Un ‘murillo’ temprano siembra la discordia
Dos investigadores atribuyen al artista una ‘Inmaculada’ de 1640 tras su restauración. Sería la primera que pintó. Valdivieso, especialista en el artista, niega la autoría
En la sacristía de la iglesia de San Vicente Mártir de Sevilla, colgado bien alto y oscurecido por los barnices, había un óleo deformado de una Inmaculada que llegó a la parroquia en 1840 nadie sabe de dónde. Tras su restauración, en septiembre de 2019, la pintura se colgó a los pies del templo, sobre la pila bautismal, y su “belleza” llamó la atención de Ignacio Cano, conservador del Museo de Bellas Artes de Sevilla, quien, tras un estudio de varios meses, afirma que se trata de la primera Inmaculada que pintó Bartolomé Esteban Murillo entre 1640 y 1645. Hasta ahora la más temprana era La Colosal, el enorme lienzo de 436 X 297 centímetros que está en el Bellas Artes de Sevilla y que el artista realizó sobre 1650 bajo el influjo de José de Ribera. El resultado del análisis, que Cano ha realizado junto a Antonio Romero, investigador y también especialista en pintura barroca andaluza, acaba de publicarse en la revista Ars Magazine.
Una conclusión con la que no está de acuerdo Enrique Valdivieso, autor de Murillo. Catálogo razonado de pinturas (2011), la obra más exhaustiva sobre el pintor sevillano que actualizó el trabajo de Diego Angulo publicado 30 años antes. “A mí no me parece que esta Inmaculada sea de Murillo. Carece de las características que debería presentar una obra juvenil de Murillo. En sus primeras pinturas siempre aparece el espíritu creativo de su maestro, Juan del Castillo, más sencillo y de más ingenuidad expresiva. No advierto en este lienzo la ineludible influencia de su maestro”, ha explicado Valdivieso este lunes a EL PAÍS.
“Es una obra muy bella, de hacia 1640, pero su autor es aún un misterio. Yo no sabría decir de quién es”, ha zanjado el catedrático emérito de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla y autor de más de 30 libros sobre pintura barroca. “Somos conscientes de que es muy difícil reconocer la autoría de Murillo en esta obra. Los primeros sorprendidos hemos sido nosotros, pero hemos realizado la atribución después de meses de un exhaustivo análisis”, replica Ignacio Cano. “Su belleza y su calidad nos han llevado a valorar más aún la maestría de Murillo. Se trata de una obra que no es capaz de hacer ningún otro pintor sevillano de esa época”, añade el conservador del Bellas Artes.
Murillo (1617-1682) ingresó en el taller de Juan del Castillo en 1633 y en 1638 ya estaba establecido por su cuenta. Una de sus obras más tempranas, La Virgen entregando el rosario a Santo Domingo que se conserva en el Palacio Arzobispal de Sevilla, está datada precisamente en ese año. La primera referencia documental de la llamada Inmaculada de San Vicente, de 165 por 108 centímetros, es del cronista Félix González de León en 1840, quien cita el cuadro como anónimo. “La pintura supera con mucho a Juan del Castillo y tiene dos notables referentes: Zurbarán y Pacheco. Iconográficamente, sigue la tradición de recogimiento e introspección de la Inmaculada de Velázquez: la mirada hacia abajo, las manos unidas en señal de plegaria, la media luna… Incorpora una gran carga de emotividad, algo que no está presente en Del Castillo, y sí en la Inmaculada Concepción (1618) de Velázquez que conserva la National Gallery de Londres”, explica Ignacio Cano.
Los primeros intentos por recuperar la pintura partieron del párroco de San Vicente en 2011, pero la restauración, que ha realizado Benjamín Domínguez, director de la empresa Gestionarte, no se ha acometido hasta febrero de 2019. La obra, muy oscurecida por los barnices, conservaba la tela original pero tenía dos parches en la parte posterior del lienzo con los que se habían reparado dos roturas simétricas. “Afortunadamente, los repintes aplicados para reparar estas zonas no alcanzaron la figura principal, que ha llegado hasta nosotros prácticamente inalterada”, apunta Domínguez en su informe. “Murillo no sigue una evolución lineal, sino que va seleccionando recursos propios o tomados de sus coetáneos que utiliza puntualmente y retoma años más tarde. Por ejemplo, en la construcción del espacio en la representación de sus Inmaculadas parte de Pacheco, Zurbarán y Velázquez, pero los supera en monumentalidad”.
No existe constancia documental de cómo llegó el lienzo a la parroquia de San Vicente, una iglesia mudéjar levantada en el siglo XIV con intervenciones posteriores entre el XVII y el XIX. Los investigadores apuntan a que podría provenir de algún convento sevillano tras la desamortización de Mendizábal o bien de una donación particular. “La presencia del paisaje a los pies de la imagen de la Virgen es excepcional en Murillo, que podría haber pintado esta obra cuando tenía entre 22 y 27 años. Hemos realizado la datación por el tipo de pigmentos empleados, porque emplea unos azules muy característicos de sus primeras Inmaculadas y el fondo tiene una gran variedad cromática, algo que lo acerca a Zurbarán”, añade Cano en su defensa.
Babelia
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