Fernando Esteban Calvo: la épica del reportero gráfico
Fue uno de los profesionales más experimentados del periodismo gráfico
A comienzos de abril, falleció de leucemia en Alpedrete (Madrid) Fernando Esteban Calvo, uno de los reporteros más experimentados del elenco del periodismo gráfico y de la fotografía publicitaria en España. Nacido en Madrid en 1939 poco después del fin de la Guerra Civil, estudió diseño industrial. En 1961, obtuvo un contrato en Suiza como proyectista. La cinefilia de su padre, un ingeniero industrial y teniente coronel del Ejército de la República depurado por el franquismo, le había familiarizado con la fotografía, que, convertida en su vocación, estudió en la suiza Université Populaire Jurasienne, donde se tituló en 1964.
Ya casado, regresó a España y comenzó a trabajar como fotógrafo freelance. En 1966, se incorporó a la Real Sociedad Fotográfica y empezó a colaborar en diversos diarios. Sus reportajes más destacados se centraron en su estancia, en 1976, en Guinea Ecuatorial, donde fue fotógrafo presidencial de Francisco Macías Nguema. En agosto de 1979, volvería a la antigua colonia española enviado por Interviú y El Periódico de Cataluña para cubrir el derrocamiento, juicio y fusilamiento del dictador.
Fernando Esteban era un profesional hecho a sí mismo, depositario de las virtudes de lealtad, rigor y valentía
Fernando Esteban era un profesional hecho a sí mismo, depositario de las virtudes de lealtad, rigor y valentía atesoradas por la saga de reporteros gráficos que puso rostro a dramas como la guerra de España, la independencia de Argelia o la guerra de Vietnam. Mostraba una profesionalidad marcada por la captura instantánea de la imagen significativa, la composición plena y el encuadre preciso, a los que dotaba de una simplicidad expresiva como credencial de veracidad, sin artificio alguno; participaba de la idea, acuñada y aplicada por EL PAÍS desde sus orígenes, de que la fotografía de prensa era y es, por encima de todo, información, no mero complemento ilustrado del texto noticioso. Se veía provisto, además, de una suerte de sexto sentido para percibir el peligro, sopesar el riesgo y captar la imagen plenamente noticiosa. A todo lo cual añadía los reflejos necesarios que el reportero precisa para llegar a la mejor información en el menor tiempo posible.
Manu Leguineche glosó su figura en La tribu (1980). También desarrolló una intensa vida asociativa: fue fundador y directivo de Reporteros sin Fronteras, durante siete años, entre otras asociaciones. Compatibilizó sus colaboraciones en diarios como EL PAÍS, Diario 16 o Abc y revistas como Tribuna o Blanco y Negro con reportajes gráficos para agencias de publicidad y trabajos para empresas públicas y privadas y para organismos oficiales. Con sus colegas como Lucio Villalba, Vicente Ibáñez, Antonio Romero o Alberto Schommer, expuso su obra en la galería Skira, un hito en la fotografía publicitaria nacional, recuperado en el Museo Español de Arte Contemporáneo.
Babelia
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