Simón Casas: “La tauromaquia o se readapta o corre el riesgo de desaparecer”
El empresario de Las Ventas analiza la suspensión de San Isidro y las consecuencias taurinas de la pandemia
Simón Casas (Nimes, 72 años), empresario de la plaza de Las Ventas, no tiene un buen año. Gestor, también, del coso de su ciudad natal, de Valencia y Alicante, se las prometía felices tras la contratación de José Tomás para dos tardes en tierras francesas, con una feria de Fallas a punto de comenzar, el ciclo de Hogueras en elaboración, y con los carteles casi rematados, junto a su socio Rafael García Garrido, de una feria de San Isidro “novedosa y sorprendente”, y todo se le ha venido abajo.
La última guinda, la suspensión de la feria de Madrid, la más importante del mundo, la que marca cada año el curso de la temporada taurina. Treinta y un días de festejos, del 12 de mayo al 14 de junio, que pasarán a la historia como un ciclo fantasma que no se celebró.
Simón Casas reconoce que la situación es “dramática y ruinosa”, pero asegura que no pierde el coraje, y dice estar convencido de que “esta profunda crisis debe servirnos para reflexionar seriamente y adaptar la tauromaquia a las nuevas circunstancias; si no lo conseguimos, la fiesta corre el peligro cierto de desaparición”.
“Mi estado de ánimo está condicionado por el realismo”, afirma Casas. “La tauromaquia, como tantos otros sectores, está sufriendo un drama, pero nunca he bajado la guardia en mi vida; al contrario, considero que esta crisis, que pone en riesgo el futuro de la fiesta y de la economía en general, es un motivo de reflexión que debe desembocar en una nueva gestión de la fiesta. La pandemia nos ofrece un motivo para el cambio, pero ya los había, antes de la crisis”. “La producción de la nueva tauromaquia”, insiste, “se debe adaptar a las circunstancias. Es una necesidad”. Reconoce que la suspensión de la feria de San Isidro ha sido un golpe muy duro, pero no menos que la de otras ferias importantes como las Fallas o la de Sevilla. “Personalmente, se me presentaba un año muy positivo”, añade, "pero todo se ha venido abajo”.
- ¿Mantenía la esperanza de que pudiera celebrarse el ciclo madrileño?
- No. Era imposible. La empresa llevaba trabajando más de tres meses en la gestión de la feria, pero antes del 25 de marzo, fecha prevista para la presentación de los carteles, éramos conscientes de que las razones sanitarias impedirían la celebración de cualquier espectáculo.
Asegura que no conoce la cifra exacta de las inversiones ya realizadas en la preparación del ciclo, pero explica: “Sé que ha sido mucho dinero, porque la empresa cuenta con una plantilla de 20 trabajadores que trabaja todo el año; en invierno no hay ingresos ni actividad artística, pero sí de gestión.
- Lo cierto es que se ha perdido un San Isidro que usted mismo había avanzado que sería de mucha categoría.
- Así es. No se pudieron rematar todos los carteles, pero estaban seguras todas las figuras, y había muchas combinaciones del máximo interés. Solo quedaban algunos flecos para la contratación de El Juli y Ponce y la cuarta corrida de Antonio Ferrera, pero…
- Así, las cosas, se supone que este año no deberá pagar el canon de 2.800.000 euros a la Comunidad de Madrid…
- Sería poco sensato pagar por una explotación que no existirá como tal. No solo en Madrid; todas las plazas deben reequilibrar sus contratos de explotación en función de las circunstancias que ha producido la pandemia. Si queremos salvar la fiesta, hay que buscar las condiciones de sostenibilidad económica que hagan posible su mantenimiento. El temblor de tierra que ha producido la pandemia deberá permitir la readaptación de los contratos; de lo contrario, la fiesta se sitúa al borde de la desaparición.
- Sin las ferias de Fallas, Nimes, Madrid y con la de Alicante aplazada, usted tiene una ruina sobre las espaldas…
- Yo y todos los empresarios taurinos.
Simón Casas ejerce también como presidente de la Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos (ANOET), que agrupa a los empresarios de las plazas más importantes, y en nombre de todos ellos asegura que mantienen una comunicación muy avanzada con el Ministerio de Cultura y Deporte: “Reivindicamos que la tauromaquia tenga el mismo trato que el resto de los espectáculos culturales de este país”.
Dice que se reúne tres o cuatro veces a la semana con la junta directiva de ANOET, y que están trabajando con unidad y realismo por el futuro de la fiesta. “Podremos gustar más o menos”, añade, “sin embargo, los festejos se celebran gracias a los empresarios; aquí no hay subvenciones y el único dinero es el de la taquilla, de modo que si el empresario está de rodillas, lo está también la fiesta. Nosotros ya estamos de pie, y nunca había visto un espíritu tan positivo, solidario y realista como ahora”.
- ¿Será capaz la tauromaquia de superar la crisis de la pandemia?
- La economía ha cambiado y se impone un esfuerzo de realismo. En la tauromaquia, como en los demás sectores, habrá que imponer una economía de guerra. Antes del coronavirus, este negocio ya sufría una incapacidad crónica, patológica, de adaptación a los nuevos tiempos. Se seguía programando y gestionando como hace 50 años, sin darnos cuenta de que el mundo ha cambiado. Debemos proteger la esencia de la fiesta, pero adaptándonos a los tiempos. Si la fiesta pierde de manera definitiva la conexión con la época que vive, desaparecerá, y no por falta de afición, sino por una mala gestión.
Babelia
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