Hace 40 años, la movida se presentó en sociedad
El 9 de febrero de 1980 se celebró el concierto de Canito, el primer gran acto público de lo que luego se conocería como movida madrileña
Primeras horas de 1980: frío y euforia. En la carretera N-VI, a la altura de La Navata, José Enrique Cano, alias Canito, se baja del coche en el que viaja. De repente, otro vehículo se estampa contra el suyo; Canito queda en coma y, tres días después, fallece en un hospital madrileño.
Otra estadística más del balance amargo de cualquier Nochevieja, dirán. Pero resulta que José Enrique, de 20 años, era un estudiante simpático que también tocaba la batería en Tos, grupo fundado por los tres hermanos Urquijo. Y gozaba del aprecio de sus coetáneos que se esmeraban en crear pop en la capital, una música más presente en locales de ensayo que en los escenarios: a finales de los setenta, apenas había lugares para actuar.
Javier Urquijo, el mayor de la banda, comentó la terrible noticia con amigos de la Escuela de Ingenieros de Caminos. Este reducto de la Ciudad Universitaria desarrollaba una prolija actividad cultural y sería un punto neurálgico en los años ochenta, acogiendo incluso propuestas radicales como el debut en España de los enigmáticos The Residents o el desembarco de “las hornadas irritantes”, un proyecto de movimiento estéticamente subversivo.
Fueron los gestores de Caminos, José Vegas y David Novaes, los que echaron a rodar la idea de montar una despedida a Canito en el salón de actos. Un “concierto homenaje” de entrada gratuita, cuyo cartel incluyera a sus compañeros de generación, con presencia de la familia del difunto. Conviene recordar que, en aquellos tiempos, no estaba codificada la respuesta a este tipo de sucesos. Una tragedia que, por otro lado, pasó desapercibida para los grandes medios: solo tuvo algún eco en las minoritarias emisoras, tipo Onda 2 o Radio Popular FM, que comenzaban a programar cintas con “maquetas”, las grabaciones provisionales de los grupos que por entonces despegaban en Madrid.
Mágicamente, dado que no había dinero ni mánagers ni patrocinadores, todo se montó en un mes. Hoy nos parece igualmente asombroso el abanico de conjuntos presentes: dominaba el pop fibroso –Nacha Pop, Mamá- pero también estuvieron presentes Alaska y Los Pegamoides o Paraíso, bandas surgidas de la fragmentación de Kaka de Luxe, con un aliento punk. En realidad, podríamos afirmar que estuvieron todos excepto el sector más moderno: a la función no se unieron Radio Futura, Zombies o Aviador Dro. Mermelada, el único grupo con disco en el mercado, aportó su modesto equipo de amplificación, que sería utilizado por los nueve grupos. La iluminación corrió a cargo de los focos usados por TVE.
Con la excepción de Mermelada, la música que sonó el 9 de febrero de 1980 se podía encajar en lo que entonces se llamaba nueva ola, lejano trasunto de la new wave británica. Vibrante pop juvenil con certeros guiños al pasado: Mario Tenia y sus uniformados Solitarios realizaron una coreografía al estilo de los conjuntos de los primeros años sesenta que despertó aullidos entre el público. El concierto incluso terminó con un par de rocanroles tocados entre el jolgorio colectivo.
No fue un concierto deslumbrante, cierto. Lo sabemos gracias a la filmación efectuada por Popgrama, un espacio musical de lo que entonces se conocía como Segunda Cadena. En el resumen hecho para la pantalla chica, algunos grupos sonaban a rayos y no ayudó la realización, empeñada en exhibir el efecto “ojo de mosca”. Tras su emisión, en Prado del Rey se recibieron bastantes cartas airadas: efectivamente, los protagonistas no estaban maduros y, desde luego, aquello rompía con la hegemonía del rock con raíces y el rock urbano.
Con el tiempo, el homenaje a Canito se ha mitificado: hay multitudes que aseguran haber estado allí, cuando el recinto apenas tenía capacidad para 1.000 personas. Y es celebrado como el acto fundacional de la movida. No lo crean: para ser una presentación en sociedad, no hubo ni canapés ni la mínima calidad técnica. En realidad, muchas de las bandas participantes ya tenían contratos de grabación o estaban bien encaminadas.
En contra del relato político-social entronizado en los últimos tiempos, nadie conspiró para que aquello se convirtiera en un fenómeno cultural. Ni siquiera musical: la mayor parte de los grupos surgidos en 1980 se estrellaron, a veces con consecuencias fatales. Grupos con un repertorio tan adhesivo como el de Mamá o el de Trastos sufrieron producciones desdichadas. Nadie les pasó el supuesto plan maestro a las discográficas, que cometieron patéticos errores con Paraíso (o, ya puestos, Radio Futura). Curiosamente, Tos sí superó el primer embate, ya con el nombre que han mantenido hasta nuestros días: Los Secretos.
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