Manuel Alcorlo, el arte de una fiesta en cada cuadro
La Academia de San Fernando reúne más de un centenar de obras en una antológica del creador madrileño, de 85 años
El artista madrileño Manuel Alcorlo traza con firmeza, a sus 85 años, las figurillas de las dedicatorias en los catálogos de la antológica que le dedica la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. Desde un bodegón de 1953, preparatorio para sus estudios en la Escuela de Bellas Artes, hasta sus últimas obras, de 2018, en carboncillo y acuarela y realizadas en apenas minutos, la exposición recorre la obra de un virtuoso del dibujo que afortunadamente ha podido vivir de su arte, sobre todo como retratista.
En el Universo Alcorlo, como se titula la muestra, que permanecerá hasta el 8 de marzo en la institución en la que se formó e ingresó como académico en 1998, hay dibujos, pinturas, grabados, libros ilustrados… hasta abanicos decorados, más de un centenar de piezas pobladas por sus característicos personajes bulliciosos y expresivos. Un imaginario sintetizado en una frase del discurso de ingreso de Alcorlo en la Academia: "Busco que el cuadro sea una fiesta".
Formado en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, Alcorlo es un admirador de lo que llama "el gran testimonio de la cultura griega", acentuado por su estancia becado en la Academia de España en Roma, en 1960. Allí atemperó su “veta carpetovetónica”, como bromeaba, gracias "a un itinerario hacia lo maravilloso", en el que le subyugó la contemplación de la obra de Giotto y la de Piero della Francesca, entre otros. Cinco años antes de esta experiencia ya había protagonizado su primera exposición individual, en la sala Tau, de Madrid. Desde entonces no ha parado de mostrar su trabajo en galerías de España y medio mundo.
Definido hace más de treinta años por Paco Umbral en una entrevista en EL PAÍS como “un Toulouse-Lautrec de la pintura española actual”, Manuel Alcorlo siempre ha militado en la figuración, con una producción teñida habitualmente "de un tono irónico, a veces sarcástico, heredero de Quevedo y Goya, para criticar a las clases más opulentas, de señores con chistera y señoras enjoyadas", señaló en la presentación, el pasado 24 de enero, Daniel Nicolay que, junto a Almudena Palancar, ha diseñado el montaje.
Alejado por propia voluntad de los focos, lo que le ha hecho casi desconocido para el público, en el Alcorlo de juventud se aprecia su mayor ternura, como la que hay en los dibujos de sus padres, de hace medio siglo, o en los de su esposa y padres, o la plasmación de la belleza, que está en sus figuras femeninas. Un superdotado para el dibujo como puede verse en un vídeo de YouTube en el que explica cómo dibujar unas manos, que en esta caso acaban siendo las suyas ("es de lo más difícil que hay", dice).
En el Alcorlo de la madurez sobresalen otros temas, como su afición por el circo, por ejemplo. Cuando acudía a una función, tomaba apuntes y al llegar a casa llevaba al papel lo que había visto, cuentan quienes lo conocen. "El circo es un espectáculo muy sugestivo, plástico, por los colores, las luces...", contó en la presentación, parco, como es habitual en él, sobre sus óleos de acróbatas, equilibristas y payasos, como Circo y música, de 2012. La exposición, todo un homenaje de la Academia de Bellas Artes, dedica también un espacio a las obras nacidas de su viaje a Japón, cuando fue invitado hace años para dar unas conferencias. Entre ellas, sus delicados podadores que, como aseguro en tono burlón, son quienes mejor le representan.
El Arcorlo más humorístico se manifiesta en obras como El rey y el chapapote (2004), con un don Juan Carlos voluminoso y tocado con una corona de rey mago. Y la imagen que simboliza su trayectoria que, como resumió el historiador del arte Víctor Nieto Alcaide, “fue realizada en solitario, al margen de tendencias”, es Autorretrato en Lanzarote (1995), en la que se pintó en una barca en un río tocando el violín, su otra pasión.
El retrato de Galdós
Manuel Alcorlo vive en un portal de calle madrileña de Hortaleza en el que curiosamente había instalado su propia editorial Benito Pérez Galdós, tras los desencuentros con sus editores. Al artista le sorprendió que ninguna autoridad ni colectivo hubiesen dejado constancia del paso por allí del autor de los Episodios Nacionales, así que decidió pintar un retrato que hoy puede contemplarse al entrar en el portal.
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