Lupita Peckinpah: “Nunca hablamos de cine, cuando estaba con nosotras quería cocinar y descansar”
La hija pequeña del mítico cineasta presenta en Madrid un documental sobre su padre y sus últimos meses de vida en un pueblo de Montana
Cuando tenía 12 años, a Lupita se le murió su padre. Iba a pasar con él y su madre, la estrella mexicana de cine Begoña Palacios, unos días en Puerto Vallarta. Su padre había llegado antes y telefoneó a su madre: no se encontraba bien. Así que los dos adultos volaron a Los Ángeles, para ingresar en un hospital. Allí murió el 28 de diciembre de 1984 Sam Peckinpah, uno de los grandes del cine; para Lupita, sencillamente, "papá".
Canal TCM estrena mañana, con motivo del 35º aniversario de la muerte del director y del 50º del estreno de su Grupo salvaje, el documental Peckinpah Suite, de Pedro González Bermúdez, que retrata el viaje de Lupita Peckinpah a Livingston (Montana), la ciudad en la que vivió sus últimos años entre una suite en el hotel Murray y una cabaña montaña arriba, construida en un terreno que compró con el actor Warren Oates. Lupita (Ciudad de México, 46 años), que se dedica al diseño de vestuario en cine y televisión, nunca había estado allí, aunque sí conocía al mejor amigo de su padre en la localidad, asentada a orillas del río Yellowstone, el abogado Joe Swindlehurst, el único que queda vivo. El abogado es quien más cerca está de separar leyenda de realidad, porque el resto se dedica a elucubrar sobre el caracter arisco y paranoico del director de La balada de Cable Hogue, Quiero la cabeza de Alfredo García, Pat Garrett y Billy el Niño o La Cruz de Hierro.
Pregunta. Usted realiza este viaje a Livingston a la búsqueda del Rosebud que explique la figura de su padre. ¿Lo encontró?
"Sentí la presencia de mi padre al entrar en la cabaña en la montaña [de Montana]. Me eché a llorar. Él estaba allí"
Respuesta. Sí, sentí la presencia de mi padre al entrar en la cabaña en la montaña. Me eché a llorar. Él estaba allí. He hecho las paces con él.
P. ¿Cuál es su último recuerdo de Sam Peckinpah?
R. Dos días antes del posible viaje a Puerto Vallarta, me telefoneó y me dijo que no olvidara que me querría siempre. Fue una llamada rara.
P. Las relaciones familiares con los genios son complejas. Más allá del padre, ¿usted cómo se llevaba con el genio?
R. Cuando murió, yo era chiquita. Tengo recuerdos raros. En una Pascua, me llevó a un centro comercial a comprar regalos. Y nos escondíamos buscando los huevos de pascua. O lo que gustaba cocinar para nosotras. Nunca hablamos de cine, probablemente porque cuando estaba con nosotras eran sus vacaciones y quería disfrutar y descansar.
P. De adulta, ¿ha perdonado a su padre?
R. Sí. De niña lo tenía demasiado idealizado. Mi madre se metía conmigo de broma por ello. Más tarde, pasé por la etapa de enfado porque nunca estaba con nosotros. Pero nunca dejé de quererle. Agradezco que mi madre, que murió en 2.000, siempre me hablara bien de él.
P. Es una de esas figuras desaforadas, llenas de paranoias y adicciones, que hoy tienen muy difícil encaje.
R. Yo que soy mujer nunca he encontrado su sentido negativo. Con mi madre era muy cariñoso.
P. Cuando la gente escucha en los rodajes su apellido, ¿le preguntan por él?
R. Constantemente, soy la hija de Sam.
P. Hay un guion escrito por su padre con Gonzalo Suárez, y ha vuelto a convertirse en un posible proyecto.
R. Lo apoyo y estoy convenciendo al resto de mis hermanos para que lo acepten. Me parece muy importante
P. ¿Su película favorita de su padre?
R. Grupo salvaje, porque me gusta cómo plasma México, cómo lo entendía sin ser mexicano.
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