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El nuevo héroe de la literatura negra francesa es un colaboracionista nazi

León Sadorski, el inspector protagonista de la trilogía de novela negra de Romain Slocombe, desvela el París y la Francia profundamente antisemita que tiende a desaparecer del imaginario francés

Silvia Ayuso
El escritor francés Romain Slocombe, en una imagen de 2011.
El escritor francés Romain Slocombe, en una imagen de 2011. Patrick Box (Getty Images)
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Léon Sadorski no solo persigue a judíos porque se lo hayan ordenado. Los detesta y no duda en usar los términos más despectivos, hirientes y profundamente antisemitas del idioma francés —“youtre”, “youpin”— cuando se refiere a ellos. No acaba de quedar claro si los odia tanto o más que a los comunistas, su otra obsesión. En cualquier caso, le encanta jugar al gato y el ratón con ciudadanos judíos para luego detenerlos —al menos a los que no logra sacar un buen soborno a cambio de dejarlos marchar— y enviarlos, sin grandes reparos, a Drancy, en las afueras de París, tristemente conocida como la antecámara del campo de concentración de Auschwitz de cuya liberación se acaba de conmemorar el 75 aniversario. Estamos en el París de 1942, en plena ocupación nazi. Sadorski es inspector de policía en la “sección judía” de la dirección de inteligencia en la capital francesa, bajo el régimen colaboracionista de Vichy del mariscal Pétain, del que se declara fiel seguidor porque lo considera un “patriota”. Además de antisemita y anticomunista, Sadorski es el protagonista de la trilogía de novelas negras de Romain Slocombe que sitúan al lector en un escenario tan conocido como París pero en un ambiente inusual aunque absolutamente auténtico y espeluznante: el del colaboracionismo tan extendido en buena parte de Francia durante la Segunda Guerra Mundial, pero que, durante décadas, fue convenientemente olvidado o maquillado.

“Sadorski es horrible y es un hijo de puta. Un machista y un obseso sexual. Pero es humano, en el sentido en el que sus defectos y sus deseos son típicamente humanos”, describe Slocombe a su protagonista para Babelia. Es un personaje lleno de contradicciones que se ponen más que nunca en evidencia en el momento en que decide esconder en su casa a una adolescente judía vecina a la que salva de la terrible la redada del Vel d’Hiv de 1942, en la que fueron deportados 13.000 judíos a campos de exterminio nazi. ¿Un rasgo de humanidad, mera lascivia vista la obsesión sexual que muestra el inspector con la joven vecina, o una maniobra fríamente calculada para guardarse las espaldas en caso de que, como cada vez parece más claro, los alemanes no vayan a ganar la guerra?

Sadorski “no es el malo. No es ni un monstruo ni un asesino en serie, ni un nazi al 100%”, precisa Slocombe sin aclarar la duda. “De hecho, detesta a los alemanes, que considera tontos y arrogantes. Pero admira su eficacia en la represión policial. Es un pequeño burgués arribista y sobornable que ama el orden. Ese tipo de individuos que, en Alemania, compuso la base electoral del partido de Hitler a comienzo de los años 1930”, acota el escritor (París, 1953) en un largo correo electrónico.

Tras la aparición en 2017 de L’étoile jaune de l’inspecteur Sadorski (La estrella amarilla del inspector Sadorski), el segundo tomo de las novelas de Slocombe —que aún no han hallado una editorial dispuesta a traducirlas al español, lamenta su editor, Glenn Tavennec, de la casa editorial Robert Laffont—, el diario Le Monde apuntaba que es difícil hallar en la novela negra un inspector más “antipático” que Sadorski. Pero que, a la vez, ejerce un irresistible atractivo, aunque solo sea por la necesidad naif de creer que algo bueno tiene que tener este personaje tan repelente que sin embargo engancha al lector página tras página (y las novelas de Slocombe no bajan de las 400).

“En general, en las novelas situadas en la ocupación, el héroe es o bien un resistente o un simpatizante de la Resistencia (detective privado, periodista, policía, etc) o bien una víctima (una joven judía, por ejemplo). Luego están los personajes intermedios, más ambiguos, como el policía alemán Bernhard Gunther en la serie de Philip Kerr”, explica Slocombe. “Yo quería ir todavía más lejos: no hacer ninguna concesión, ni respetar tabú alguno, y crear un héroe realmente abyecto del que el lector, a la par asqueado y fascinado, no podrá despegarse hasta el final de la historia”.

Además, agrega Slocombe, de origen franco-británico, “Léon Sadorski es el guía perfecto para introducir al público de hoy en día en el París de 1942-44 y mostrarle cómo pasaban las cosas de verdad”.

Y las cosas “de verdad”, en el París de la ocupación, estaban lejos de ser esa retahíla constante de actos valerosos de la resistencia que han destacado buena parte de la literatura y cine de las últimas décadas (con muy honrosas excepciones). La historia francesa también la escribieron, día a día, miles de ciudadanos que no solo no se revolvieron contra los nazis ni el régimen de Vichy —que, no olvidemos, colaboró activamente y con entusiasmo con la fuerza ocupadora— sino que los vitorearon y ayudaron denunciando a compatriotas judíos y opositores políticos.

Unas escenas que describe con maestría y gran detalle Slocombe, que para ello se ha apoyado en una abundante documentación, como los archivos de la prefectura de policía de París, de libre acceso para el periodo de la ocupación, explica, o los periódicos colaboracionistas que se pueden descargar de la Biblioteca Nacional. Con este material, Slocombe construye una novela negra atípica —admite haber “demolido” voluntariamente los “códigos tradicionales” del género— donde los casos son apenas una excusa para describir mejor el sombrío panorama del París de la II Guerra Mundial desde la inusual perspectiva del colaboracionismo desde dentro.

Las novelas de Sadorski vienen precedidas de un aviso de que “ni el autor ni el editor avalan las declaraciones del personaje principal” de los libros. “Pero son el reflejo de su época, como pueden presagiar otras que nos esperan”, agrega la nota al lector. Una advertencia necesaria, considera Slocombe. Justo estos días, el Ministerio del Interior francés constataba un aumento del 27% de hechos —acciones y amenazas— antisemitas en 2019 con respecto al año anterior. Por eso, insiste Slocombe, es importante no olvidar la historia. La saga continúa con la aparición en octubre del cuarto tomo y primera parte de la segunda trilogía, dedicada a la colaboración con la Gestapo y que llegará, promete Slocombe, hasta la liberación de París. Hay Sadorski, pues, para rato.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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