Belleza detrás de la esquina
Isabel Coixet estrena ‘Nieva en Benidorm’, con la que prosigue su exploración libérrima
Nieva en Benidorm, que se estrena hoy en salas comerciales después de inaugurar la última Seminci de Valladolid, contiene —y resume— algunas de las principales claves de los filmes de su autora, Isabel Coixet, a quien el Premio Nacional de Cinematografía le pilló en septiembre descansando tras haber acabado su montaje en verano.
Hipnosis y bruma. Dice Coixet en varias entrevistas de promoción: “Toda la película tiene un punto hipnótico. Es un hombre que nunca ha vivido y llega a un lugar que le supera y empieza a vivir”. Pero ¿y si el lugar es un sueño? ¿O un viaje hipnótico? Muchas de las películas de Coixet podrían ser cuentos soñados, desarrollos oníricos surgidos de la mente —o del adormilamiento— de su protagonista. En Mi otro yo exploró esa idea de una forma tan directa, la del doppelgänger, que perdía fuerza. Cuando lo ha hecho con sutileza, el concepto cobra vuelo. ¿Puede que La librería sea una proyección de la emoción del personaje que encarnaba Emily Mortimer? ¿Y si Mi vida sin mí en realidad ilustraba los últimos pensamientos de la mujer interpretada por Sarah Polley? ¿Y su Juliette Binoche se ha imaginado su relación con la inuit en Nadie quiere la noche en un momento de congelación? En esta Nieva en Benidorm, ya en el mismo título, con esa idea de nieve en una localidad playera, se esconde la pista. ¿Y si ese empleado de banca, al que da vida Timothy Spall, está fantaseando con unas aventuras contra una trama criminal en Benidorm, un sitio que suena a exótico para los británicos? Como la cineasta remataba en su discurso de aceptación del Nacional de Cine: “Abracemos juntas la niebla”.
El no lugar. Benidorm, de puro enjambre de rascacielos, parece irreal. Y Coixet lo subraya con la cámara y los tiempos. De día es una ciudad con pocos peatones (y los que hay, son o policías que hablan inglés y subrayan que en la ciudad vivió Sylvia Plath o criminales que buscan al hermano del protagonista o mujeres silenciosas); de noche deviene en localidad de Blade Runner con visitantes hastiados de sangría. “Benidorm es una tierra de promisión para cualquier cineasta, un lugar lleno de contradicciones, de paradojas, de mundos cruzados que conviven y nunca acaban de cruzarse”, contaba la directora durante un reportaje sobre la localidad alicantina. También hay precedentes en su carrera de estos sitios fuera del tiempo y el espacio: el más evidente, la geografía de Ayer no termina nunca.
Veteranía de los personajes. Los personajes de Coixet han envejecido, madurado, ganado en edad según lo hacía su creadora. “Defiendo aquello de nunca es demasiado tarde ni eres demasiado viejo para vivir”, asegura sobre Peter Riordan y Alex, la pareja protagonista a la que dan vida Timothy Spall —que clava el papel de perro faldero perdido y renacido como sabueso— y Sarita Choudhury, que desde que debutó en Mississippi Masala en 1991 ha trabajado en todo tipo de películas independientes. “No llegamos a ser alguien hasta que alguien nos mira, mejor dicho, nos ve”, contaba Spall en El País Semanal. Y concretaba: “Eso es justamente lo que me atrajo de la película: la posibilidad de las segundas y las terceras oportunidades cuando crees que nunca has tenido ni siquiera una primera oportunidad”. Ellos son dos sonámbulos arrebatados de melancolía.
Libertad creativa. Coixet es de las pocas cineastas que parecen crear con absoluta libertad (ella misma está en contra de esa imagen, porque hay proyectos que le ha costado levantar; aunque al final sí los ha dirigido), y Nieva en Benidorm se mantiene firme en ese rumbo. Y como ella es libre, sus criaturas son libres. Nunca se sabe hacia dónde dirigirán sus pasos. O se permite brujulear por el turismo de masas extranjero en la Costa Blanca sin hacer chistes ni caricaturas. Todo pura evocación y reconocimiento de la belleza que se esconde tras cualquier esquina.
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