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Y Cornualles se separó de Francia

Las voces hostiles que han hecho del Brexit una batalla se han escuchado, sobre todo, fuera de Londres, pero la ola ya está en el área metropolitana que parecía un fielato europeo

Varias personas cruzan el Millennium Bridge en el centro de Londres, este viernes.
Varias personas cruzan el Millennium Bridge en el centro de Londres, este viernes. Carmen Valiño
Juan Cruz

Ignació Peyró escribe en la voz Continente de pompa y circunstancia. Diccionario sentimental de la cultura inglesa sobre lo que dijo Emerson "del 'afortunado día' en que una ola separó de Francia Kent y Cornualla ". Ahora se produce este maremoto, el Brexit. Afecta a emigrantes como estos profesionales que se juntan en el Cervantes de Londres, del que Peyró es director.

Son Vicens Colomer, barcelonés, presidente aquí de los profesores de español, Mercedes Aguirre, jiennense, curadora de colecciones de América en la British Library, Luis Quiroga, leonés, a cargo de un fondo de inversión, Arelys Goncalves, periodista venezolana, y Núria Corominas, barcelonesa, en el sector de la comunicación.

Colomer se hizo británico, "para mostrar que ahora me quedo porque me da la gana". A Aguirre la dejó triste la votación del Brexit y ahora le llega la residencia permanente : "una carta electrónica, ni un certificado ni una tarjeta". Un papel. Es todo virtual. "La gente quiere algo físico, pero solo nos han dado un número asociado al pasaporte". Gran Bretaña la ha hecho feliz, "y quizá ahora estoy triste porque de repente una se siente extranjera". Ella nació europea. "De repente, soy y no soy".

Colomer ha visto el cambio de lenguaje, y no se le ha escapado cómo se ha abierto paso la palabra deportación. "Se atreven porque obviamente eso ya está bien percibido". Quiroga hizo campaña a favor de quedarse en la UE. Le sorprende que el Reino Unido haya abrazado la "anomalía" de renunciar al modelo del libre tráfico en Europa. De todo lo que ha escuchado le dolió lo que dijo Theresa May: "Ciudadanos del mundo o ciudadanos de ninguna parte", que calificaba a los londinenses metropolitanos como "seres equivocados."

Las voces hostiles que han hecho del Brexit una batalla se han escuchado, sobre todo, fuera de Londres, pero la ola ya está en el área metropolitana que parecía un fielato europeo. "Es como si en efecto fueran a 'recuperar el control', y este no sería completo si no tienen también Londres", dice Aguirre. "Son las ensoñaciones del Imperio Británico que surgen en las conversaciones que se tienen con los que creen que son días de euforia, aunque ignoren qué les va a deparar el camino". Colomer pensaba, con los compañeros con los que vivió el resultado, "que esto no iba a ir más allá, y ahora ya hay gente yéndose. Ha ido más allá".

Goncalves lo vio como "una angustia lejana mientras May se mostraba indecisa. Johnson vino con chistes, pero iba en serio, y la angustia se consolidó". La campaña enfrentó a la clase obrera blanca con los ingleses como si fueran grupos opuestos, y las mentiras de las estadísticas echaron a pelear la realidad con los sentimientos. Núria Corominas lo ve desde el lado de la comunicación alterada que se vive desde el referéndum. "Cuando en una sociedad hay que repetir hasta la saciedad que no somos racistas es porque algo ocurre... La distancia entre los británicos y los de fuera se va a agrandar".

La historia registró el "afortunado día" en que una ola separó Cornualles de Francia. Esa ola da escalofríos también a los británicos, marcados ahora menos por la pompa que por la circunstancia.

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