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Memorias de Irlanda

El cineasta inglés Michael Powell escribió una novela admirable en la que se observan paralelismos con la película ‘El hombre tranquilo’, de John Ford

Michael Powell (izquierda) y Emeric Pressburger, en 1947)
Michael Powell (izquierda) y Emeric Pressburger, en 1947)NAT FARBMAN (LIVE / GETTY IMAGES)

Ignoraba yo que el cineasta inglés Michael Powell, autor de la emocionante Peeping Tom, estrenada en 1960 (el año de Psicosis), y de muchas otras realizadas conjuntamente con Emeric Pressburger, hubiera escrito una novela. Pero ahí está, y lo cierto es que es admirable. La escribió después de dos considerables tomos autobiográficos y se publicó en Londres en 1975. Sus personajes, todos irlandeses menos el protagonista, están esperando la ocasión apropiada para actuar, como insinúa el título Juego de espera. Si ellos tienen un plan que espera su realización, el lector, asimismo, se encuentra en tensión a la espera de que los sucesos se desencadenen, mientras va conociendo con placer las piezas que se van disponiendo en el tablero. Powell conocía bien Irlanda y se propuso novelar sobre ella para ofrecer una imagen real del país. Un país que, como dice un personaje, sus habitantes aman, pero precisamente por ello no son capaces de reparar.

El autor profundiza obsesivamente en los remordimientos, la tortura del recuerdo, el rencor y el deseo de venganza

El protagonista, Dan O’Connell, canadiense pero hijo de padres irlandeses, regresa a la tierra de sus ancestros para trabajar. Los hechos suceden en el año 1952, justamente el mismo en que John Ford rueda El hombre tranquilo. ¿Es una coincidencia fortuita o el autor lo concibió así deliberadamente? No lo sé. La cuestión es que en la película también un hombre, Sean Thornton (interpretado por ­John Wayne), un boxeador quebrantado, regresa a Irlanda, su tierra natal. Tanto Powell como Ford imaginan un lugar donde situar la acción que no coincida con uno real: en el libro se remodelan escenarios y se modifican nombres de lugares, y en la pelícu­la se recrea un pueblo irreal con el nombre de ­Innisfree. De estas modificaciones surge, sin embargo, una Irlanda verdadera. Cierto, la película es una fiesta melancólica que carece del dramatismo de la novela. Pero la historia de amor es parecida en sucesos y en carácter. La sensación de Dan cuando ve a Sue alejándose en un bote es similar a la de Wayne viendo por primera vez a Mary Kate (Maureen O’Hara).

Hay un mundo resplandeciente que se nos ofrece feliz: la presencia grandiosa de un paisaje que tiene vida propia “entre el cielo y el agua” y, sobre todo, el uso que de él hacen los personajes, largas caminatas, escaladas y navegaciones. Hombre, paisaje y vitales cambios estacionales son uno, todo en un puño. Hay otro mundo que se rememora obsesivamente y casi se masca en el cerebro humano. Powell no está interesado en arbitrar cuestiones políticas sino en el antagonismo personal que permanece invariable en la conciencia de los individuos: la tortura del recuerdo, los remordimientos, el rencor, el deseo de venganza. Es, precisamente, una de estas venganzas la que da paso a los acontecimientos más dramáticos del final. Poco a poco, lo que tiene que suceder sucede hasta un final conmovedor y significativo. Nuestra espera se ha visto ampliamente satisfecha.

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Autor: Michael Powell.


Traducción: Antonio Iriarte.


Editorial: Reino de Redonda, 2019.


Formato: tapa dura (288 páginas).


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