Julieta Serrano: “Tenía que haberme liberado sexualmente mucho antes”
La ganadora del Goya a mejor actriz secundaria por 'Dolor y gloria' repasa, divertida y melancólica, su vida consagrada a vencer su timidez y autorrepresión de niña de posguerra
Esta entrevista fue sencilla y complicada. Divertida hasta la carcajada y conmovedora hasta el nudo en la garganta. Dulcísima y, también, un puntito amarga. La Serrano —70 años de tablas a la espalda— coge el teléfono, cita en su casa —en un señorial edificio cerca del Teatro Español de Madrid comprado por una cooperativa de actores cuando el barrio era un nido de yonquis—, y se ofrece a la charla con la ilusión de una meritoria. Es ella quien advierte de que de vez en cuando se le va el santo al cielo. Y, sí, se le va, en efecto. Pero, pregúntesele lo que se le pregunte, vuelve a su refugio. Sus tiempos de dibujante en el “Taller Morató, Esmaltes suntuarios”, donde empezó a trabajar a los 15 años para ayudar en su casa de perdedores de la Guerra en la Barcelona de los cincuenta. Con el sobrante de esta conversación se podría escribir una novela, una obra de teatro, una película. Lástima del corsé del espacio.
Porque lo dice Google; si no, no me creería que tiene 87 años.
Siempre he parecido 10 años más joven, como mi madre. Antes no, pero al cumplir años la acabas viendo a ella en el espejo. Y, aunque ella era monísima y yo nunca he sido guapa, no me gustaba nada: tuvimos una relación difícil.
¿Rivalidad madre-hija?
No, yo he sido siempre muy amiga de las mujeres. Desde el taller Morató, donde éramos 10 o 12 chicas y nos ayudábamos. Aprendí inconscientemente a ser feminista. Y luego en el teatro. En esta profesión, en la que parece que hay mucha rivalidad entre mujeres, yo nunca la he tenido, debe de ser porque era feíta.
¿Por qué se fustiga tanto?
Yo era una niña tímida, enferma de timidez, la guerra me marcó mucho, y el teatro de aficionados donde me llevó mi padre, me salvaba. Allí me encontré a Nuria [Espert]. Yo tenía 13 años y ella 11. Yo he tenido amigas muy guapas y han sufrido otras cosas que yo no he sufrido. Por un lado, yo no me he sentido tan agasajada, pero, en cambio, he tenido una relación muy buena con las mujeres. Llevé trenzas hasta los 16, y porque dije que ya estaba pasándome de boba. Pero no quiero hablar de la guerra, que parece que me estoy haciendo la víctima.
Igual ahora parece usted más joven que alguna amiga guapa.
Mira, te vas a reír, pero cuando cumplí los 60, todas mis amigas se hicieron un lifting y me plantee hacérmelo. Pero luego me dije: no me van a coger ni para los papeles de joven ni para los de vieja. Creo que fue mejor no operarme, porque de alguna forma, era más real, fui madurando ante el público y no perdí trabajos.
Goya y Julieta
Chica, mujer y señora Almodóvar desde la primigenia Pepi, Luci y Bom, la actriz Julieta Serrano (Barcelona, 87 años) recogió en enero el Goya a mejor actriz de reparto por 'Dolor y Gloria'. Antes y después de ese "feliz" accidente, toda una vida dedicada a las tablas.
En 'Dolor y gloria' es la madre de Almodóvar. ¿Cómo se hace de madre sin haberlo sido?
Siempre pensé que tendría hijos, pero creo que era una fantasía, porque toda mi energía la he canalizado en superar mi timidez y mi inseguridad. Para mí el teatro fue una terapia. Muchas veces han creído que era lesbiana.
¿Y le molestaba?
Berta Riaza y Alicia Hermida eran como dos madrecitas para mí. Berta es mi vecina, vive arriba, es seis años mayor que yo. Como éramos tan amigas, la gente del teatro decía que éramos bolleras. Me molestó cuando supe qué significaba, porque ni lo sabía.
Y si lo hubiera sido, ¿qué?
Eso digo yo, pero es que era una ignorante. Sabía que había mariquitas, y en el teatro tuve muchos amigos gais. Precisamente porque las reprimidas, como Alicia, Berta y yo, tendíamos a juntarnos con los mariquitas, que también estaban ocultos.
¿Qué le hace reír?
He sido una niña triste.
¿También una mujer triste?
Tímida y reprimida. Hasta que me lie la manta a la cabeza.
¿Eso cuándo fue?
¿Quieres que te diga cuándo follé?
Solo si quiere. Me refería a cuándo se quitó el refajo mental.
Uy, no, que me da vergüenza decir la edad. Pero tarde, muy tarde. Era una lucha conmigo misma. Envidiaba a mis amigas que eran libres y tenían el coraje de acostarse. Pero yo me reprimía a mí misma por miedo, por ignorancia, por cobardía. Las criaturas hoy no saben qué es el qué dirán.
¿El sexo fue una revelación?
Fue un desastre, malamente, a escondidas. Pero dije: hay que seguir, hay que continuar, porque esto está muy bien. Tardé mucho en liberarme sexualmente. Cogí el último vagón, pero no perdí el tren.
¿Cómo ve a las chicas de hoy?
Fantásticas. Antes, esto del teatro era inmoral. Los hombres tenían que dedicarse a tener un hogar, y unos hijos. Las mujeres, o te casabas, o te metías a monja, o a puta o a actriz. Y actriz era una salida estupenda.
Una cosa intermedia.
Fui poco puta, tenía que haber empezado primero. Visto hoy, he tenido una vida estupenda.
¿Cuál es su época más feliz?
De los 40 a los 50 años. Cuando empecé con el teatro profesional fui feliz. Había conseguido cosas que anhelaba. Yo en el dibujo sabía perfectamente que era una maravillosa copista. Como actriz, soy muy intuitiva, no he ido a ninguna escuela de actores. Cuando empezaron, todos tenían 10 años menos que yo.
¿Le hubiera gustado nacer más tarde?
Sí, esos diez años, para haber cogido el tren un poco antes.
¿Con qué sueña despierta?
Con alcanzar la serenidad, la paz, con tener relación con las personas que te vas encontrando. Y sobre todo sueño con que ninguna enfermedad de esas terribles me ofusque la razón.
Babelia
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