No soy racista, pero...
La película de Phillippe de Chauveron, de horrenda realización televisiva, no se ríe de los personajes xenófobos; se ríe con los personajes. Y es cariñosa con ellos
¿Se puede lanzar un mensaje final de tolerancia en favor de la grandeza de una Francia universal, cosmopolita y multicultural después de haber estado una hora y media expulsando rancios chistes xenófobos? Sí, se puede. Lo demuestra la película francesa Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho… ahora?, gruesa comedia de estereotipos sociales, culturales y económicos alrededor de una familia gala con cuatro hijas casadas con maridos de origen extranjero. Secuela de la exitosa Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?, de 2014 (12 millones de espectadores en el país vecino), no es más que la versión chiste de bar de la expresión “yo no soy racista, pero…”.
DIOS MÍO, ¿PERO QUÉ TE HEMOS HECHO… AHORA?
Dirección: Phillippe de Chauveron.
Intérpretes: Christian Clavier, Chantal Lauby, Medi Sadoun, Julia Piaton.
Género: comedia. Francia, 2019.
Duración: 99 minutos.
Los cuatro yernos son un judío, un chino, un musulmán y un negro, y esta vez, además de haber cometido la osadía de casarse con las hijas de un señor de la gran Francia, el tema de la primera entrega, amenazan con mudarse con ellas a sus respectivos territorios de origen, obligando al cascarrabias patriarca de la familia y a su ingenua esposa a vagar por ciudades poco apetecibles. ¿Incorrección política para poner sobre la mesa los problemas de un país multicultural en la superficie, que en realidad esconde a millones de racistas que quedan retratados por una historia que los define? ¿Caricatura social? Ni mucho menos.
Los chistes, naturalmente, son de judíos adictos a los negocios, de chinos que escupen y de mujeres árabes con burkinis en el Aquapark. Burlas zafias de patán. No hay ironía, no hay distancia, no hay ridiculización del xenófobo. Si acaso, incluso defensa. “Tú no eres un racista insolidario, lo que pasa es que el mundo va muy rápido y tú y yo tenemos ya una edad…”, viene a decirse en uno de los diálogos. La película de Phillippe de Chauveron, de horrenda realización televisiva, que esta vez ha sido vista por siete millones de franceses, no se ríe de los personajes xenófobos; se ríe con los personajes. Y es condescendiente e incluso cariñosa con ellos.
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