Muere Germano Celant, padrino del Arte Povera
El reputado crítico, historiador y comisario fallece a los 80 años a causa de complicaciones derivadas del coronavirus
Hacía semanas que había ingresado en el hospital de San Raffaele de Milán aquejado de la covid-19, que hoy se ha cobrado su vida. La muerte de Germano Celant (Génova, 1940-Milán, 2020) ha caído como un mazazo en el mundo del arte. No es para menos. Su carisma podía hasta con la etiqueta de icono cultural. Más que el crítico de arte más importante de los últimos años, recientemente parecía una estrella del rock veterana. Negro integral en la ropa, chaqueta de piel y dos piedras turquesas, una en una anillo y otra en la hebilla del cinturón. Tras sus gafas casi invisibles, una mirada profunda e inteligente. En su currículum, varios capítulos fundamentales de la historia del arte reciente. Su último paso por España fue en febrero para inaugurar la exposición de Richard Artschwager en el Museo Guggenheim de Bilbao junto a Manuel Cirauqui. En su sede de Nueva York fue conservador durante veinticinco años, con algunas exposiciones gloriosas como la de Mario Merz en 1989, y los últimos veinte trabajó de asesor de la Fundación Prada. El punto y seguido lo escribió en 1997, cuando fue comisario de la Bienal de Venecia, aunque la tilde, la marca por la que se le recordará siempre, la puso veinte años antes.
Tenía solo 27 años cuando empezó a reivindicar un nuevo tipo de arte que defendía los valores más marginales y pobres, así como lo sensorial, lo lírico, lo subjetivo y lo poético y que se aventuró a calificar como “povera” [pobre en italiano]. Era 1967 y la posmodernidad asomaba ya la nariz. Los artistas americanos andaban dándole vueltas a la antiforma como alternativa al arte minimal, mientras que en Europa la plástica miraba más bien a la arena, el fuego, los animales, las ceras, las grasas, el algodón y las plantas. Lo que defendía Celant era un arte determinado por el presente, lo ahistórico y los acontecimientos ordinarios de la vida. Una prolongación del objeto ligado a la estética del desperdicio, como un ready made romántico de una sociedad deshumanizada. Un arte que reivindicaba la emoción y lo subjetivo y que el comisario llevó a una de las exposiciones más memorables de la historia: Arte Povera E Im Spazio, en la galería La Bertesca de Génova. Fue la primera muestra de arte povera, donde Celant apuntó las ideas clave de esta nueva poética y dio nombre a uno de los movimientos más fructíferos del arte contemporáneo. Unas ideas que, ampliadas, publicaría dos meses después en la edición italiana de Flash Art.
Ahí empezó todo. La carrera de un historiador de éxito, de un crítico brillante, de un comisario a contrapelo y de un inteligente visionario. En su Génova natal estudio lo que más le apasionaba, historia del arte. Allí coincidió con Eugenio Battisti, con quien más tarde trabajó en la revista Marcatrè, fundada por un grupo de críticos, entre ellos Umberto Eco. Siempre atado a la escritura, Germano Celant fue más bien un superintendente artístico, uno de los pocos poveras que seguían a pleno pulmón, grupo que hoy se reduce a Giuseppe Penone, Giulio Paolini y Michelangelo Pistoletto, que acaba de superar el coronavirus. Siempre que tenía ocasión reivindicaba su posición de freelance, su condición de clase obrera y esa rebeldía de los setenta de la que nunca se despegó. Era una de sus virtudes. Las otras las escondía entre su recetario como comisario estrella. “El verdadero curator ayuda al mundo revelando verdades místicas”, solía decir. Las suyas seguirán guiándonos.
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