La lucha por salvar las universidades de Venezuela del abandono
La cuarentena ha aislado a los centros, que han vivido una escalada de ataques y vandalismo. El colapso de un pasillo de la ciudad universitaria de Caracas es el último ejemplo del olvido
Una marea de libros ardiendo es siempre una señal de alarma. La biblioteca central de la Universidad de Oriente (UDO), en su sede del Estado Sucre, en el noreste de Venezuela, sufrió un incendio a principios de junio en el que el 70% de los más de 120.000 registros bibliográficos de una institución con 61 años de historia quedaron reducidos a cenizas. Este uno más de una cadena de ataques que han sufrido universidades públicas venezolanas, asfixiadas económicamente por el Gobierno al punto que solo se puede dar clases de día, cuando hay sol, porque no tienen ni bombillas o se caen a pedazos como ocurrió la semana pasada con uno de los pasillos cubiertos de la Universidad Central de Venezuela, situada en la Ciudad Universitaria de Caracas, máxima obra del arquitecto Carlos Raúl Villanueva y patrimonio de la humanidad.
Desde que comenzó la cuarentena en el país por la covid-19 las universidades han quedado desoladas y la pandemia del vandalismo ha avanzado. La UDO abarca cuatro estados del oriente de Venezuela, una de las regiones más empobrecidas del país, sometidas a las reglas del narcotráfico que se ha apoderado de esas costas. Su sede principal está en Cumaná, la primera ciudad fundada por los españoles en el continente. Las 40 especialidades que se pueden cursar han sido un ancla para el futuro de muchos jóvenes, que ahora parecen estar a la deriva. Las últimas semanas profesores, alumnos y voluntarios deambulan por lo que luce en las fotos que comparten en redes sociales como una zona de guerra.
Las universidades de Venezuela viven una etapa oscura, tras una ola de robos y desvalijamiento de equipos de laboratorios, computadoras e incluso materiales como el cableado eléctrico, puertas, ventanas, vigas, techos. En mayo nada más se denunciaron 50 incidentes en casas de estudio de todo el país, 38 de esos en la UDO. “No hay palabra para definirlo, es una barbarie, vivimos un tiempo de terror”, declaró hace unos días Milena Bravo, rectora de la UDO, quien en los últimos tres años ha denunciado ante la Fiscalía los constantes robos.
José Boadas es el encargado de la biblioteca que se quemó. Con 30 años de servicio en la institución se hizo un camino empírico en el procesamiento de información bibliográfica. Ahora intenta rescatar lo que ha quedado en el suelo. “Pareciera que hubiese pasado un huracán”, cuenta por teléfono desde de Cumaná. Este hombre, de 62 años, ha asistido las últimas semanas a una especie de reconocimiento forense para rescatar lo último que queda en su biblioteca. Junto con estudiantes, cada día sacan lo que pueden en dos camionetas. Los libros migran a áreas más resguardadas del campus, a casas de profesores o otras instituciones como la Casa Ramos Sucre, donde vivió José Antonio Ramos Sucre, uno de los poetas capitales venezolanos.
Este momento se huida se lo esperaba Boada. Desde hace meses llegaba a su jornada y encontraba una hilera de libros en el suelo, porque la noche anterior se habían robado el estante donde estaban. En tres semanas de junio ha logrado sacar 3.000 libros y 4.000 tesis, y sobre estas últimas hay una urgencia particular. Cientos de tapas de las investigaciones que los alumnos deben consignar al graduarse, están tiradas sin su contenido. “Los libros no se los roban, pero a las tesis les arrancan las hojas y las venden como papel reciclado y dejan el encuadernado”, denuncia. Y los profesores han visto partes de ese papel reciclado, muebles y otros artículos de la universidad venderse en los mercados de la ciudad.
Como Boadas está la bióloga marina Mayre Jiménez, que dirige hace 12 años el Instituto Oceanográfico de Venezuela de la UDO, de referencia internacional y de los primeros que se fundaron en América Latina. Esta semana ha cedido su cupo para cargar gasolina -que pese al auxilio de Irán sigue racionada en el interior del país- para mover las camionetas con las que la están sacando otros 4.000 libros de esa biblioteca y una colección completa de 20.000 ejemplares de revistas científicas como Nature o Marine Biology. El edificio, como la biblioteca y otros de la UDO, también ha sido incendiado en otras oportunidades. “Prácticamente no tenemos sede, pero nosotros vamos a seguir. Aspiramos a que la universidad vuelva un día. Ahora estamos enfocados en recuperar lo que se pueda” dice. Desde hace una semana dirige las jornadas diarias, con custodia policial, para recuperar lo que no se han llevado. “¿Dónde vamos a conseguir libros de 1800 como los que hay acá o un celacanto [un pez] disecado que tenemos en la colección”, se pregunta la especialista en moluscos.
En Caracas, un grupo de restaurantes de alta cocina se ha movilizado para hacer una colecta de libros para donar a la UDO. La migración que se formó en esas aulas también está apoyando. Desde Ecuador, el especialista en el cultivo de perlas, César Lodeiros, ha recaudado fondos para la logística de esta operación de salvamento. Aspiran a comprar un escáner para hacer un respaldo digital de la única biblioteca especializada en ciencias marinas del país, cuenta Jiménez.
El desplazamiento que ha generado la profunda crisis política, económica y social que vive Venezuela se puede medir en la matrícula de estudiantes de la UDO. En 2014 eran 14.000. Este semestre solo son 2.015 alumnos. “Estamos en un estado crítico, pero no vamos a abandonar la universidad”, dice Jesús Malavé, un dirigente estudiantil de 22 años, a la mitad de la carrera de Administración en la sede de Cumaná. En el núcleo del estado Bolívar, la estudiante de Geología Jennifer Sequera, también moviliza el rescate de los libros que quedan en su escuela, luego de que ardiera la otra biblioteca y de que también robaran los estantes y dejaran todo el material en el suelo expuesto a más deterioro.
“El ataque que viven las universidades del país es un ataque de quienes atacar la academia, porque es un espacio para la democracia”, dice convencida la joven en una llamada telefónica. El chavismo ha mantenido una relación tirante con el las universidades, que han sido un bastión de la oposición. Desde hace 11 años estas instituciones públicas reciben el mismo presupuesto, que se ha hecho insignificante en una economía hiperinflacionaria. Se mantienen una reducida nómina de profesores que ganan menos de 20 dólares al mes. Desde el Supremo también se ha bloqueado la renovación de autoridades por años, lo que ha desgastado su vida institucional.
Luego del incendio de la biblioteca y la movilización para el rescate de los libros, en la UDO no han cesado los ataques de la delincuencia. Hace unos días fueron nuevamente contra el Instituto de Biomedicina y, según el relato de los vigilantes que fueron sometidos por los delincuentes, buscaban mercurio, de gran demanda en la minería ilegal. Hace un año ya se habían robado una nevera y sin darse cuenta se llevaron las muestras de patógenos y bacterias allí refrigerados para la investigación.
Conmoción por el colapso en la Ciudad Universitaria
Hace unos días, los venezolanos fueron sorprendidos con otra noticia de estruendo: el derrumbe del corredor número 5 de la Ciudad Universitaria de Caracas, uno de los varios pasillos de techos ondulados que componen el campus de la Universidad Central de Venezuela (UCV), declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000 y considerado uno de los símbolos de la nación.
El informe técnico del rectorado reconoce problemas en por el crecimiento de vegetación en la losa del techo, “eflorescencia de concreto y deposiciones cálcicas” y fallas en el sistema de drenaje. La opinión pública da por descontado que la grave avería es el resultado de la falta de mantenimiento, consecuencia, a su vez, del duro enfrentamiento que ha mantenido esta universidad autónoma, el primer centro de estudios del país, con los Gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Una tensión que incluye el cerco presupuestario y el careo permanente con la militancia chavista dentro de la institución.
La estructura de concreto estaba dañada y se produjo una excesiva acumulación de peso con agua producto de las lluvias de estos días. La escasa actividad de estas semanas a causa de la cuarentena evitó lo que ha podido ser una tragedia en una zona que regularmente es muy transitada.
“Esta zona de la Universidad fue intervenida en 1968 por un desplome parecido. El trenzado de las vigas entonces no quedó igual”, afirma la rectora de la UCV, Cecilia García Arocha, quien, con todo, espera que el colapso pueda ser reparado en un tiempo razonable. García Arocha argumenta estar cercada entre la hostilidad chavista y los pocos recursos disponibles. “El Gobierno no nos hace caso hace mucho tiempo, y la Unesco jamás ha asignado un centavo en el mantenimiento del patrimonio de la Universidad. Vamos a ampliar el informe técnico y se los vamos a presentar a ellos”.
El golpe emocional con la caída del corredor número 5 de la UCV ha sido unánime. La foto del colapso de la estructura ha sido una presencia que domina las redes sociales y los medios de comunicación. El propio Maduro, que suele responsabilizar a las autoridades universitarias de todo lo que sucede en la casa de estudios, se comprometió rápidamente a ofrecer el concurso de Miraflores para reparar el daño. “Es importante recuperar todo el techo de este pasillo, ya que es patrimonio declarado por la Unesco. A pesar de grandes diferencias políticas, ideológicas e institucionales que tengo con la rectora Cecilia García Arocha.”
Las autoridades universitarias no se tomaron en serio la declaración de Maduro, pero al día siguiente del siniestro, en un gesto muy inusual, apareció el Ministro de Educación Universitaria del régimen chavista, César Trompiz, para conocer los estudios técnicos que se adelantan y ofrecer ayuda. “El presupuesto de la Universidad no da para cubrir la recuperación de ese techo. Hay que tener primero los cómputos métricos. Una vez que se tenga el diagnóstico, se decidirá si se tiene que demoler o si se puede reconstruir”, afirma Aglais Palau, directora del Consejo de Protección y Desarrollo de la UCV, instancia creada a partir de su distinción por Naciones Unidas. “Pienso que no podremos recuperar la estructura, sino hacer otra, porque la fractura estuvo en la viga”.
Diseñada por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva, la Ciudad Universitaria de Caracas fue inaugurada en 1954. Sus edificaciones tienen una inspiración Bauhaus dominada por el concreto armado. Samuel Pérez Hermida, Jefe de Cátedra de la Escuela de Sociología y miembro de la Asociación de Profesores de la UCV, opina que en este accidente hay causas de carácter técnico, pero también político. “Hay un mantenimiento preventivo que tiene tiempo abandonado en la universidad. Esta es la consecuencia de la sistemática asfixia presupuestaria que el chavismo ha ensayado contra la UCV. Pero también hay una responsabilidad de las autoridades universitarias. Desde 2008, la rectora desnaturalizó el Consejo de Preservación y Desarrollo. Se ha convertido en una instancia que asesora, que no ejecuta recursos. En mi opinión, este es el resultado de la ausencia de un plan de mantenimiento preventivo.”
“La responsabilidad de lo sucedido es del Gobierno, pero aquí hay faltas de los dos lados”, sostiene el arquitecto especializado Marcos Negrón. “Teóricamente, el trabajo de mantenimiento de estas estructuras es sencillo. Toda la infraestructura de la UCV está en muy mal estado y eso no tiene justificación.”
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