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Los Toros de Guisando rejuvenecen un siglo

Un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid determina que las esculturas fueron talladas en el siglo II a. C. y movidas posiblemente por unos monjes

Vicente G. Olaya
Monumento de los Toros de Guisando, en el municipio de El Tiemblo.
Monumento de los Toros de Guisando, en el municipio de El Tiemblo.Universidad Autónoma de Madrid

En España hay alrededor de 400 verracos vetones identificados y algunas decenas más en Portugal, esculturas de los siglos IV antes de Cristo al II, diseminadas por todo el centro occidental de la península y que representan toros o jabalíes, según la tradición céltica. Unos, pacíficos y otros, en actitud de ataque. Por eso, a los historiadores y arqueólogos de la Universidad Autónoma de la Madrid se les ocurrió introducir los datos de 158 de ellos, incluido los famosos Toros de Guisando (Ávila), en un ordenador y tratarlos con un programa de la Universidad de Oslo. El resultado obtenido, publicado en la revista Journal of Archaeological Science, es que los astados avileños eran casi un siglo más modernos de lo que se pensaba y que su ubicación original fue los montes de El Tiemblo. En época romana, estas esculturas celtas fueron movidas de sus ubicaciones originales para ser usadas como monumentos funerarios y, después en la Edad Media o Moderna, posiblemente los monjes del monasterio de San Jerónimo de Guisando los colocaron en la localización actual.

Distribución de los hallazgos

Regiones graníticas

Esculturas de verracos

Río Duero

El Tiemblo

Río Tajo

Río Guadiana

100 km

Fuente: Universidad Autónoma de Madrid

e Instituto Geográfico Nacional.

NACHO CATALÁN / EL PAÍS

Distribución de los hallazgos

Regiones graníticas

Esculturas de verracos

Río Duero

El Tiemblo

Río Tajo

Río Guadiana

100 km

Fuente: Universidad Autónoma de Madrid

e Instituto Geográfico Nacional.

NACHO CATALÁN / EL PAÍS

Distribución de los hallazgos

Regiones graníticas

Esculturas de verracos

Río Duero

El Tiemblo

Río Tajo

Río Guadiana

100 km

Fuente: Universidad Autónoma de Madrid e Instituto Geográfico Nacional.

NACHO CATALÁN / EL PAÍS

De este análisis estadístico, los expertos clasifican los verracos vetones conocidos en tres grupos: A, los más antiguos (siglos IV al III a .C) y con más detalles sobre su superficie. Su función era proteger el ganado y eran de mayor tamaño (incluso más dos metros); B, más modernos (del III al I a. C), protegían a los poblados principales, tenían dimensiones más reducidas (un metro) y habían sido tallados con menor precisión; y C, muy pequeños, producidos en serie y con fin funerario, ya en época romana (a partir del I a. C hasta el II d.C.).

Inicialmente, el problema al que se enfrentaron los expertos a la hora de datar las esculturas es que la casi totalidad de las obras habían sido removidas de sus contextos de uso originario, así que decidieron meter en el programa informático Past3 datos de cada una de las esculturas (grosor, anchura, detalles anatómicos, actitud del animal, peso, especie…) y determinaron, mediante el despiece binario de sus características, que conformaban estos grupos claramente diferenciados, grupos en relación con diferentes períodos y diferentes funcionalidades.

Verraco de Cardeñosa, siglos IV al III a.C.
Verraco de Cardeñosa, siglos IV al III a.C.Universidad Autónoma de Madrid

Así pudieron adelantar la edad del cincelado de los Toros de Guisando en torno al siglo II a. C., no entre el III y el IV como se suponía, explica Luis Berrocal-Rangel, catedrático de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Madrid. Este cambio los convierte en objetos del grupo B, dedicados a la protección de las personas, lo que refleja la proximidad de los romanos o algún otro grupo invasor que preocupaba a los vetones. A partir de estos resultados, Rosario García-Jiménez, catedrática de Mineralogía y Cristalografía de la misma universidad, fue la responsable de analizar el granito con que se hicieron las esculturas, con el fin de reconocer dónde estaban sus canteras y, si de ellas se podía deducir la existencia de talleres. Estableció, mediante la comparación de los colores de la piedra y su análisis químico y geológico, un verdadero ADN de las piedras talladas, incluida una campaña de prospecciones en las se localizaron las posibles canteras, hasta 34, lo que permitió a los investigadores proponer la tesis de que había seis talleres de fabricación e, incluso, que la distancia máxima recorrida por estas esculturas iba, según tipo morfológico, entre los 20 y 50 kilómetros.

Gregorio Manglano, doctor en Prehistoria y profesor universitario, añade que, en su opinión, los Toros de Guisando fueron cambiados de ubicación, posiblemente por los monjes del monasterio de San Jerónimo de Guisando, levantado en 1375 en el Tiemblo (Ávila), y llevados a su emplazamiento actual, a un kilómetro de distancia. Se desconocen las razones. El problema que aqueja a este tipo de obras es que, durante siglos, además de ser trasladadas, han sido vendidas y destrozadas. “Hay algunas que fueron aserradas por la mitad para convertirlas en bancos de piedra y otras más sirven como adornos en fincas y palacios”, recuerda el profesor. “Hasta el gobernador civil José María Cambronero  ordenó destruirlas en el siglo XIX al considerarlas monumentos mandados hacer por el emperador Carlos V para infamia de los comuneros de Castilla”, añade. “Hay verracos distribuidos por los más extraños lugares, desde las murallas de Ávila al interior de fincas y jardines particulares”, recuerda Berrocal-Rangel. “Por ejemplo, a principios del siglo pasado, se recuperó del Tormes el verraco que se tiró al río y que correspondía con el citado en El Lazarillo de Tormes y que habían sido arrojados al río en cumplimiento de la orden del mencionado gobernador civil de Salamanca”.

Por eso, los tres especialistas hacen un llamamiento a las autoridades para una protección integral de estas esculturas, con más de 2000 años de antigüedad, e, incluso, convertirlas en Patrimonio de la Humanidad. “Son únicas y no se puede permitir que sean destruidas o desplazadas como ha ocurrido hasta recientemente. Es nuestro patrimonio único e irrepetible”, concluyen.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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