiwane, Lemchaheb y Jil Jilala, cada uno a su manera, combinaron psicodelia y tradición, y grupos como Les Frères Negri y Golden Hands se decantaron directamente por el rock ácido. Ya en los años ochenta, el trance de los gnawa se coloreó con tonos sinestésicos en la música de Hassan Hakmoun, nacido en Marrakech y residente en Estados Unidos.
Hoy, la lisergia del blues del norte de África tiene nuevas pulsaciones con Bab L’Bluz, cuarteto franco-marroquí que el año pasado fue una de las grandes apuestas del festival Visa for Music, de Rabat, y que ha debutado con Nayda!, un arrebatador artefacto sonoro anclado, que no atado, a la cultura de los gnawa, subsaharianos que llegaron como esclavos al Magreb. Bab significa puerta, y Bluz es una forma de escribir blues. Nayda es vocablo polisémico. En Marruecos significa generalmente elevarse o alzarse, pero en el árabe dialectal (dariya) nombra a un movimiento festivo de la juventud urbana, no exento de un componente de protesta, y también a una forma de renovación artística. Así que bien podríamos hablar de un despertar espiritual y social (una de las piezas del disco está inspirada en un poema del activista tunecino Anis Shoshan Bab). Bab L’Bluz forma parte de la nueva hornada de creadores marroquíes que aúna herencia y modernidad, compromiso y celebración. Sigue así de alguna manera el latido que impulsó la carrera del grupo Nass El Ghiwane tras la independencia de Marruecos.
Una nueva hornada de creadores magrebíes aúna herencia y modernidad, compromiso y celebración
Bab L’Bluz surgió en 2018 en Marrakech del encuentro de Yousra Mansour y Brice Bottin. Rehabilitar la tradición especiándola con otras músicas, y narrar las vicisitudes del tiempo presente fueron los elementos que animaron la creación del grupo. Dice Yousra que Nayda! es una invitación a cuestionar todas las formas de dogmatismo. Ella es la voz cantante de la formación. Toca el guembri, especie de laúd de tres cuerdas, con caja rectangular recubierta de piel, instrumento habitualmente manejado por hombres (la argelina Hasna El Becharia fue una de las pioneras, y la marroquí Asmâa Hamzaoui, que lidera la banda Bnat Timbouktou, es una de las intérpretes más jóvenes), pero en su versión awicha; es decir: en formato pequeño, que hace sonar como una guitarra. En casi todas las canciones usa el árabe dialectal, coincide con Hendrix en las propiedades curativas de la música gnawi, y advierte que Bab L’Bluz es “más que otra cosa, una banda de rock”. Con Yousra dan forma al grupo Brice Bottin, guembri, segunda voz y percusiones; Hafid Zouaoui, batería, pad, samplers y voces, y Jérôme Bartolome, flauta, karkabs, percusiones y voces.
Música gnawi, vibraciones chaabi y bereber, ritmos mauritanos (se recrea una pieza de Dimi Mint Abba), canciones saharauis, destellos de rock, aderezos instrumentales de la India… El de Bab L’Bluz es un universo en expansión; un territorio sonoro que traspasa límites. Composiciones como ‘Gnawa Beat’, ‘Ila Mata’ y ‘Bab L’Bluz’ son gozosos paradigmas de un trance que hace saltar los plomos. ¡Nayda!
Nayda! Bab L’Bluz. Real World.
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