Muere Miguel Oriola, fotógrafo de moda y autor de una obra transgresora
Profesor en la escuela EFTI y renovador de la imagen en la publicidad, ha fallecido en Madrid a los 77 años
Siempre vestido de negro, gafas de pasta, con su pelo y barba blancos, Miguel Oriola no dejaba indiferente a nadie. Esa estética y su forma de expresarse, a veces cortante, siempre directa, la trasladó a su fotografía transgresora, negra, que bebía del lenguaje radical que se desarrolló en Japón en los años sesenta en torno a los autores del grupo Provoke. En su obra transitó a menudo por territorios sórdidos, que dejaban una sensación desasosegante, agudizada por la forma en que manejaba la luz. Todo ello le granjeó en su trayectoria una etiqueta de enfant terrible en la que se encontraba a gusto. Oriola, fallecido el martes en Madrid, a los 77 años, empezó a dejarse notar a comienzos de los setenta, como asiduo de la revista Nueva Lente, un proyecto que quiso romper con el pasado de la fotografía española desde un espíritu lúdico y provocador, acorde con los inicios de la Transición.
Nacido en Alcoy (Alicante), en 1943, probó con otras disciplinas, como el dibujo y la música, antes de centrarse en la fotografía, oficio que aprendió como asistente en el estudio del fotógrafo José Vicens, en su localidad natal. Llegó a Madrid en 1964, donde estudió Arte dramático y empezó como free lance. A comienzos de los setenta monta su primera exposición en la capital; jefe de fotografía en una agencia de publicidad, logra en 1974 el premio Negtor, entonces un importante certamen comercial. Forma parte de una generación renovadora en la que se incluyen, entre otros, Joan Fontcuberta, Eduardo Momeñe, Pablo Pérez-Mínguez o Jorge Rueda.
Oriola logra despegar, se dedica a la docencia, funda en 1980 su propia revista, POPtografía, y su estudio, en el que trabaja en publicidad y moda, especialmente con la diseñadora Sybilla, campos de los que hará su forma de vida, viajando por medio mundo. A mediados de esa década colabora en varias ocasiones con El País Semanal, también lo hizo con Penthouse, Vogue, Elle o Cosmopolitan.
En paralelo desarrolla su obra personal, en la que se acentúa con los años su mirada mordaz, que endurece su fotografía, con imágenes crudas, como las de su serie Phenomena (1999): “Me gusta enfrentarme a fotos escabrosas y salir airoso”, decía; incluye también la violencia o la sexualidad, o a veces combina ambas. Los retratos de desnudos protagonizan varios de sus trabajos, como Nothing Personal, con instantáneas impactantes, atrevidas. “Nunca me he dedicado a la fotografía erótica, lo que sí he hecho son retratos de gente sin ropa, que es distinto”, decía con su peculiar humor en una entrevista en la revista Ojos rojos, en 2012. En alguna ocasión definió su trabajo como “una cualidad alucinatoria, un flujo de emociones que generan imágenes imperfectas”.
Desde que se supo su fallecimiento, muchos exalumnos han manifestado su pena y admiración por Oriola, que ejerció la docencia a partir de 1977, en especial, en el Centro Internacional de Fotografía y Cine, EFTI, de Madrid, escuela a la que estaba vinculado desde hacía más de treinta años, donde dirigió un máster de fotografía de moda. Esos pupilos han querido recordar algunas de las frases que dejaba en sus clases: “Si no sabes qué hacer, empieza”, por ejemplo, y su carácter tajante pero cercano. Agustín Pérez de Guzmán, director de EFTI, recuerda su “carisma y cómo le daba vida dar clase a jóvenes". “Era un maestro iluminando, se merecía hace años el Nacional de Fotografía, pero como no era un purista en sus imágenes... Creo que en España no se le ha reconocido como se debía”, añade.
También era un habitual conferenciante, como se pudo ver, entre otros, en los Encuentros de Gijón, en 2018, donde dejó sus ganas de disfrutar de la vida y divertirse, una exposición en el Museo Barjola y una de sus sentencias célebres: “Hay que fotografiar con el estómago”.
Oriola expuso, entre otros centros, en el Círculo de Bellas Artes (1995) y en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, donde hay obra suya en la colección permanente, como también la poseen museos de Japón, Finlandia y Austria. PhotoEspaña le dedicó una retrospectiva, en 2002, por los 30 años de carrera, y sus imágenes pudieron verse en cuatro ediciones de Arco. Quienes quieran adentrarse en la rebeldía de su obra pueden hacerlo a través de algunos de sus libros, como Alphaville (2013), Sketch 5 (2015) o Actus (2017), en definitiva, en una obra en la que, proclamaba, intentaba buscar la belleza en el lado oscuro.
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