‘Muerte privada’, de Juan Carlos Galindo: brillante novela negra con Segovia al fondo
El maltrato y asesinato de mujeres da un contexto social sólido a una trama que, a partir de esa dramática realidad, despliega sus alas en puro territorio literario
Desde hace unos años el nombre de Juan Carlos Galindo está íntimamente asociado con la novela policial. Su labor como crítico muy enterado y conductor del blog Elemental, dedicado a las obras y autores de esa narrativa, lo ha convertido en una de las firmas más autorizadas a la hora de hablar de los derroteros contemporáneos del género negro. Este sostenido ejercicio ha implicado —gracias a infinitas lecturas— que Galindo se haya apropiado de un conocimiento enciclopédico no solo de las características de las obras y de los métodos de sus creadores, sino —y eso es ahora lo importante— de los recursos que caracterizan a esta novelística y los modos más efectivos de emplearlos.
Todo ese conocimiento no garantiza, por supuesto, que una segunda personalidad del crítico, trasmutado en autor, posea o haya adquirido la capacidad de realizar una práctica eficiente del aprendizaje para conseguir fundirlo en una obra personal. Las de la creación artística son otras exigencias.
Ya Hontoria (2023), la novela con la cual debutaba como autor del género, Galindo nos advirtió de lo que era capaz vistiendo su segundo traje (¿o llegará a ser el primero?). Ahora, con su retorno con Muerte privada (2025, Salamandra), nueva aventura del periodista-investigador Jean Ezequiel, segoviano por más señas (personaje, por cierto, que su creador nos lo entrega ataviado con el sombrero y la pajarita con que él mismo suele andar por el mundo), Galindo da un paso firme hacia su madurez literaria. Porque se trata de una pieza que tiene todo lo que puede aspirar a tener una novela policial, pero con las dosis y proporciones más atinadas, para que, efectos habituales aparte, funcione como lo que, ante todo y sobre todo, debería ser (y tantas veces no es) cualquier obra del género: literatura.
La revelación de un testimonio que permite la reapertura del caso de la desaparición de una joven ocurrido 20 años atrás abre las compuertas de una trama en la que se van conectando otros casos nunca resueltos de desapariciones más o menos similares y, como impulso argumental, llega el explosivo hallazgo en una iglesia del cadáver de otra joven, aderezado en esta ocasión con alharacas que hacen pensar en ritos satánicos.
De la mano del periodista Jean Ezequiel, de la expolicía devenida detective privado Teresa Trajano y de la editora Rodolfa Vals, Galindo se desliza en las interioridades de la vida de una ciudad tan pequeña y a la vez tan referencial como Segovia para, al ritmo tropeloso de una investigación bastante heterodoxa, entregarnos una imagen íntima de una España en la que todo y nada ha cambiado en las últimas décadas.
Uno de los atractivos con que Galindo ha conseguido nutrir su texto es el de la personalidad de sus protagonistas principales, Jean Ezequiel y Teresa Trajano, ambos dotados de una tipicidad visiblemente literaria. El periodista de gustos refinados, especialista en true crime devenido cronista gastronómico, aporta a la investigación un conocimiento libresco, por momentos romántico, que proyecta hacia la realidad, pero siempre con un pie clavado en territorio literario (quisiera ser un émulo de otro personaje de ficción, el Harry Bosch de Michael Connelly). La detective, por su lado, expolicía de élite que se ha separado del cuerpo luego del traumático desenlace de un caso (en el que muere su compañero de labor) aporta el conocimiento de los métodos policiales de investigación criminal y las secuelas de sus traumas, y con esa experiencia se comporta, mientras le pisa el pie literario a su colega de empeños, ambos ya sumidos en la búsqueda de una verdad sepultada por el tiempo y por otros intereses espurios.
El fenómeno tantas veces publicitado —por su dramática presencia social— del maltrato e incluso el asesinato de mujeres, da un contexto social sólido a la trama que, a partir de esa dramática realidad, despliega sus alas en puro territorio literario. Para contextualizar el argumento Galindo escoge otra vez el espacio apacible de la ciudad de Segovia que tan bien conoce y que tan pocas veces (no sé si alguna antes de Galindo) había sido visitado por la literatura policial. Los sitios emblemáticos de la villa y las interioridades de su tejido social dan un preciso apoyo al juego literario y le aportan un ingrediente novedoso, tan bien manejado que, con sus peculiaridades y comportamientos previsibles, nunca llega a resultar exótico.
Sin embargo, la propia trama policial ubicada en ese contexto específico y, como decía, relacionada con el problema social real y candente de la violencia de género es, en sí misma, un juego literario. La búsqueda en el pasado de los fundamentos de los hechos del presente, las personalidades por momentos hiperbólicas de los personajes, la existencia de un asesino en serie que arrastra un comportamiento psicótico, las trabas en el desarrollo de la investigación que llegan desde distintas esferas de poder, todo nos remite a la literatura que conoce y publicita el escritor. Pero, con esa estrategia narrativa, repito, esencialmente literaria, Galindo realiza un ejercicio ajustado que evita las trampas en las que los autores, por pereza, falta de seriedad o incapacidad creativa, suelen caer, como la molesta ocultación de alguna información en un momento sacada de una manga o el regodeo en la violencia, la crueldad y los asuntos o motivaciones inverosímiles, que con tanta frecuencia vemos aparecer incluso en obras de algunos de los considerados maestros del género.
Sin estridencias argumentales, sin alardes estilísticos, sin giros forzados de la trama, Juan Carlos Galindo logra concretar en Muerte privada un diáfano ejercicio literario que no solo atrapa, sino que nos permite hacer, por el precio módico del ejemplar leído y disfrutado, un recorrido físico y cultural por uno de los escenarios más atractivos del mundo, esa ciudad de Segovia, con puente romano y Alcázar de Disney incluidos, donde historia y gastronomía funcionan como potentes imanes y en la cual, además, y gracias a la literatura, podemos asistir al descubrimiento y neutralización de un voraz asesino en serie.
Muerte privada
Salamandra, 2025
352 páginas
21 euros
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