Enredadas con la supervivencia del nudo español
Solo dos artesanas de la Real Fábrica de Tapices mantienen viva una centenaria técnica de tejido. El ministerio ultima su declaración como Bien de Interés Cultural Inmaterial
El metro cuadrado cuesta 1.600 euros. Ahí está la razón por la que las alfombras hechas con nudo español están en peligro de extinción. “No es barata, pero es para toda la vida”, asegura Alejandro Klecker, director general de la Real Fábrica de Tapices, contraviniendo las reglas de la obsolescencia programada y del consumo insaciable del siglo XXI. Cada metro cuadrado supone 15 días de trabajo por persona y solo hay dos en España (y en el mundo) que conozcan esta técnica de anudado que se remonta a época hispanomusulmana, y que ha estado varias veces a punto de perderse para siempre. La última la salvó una migrante rumana durante la crisis financiera.
Ida Damsa llegó hace una década a España en busca de una oportunidad, después de una vida tejiendo alfombras en su país. Lo primero que hizo fue ir a la Real Fábrica de Tapices, en Madrid, como si fuera una turista más. Al acabar la visita guiada se presentó y pidió que le hicieran una prueba para trabajar. La contrataron sin dudarlo para hacer nudo turco y aprendió, de las dos últimas compañeras, ya retiradas, el nudo español. “Luego, Ida nos enseñó a nosotras. Sabíamos hacer nudos pero la técnica española nos la ha enseñado ella. Somos las únicas, no hay más”, contaba hace unos meses Luisa Prado, tejedora desde hace casi 50 años, y ahora también jubilada. Damsa, por su parte, se resta importancia; explica que le gusta el trabajo que hace desde hace tres décadas, porque es mecánico y creativo. “Soy una artesana”, aclara. “Tengo imaginación, aunque no diría que soy artista”.
Prado echa mano de veteranía y recuerda que en 1971 había una sección completa para el nudo español, con cuatro telares y siete mujeres. Desapareció. Ahora hace más de 3.500 nudos al día. Podría alcanzar los 5.700, asegura. Con una mano, en un gesto tan veloz como incomprensible para el ojo, anuda con doble vuelta sobre el hilo de la urdimbre, y con la otra recorta con las tijeras. Le gusta más el nudo turco, porque el español “son figuras geométricas”. Prefiere algo menos rígido, más orgánico. De hecho, la alfombra que más le gusta de las que ha hecho es una de nudo turco que cuelga en el Hotel Four Seasons George V, en París. ¿Y la que menos? “Una que Mario Conde encargó para su cuarto de baño, cuando presidía Banesto. Horrible es decir bonito. Era un dibujo con formas de espermatozoides, una cosa espantosa”, recuerda Prado.
Se ha tatuado los nombres de su hija, Gema, que trabaja con ella, y de su hijo. También el de su padre, su madre, su marido, su nieta y su nieto. Gema se levanta del telar cercano y se abrazan. Aquel día de febrero, poco antes del confinamiento, Luisa Prado se jubilaba. “El lunes vendré y ella no estará, no sé qué voy a hacer. Va a estar en estas paredes siempre. Su vida ha sido venir a tejer y criarnos a mi hermano y a mí”, contaba entonces la hija, antes de romper a llorar.
Tras la marcha de Prado, en una plantilla de unos 30 empleados, solo han quedado dos haciendo nudos españoles: Ida Damsa y Mariel González. Por eso el Ministerio de Cultura tiene previsto declarar el nudo español Bien de Interés Cultural Inmaterial, a falta de la aprobación del Real Decreto en el Consejo de Ministros, para tratar de proteger su actividad. La pandemia, como en tantas cosas, ha retrasado el proceso. También la vida en la Real Fábrica de Tapices, cuya apertura se permitió en la fase 1 de la desescalada.
Anudado manual
“Si no hay demanda privada, la administración debe hacer encargos para mantener la técnica”, explica Antonio Sama, conservador de la real fábrica. El experto señala que el anudado manual para confeccionar alfombras está muy vivo en Oriente, por una mano de obra muy barata. “Los consumidores europeos tienen productos asequibles, pero con los costes del trabajo que tenemos en Occidente esto se dispara”, añade. De hecho, los clientes de alfombras de nudo español son coleccionistas e instituciones, como el Congreso de los Diputados. Cada año, cuando acaba la actividad política de la Cámara Baja, las piezas se retiran y se llevan a la real fábrica para limpiarlas y volverlas a colocar en octubre.
El último encargo del nudo español que ha tenido la Fundación Real Fábrica de Tapices fueron dos alfombras para el Ministerio de Asuntos Exteriores. “Si no hay demanda no vamos a poder mantener este oficio milenario”, sostiene Klecker. “El papel de las instituciones y los encargos oficiales es fundamental, por ejemplo las embajadas españolas podrían promocionar el patrimonio propio. Porque estas alfombras son naturales, sin plásticos, con empleo sostenible y no en condiciones de semiesclavitud”, añade el director general. También anima a los diseñadores a adaptar sus imágenes a las alfombras: “Poca demanda vamos a tener en el mercado con diseños del siglo XVI. Aquí tienen a su disposición hasta el laboratorio de tintes”, dice Klecker.
El Estado creó en 1996 esta Fundación para que no se perdiera el oficio del nudo español, en un momento en el que se enfrenta a sucedáneos de 80 euros el metro cuadrado. Cuenta Klecker que los hoteles “de superlujo” prefieren el tufting —pegar una capa de lana sobre otra de látex—, por eso necesitan una buena campaña de marketing para que el producto acceda a los referentes del lujo. La declaración de BIC inmaterial debería ayudar a ello y a seguir formando artesanos.
Un diseño al infinito
La edad de oro de la alfombra de nudo español fue del siglo XV al XVII, con artesanos de procedencia mudéjar, pero no se conservan ejemplos de la época árabe. En el Museo de Artes Decorativas se conservan los mejores ejemplos históricos y su directora, Sofía Rodríguez, indica que el diseño es esquemático frente al turco, que es orgánico. Los motivos se componen con una cuadrícula y se repiten, “es una idea muy presente en el arte islámico, la repetición hasta el infinito”, cuenta. España fue el único país en el que se hicieron alfombras anudadas hasta el siglo XVI. El conservador Antonio Sama recuerda que el franquismo recuperó este tipo de alfombras como producto propio de la identidad española, pero que “ahora mismo está en vías de extinción”.
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