La mafia también se gentrifica
Guy Ritchie, ese eterno aspirante a Tarantino 'cockney', vuelve a los bajos fondos que dieron carácter a sus primeros trabajos con una película divertida pese a su ritmo histérico
The gentlemen supone el regreso de Guy Ritchie, ese eterno aspirante a Tarantino cockney, a los pizpiretos bajos fondos que definieron el carácter de sus primeras películas. De hecho su nuevo filme se mueve en aguas parecidas a las de su debut a finales de los años noventa con Lock,Stock and Two Smoking Barrels: las del tráfico de marihuana. The gentlemen es un enrevesado thriller cómico sobre un mega capo de la droga de moda: la hierba, “la nueva fiebre del oro”. Un padrino-verde con pasaporte estadounidense (Matthew McConaughey) que ha creado un imperio con la connivencia de los grandes familias de la isla, quienes a cambio de cash prestan sus magnificas tierras para cultivar la lúdica y medicinal droga.
THE GENTLEMEN
Dirección: Guy Ritchie
Intrépretes: Matthew McConaughey, Charlie Hunnam, Colin Farrell, Hugh Grant, Jeremy Strong.
Género: Thriller, comedia negra. Estados Unidos, 2019
Duración: 113 minutos
La película es divertida (incluso a ratos muy divertida) pero con un ritmo tan histérico (marca de la casa) y tan sobrecargada de referencias, guiños autoparódicos y trabalenguas que más que marihuana parece inyectada de anfetamina pura. Ocurre en los bajos fondos pero unos bajos fondos tan pulcros y gentrificados que más que olor a pinta de barril y vómito el aroma es el de la cerveza artesanal de un gastropub de moda. Un rosario de marcas (solo en gafas de sol la publicidad está servida) y ropa cara propia de ese nuevo Londres de futbolistas y nuevo ricos que en las dos décadas que han pasado desde el primer filme de Ritchie han transfigurado la capital inglesa.
El enredo está narrado por un sabueso interpretado por Hugh Grant, quien deja de lado su acento pijo y sus habituales personajes en la pantalla para dar vida con su acostumbrada gracia a un pícaro detective a sueldo del director de un tabloide. A Ritchie le pierde su gusto por el barullo verbal y visual pero acierta con el tono (a veces a ritmo del Free me de Paul Jones, otras del That’s Enterteiment de The Jam) y con un grupo de actores capaces de seguirle el paso espídico-cómico-violento característico de un cine juguetón que sigue la estructura del sketch humorístico. La presencia de Grant, de Charlie Hunnam (en la piel de matón hipster) y la del siempre estupendo Mathew McConaughey hacen más fácil la digestión de tantos platos diferentes. Aunque de forma insospechada es Colin Farrell quien en la piel de caricaturesco entrenador de gimnasio de boxeo explota su vena más paródica con un personaje secundario que directamente le roba la película al resto del reparto.
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